
Carta a Josu Ternera
J. I. González Faus. ¡Cuánto daño has hecho, hermano! Y consiguientemente, cuánto daño te has hecho a ti mismo. Porque esta es la grandeza de nuestra condición humana: que quien daña al otro se hiere también a sí mismo y el verdugo es más digno de compasión que la víctima. Ahora informan de que padeces cáncer. Ojalá puedas superarlo; y si no, ojalá eso te ayude a comprender que compartes también esa fragilidad de nuestra condición humana que nos hermana a todos tanto como nuestra grandeza.
Por otro lado, sé que fuiste lo suficientemente inteligente como para percibir que la aventura etarra había llegado a un punto en que no tenía salida: dicen que tú eras uno de aquellos enmascarados que leyeron el texto de disolución. Si fue así, eso debemos agradecértelo todos, y tú sabrás mejor que yo el rechazo que te produjo entre algunos compañeros de militancia (como antes le había pasado a Txelís en grado mayor). (más…)

Ni olvido… ¿ni perdón?
Xavier Casanovas. Estos días, en Cataluña, son de una tensión emocional muy fuerte. Hace un año de unos hechos, los del 1 de octubre, que han marcado un antes y un después para mucha gente. Más allá de las valoraciones políticas o jurídicas, de su legitimidad o conveniencia, de las consecuencias que ello ha tenido, hay una dimensión personal que tiene un peso muy grande y en la que vale la pena de profundizar.
Las heridas que generó aquella jornada son muchas: primero las heridas físicas, algunas de ellas irreversibles; después, las heridas emocionales. Y de aquellos hechos a esta parte, elementos como la prisión de líderes independentistas, el estancamiento político, la imposibilidad de un horizonte de soluciones claras, el aumento de la polarización, etc. hacen que el resentimiento crezca, las heridas no quieran cerrar y la frustración, el dolor o la impotencia se mezclen en un todo difícil de digerir. Quizás por esta razón la proclama que se oye entre manifestantes estos días es esta: “Ni olvido, ni perdón”. (más…)

Pederastia: no es suficiente con pedir perdón
Jaume Flaquer. Sabiendo que muchos crímenes contra la humanidad, invasiones y genocidios en la historia no han producido ni un solo lamento en sus actores, es de entrada loable que la Iglesia sea capaz de pedir perdón por el gravísimo mal que ha causado a miles de niños a través de quien más debieran haberlos protegido.
Pero una petición de perdón solo es sincera si 1) el individuo o la institución se reconoce en tal fracaso y colapso que le hace afirmar: “soy culpable y no sé cómo remediarlo” (como un violador que dijese: “mejor que me encierren y no me dejen salir porque la ansiedad es más fuerte que yo”), o si 2) el individuo o la institución deciden poner todo su empeño en poner los medios para que no vuelva a ocurrir. No es suficiente con decir “cuando recibamos alguna denuncia actuaremos según los nuevos protocolos”. (más…)

Recoger el curso
Alícia Guidonet. Como muchos, estos días me encuentro recogiendo el curso: ordenando papeles, intentando tirar todo aquello que se ha ido acumulando sobre la mesa y que es superfluo, haciendo espacio para dejar que el nuevo curso llegue y pueda cruzar la puerta.
Y en esas, me doy cuenta de que lo que movilizo externamente tiene mucho que ver con lo que también se mueve en mi interior. Ciertamente, hay una estrecha relación entre lo que ocurre por dentro y por fuera. Aunque sospecho que ese “fuera”, para que sea auténtico, debería armonizar con el interior. De otro modo, lo externo sería, más bien, un lugar superficial, donde los sucesos, las cosas o las relaciones surfearían, sin llegar a encontrar puntos de anclaje, de renovación, de profundidad. (más…)

La complicidad de la Iglesia vasca
Jesús Martínez Gordo. El pasado 20 de abril ETA reconocía haber causado “daño” en el marco de un “sufrimiento desmedido” que ya “imperaba” antes de que hubiera nacido (“muertos, heridos, torturados, secuestrados o personas que se habían visto obligadas a huir al extranjero”) y que seguía subsistiendo una vez “abandonada la lucha armada”. Mostraba, seguidamente, su “respeto” por los muertos y heridos de sus “acciones” y pedía perdón a las víctimas que había provocado sin que hubieran participado directamente en el conflicto. Manifestando “respeto” por unas y pidiendo “perdón” a otras, establecía una diferenciación entre ellas y dejaba entrever la razón de fondo del comunicado: hemos perdido una batalla, pero no la guerra (es de suponer que solo política a partir de ahora). Y, como es sabido, en todas las batallas siempre hay víctimas que se merecen el “respeto” de quien agrede o repele e inevitables “daños colaterales” por los que hay que pedir “perdón”, aunque no guste. A las pocas horas de conocerse esta declaración, los obispos de San Sebastián, Bilbao y Vitoria, junto con los de Pamplona y Bayona, sostenían que en el seno de la Iglesia vasca se habían dado “complicidades, ambigüedades y omisiones” con la violencia terrorista. Pedían, por ello, “sinceramente perdón”. (más…)
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