Victor Codina. Seguramente ha llamado la atención el hecho de que en el programa de la próxima visita del Papa Francisco a Bolivia, se contemple que en la tarde del día 8 de julio en el descenso de El Alto a La Paz, el Papa se detenga brevemente en la carretera, relativamente cerca de Achachicala, el lugar donde fue hallado el cuerpo asesinado de Luís Espinal.
Y aunque muchos han oído hablar de Luís Espinal y muchos centros llevan su nombre, la generación de menos de cuarenta años no conoce lo que sucedió el año 80 ni quién era realmente Lucho Espinal.
Luís Espinal nació St. Fruitós de Bages (Barcelona) en 1932 en el seno de una era pobre y muy cristiana. Acabado su bachillerato, ingresó en la Compañía de Jesús en 1949. Cursó los estudios de preparación al sacerdocio y fue ordenado sacerdote en 1963. Del 64 al 65, va a Bérgamo, Italia a especializarse en MCS. Allí comenzó la redacción de las famosas “Oraciones a quemarropa”.
Regresado a España, comienza a trabajar en cine y TV. Eran los años de la dictadura franquista y le censuran un programa llamado “Cuestión urgente”. Entonces él dimite de la TV y acepta la oferta de ir trabajar a Bolivia. Llega a Bolivia en 1968, el año de la reunión de los obispos latinoamericanos en Medellín, cuando la Iglesia de América Latina comienza a sensibilizarse ante la pobreza y la injusticia. Desde el punto de vista político Espinal convive con los gobiernos democráticos y dictatoriales: R. Barrientos, L.A. Siles, Ovando, JJ.Torres, la dictadura de Bánzer del 71 al 78, Pereda Asbún, D. Padilla, Guevara Arce, Natusch Busch y Lydia Gueiler, en cuyo débil gobierno es asesinado Espinal en marzo. En julio García Meza da el golpe de estado.
¿Por qué lo mataron? Espinal era un profesional de los MCS: escribe en la prensa, hace crítica de cine, tiene programas en radio y TV, enseña cine en la Universidad, escribe 12 libros sobre cine, colabora en la producción de cine “Chuquiago”, dirige la revista “Aquí” sobre pensamiento social. Pero Luis Espinal no se limita a ser un simple profesional de los MCS, sino que utiliza los medios como instrumentos para denunciar la injusticia, la pobreza, la falta de libertad de la dictadura, las masacres, los exilios, el colaboracionismo cómplice de muchos con la dictadura, el narcotráfico, el silencio culpable de miembros de la Iglesia. En diciembre del 77 se une a una huelga de hambre de las mujeres mineras para pedir amnistía para los presos políticos de la dictadura de Bánzer. La noche del 21 de marzo del año 80, al salir de ver en el cine la película “Los desalmados” para su posterior crítica en la radio, es violentamente introducido en un jeep por un grupo de asesinos dirigidos por Arce Gómez, lo llevan al matadero del Alto donde es torturado y asesinado con 17 balazos. Su cuerpo es hallado por un campesino en un basural de Achachicala. A su entierro asisten unas 80 mil personas. Aquel mismo día fue asesinado en el Salvador Mons. Romero.
Sobre su vida y su muerte hay un verdadero conflicto de interpretaciones: mientras que para algunos fue asesinado por meterse en política y ser revolucionario y marxista, los que le conocíamos bien creemos que fue un profeta defensor de la justicia y de los pobres, desde la fe en Jesús de Nazaret y en su seguimiento. Por esto murió como muchos profetas y como el mismo Jesús. Y aunque él nunca quiso ser mártir, puede ser considerado mártir de la fe y la justicia. Gastó su vida por los demás.
Para comprender mejor la postura de Lucho Espinal es bueno recordar que en los años 1974-75, la Compañía de Jesús, en su Congregación general 32 convocada por el P. Pedro Arrupe, redefinió la misión de los jesuitas como el servicio a la fe y la promoción de la justicia, opción que debía impregnar toda su vida y ministerios apostólicos. Y con gran clarividencia afirmaron que no trabajarían por la promoción de la justicia sin pagar un precio. Desde entonces hasta nuestros días, más de 50 jesuitas de Asia, África y América latina han sido asesinados por defender una fe ligada a la justicia. Entre ellos, Luís Espinal.
Pero a esta Congregación general 32 asistió como Provincial de Argentina el jesuita P. Jorge Mario Bergoglio. Como Provincial y luego como Obispo y Cardenal de Buenos Aires, Bergoglio fue muy sensible al tema de la justicia y los pobres, y una vez elegido Papa asume el nombre de Francisco, sueña con una Iglesia pobre y de los pobres, denuncia proféticamente la injusticia de una sistema económico que pone al dinero por encima de la personas humana. Este Papa que desbloqueó el proceso de beatificación de Mons. Romero de El Salvador, no podía quedar indiferente ante la vida y muerte de Espinal. Y como jesuita comprende que su asesinato forma parte del costo social de la opción por los pobres y la justicia, como le aconteció a Jesús.
En esta breve parada cerca de Achachicala el Papa Francisco quiere bendecir un lugar regado por la sangre de un testigo del evangelio y corroborar la convicción del pueblo boliviano que ve en Espinal un mártir de la democracia y un defensor de la libertad y de los derechos humanos.
Imagen extraída de: Radio Fides
Gloria a los mártires. Su memoria resulta aleccionadora.
50 mártires jesuitas desde su Congregación General 32, son muchos mártires. Se me presenta como un paradigma de «Una sola historia de salvación» unidos a tantos mártires como nunca hubo y de alguna manera presididos por San Romero de América que proclamaba que » aunque lo mataran él continuaría viviendo enmedio de su pueblo». El 23 será un testimonio más de ello en la plaza de Catedral.
EXCELENTE RESEÑA, NO ES DE EXTRAÑAR QUE S.S FRANCISCO TENGA ESTOS GESTOS. MUCHOS MAS VAN A OCURRIR, QUE NOS SORPRENDERÁN Y NOS MARCARAN CON CLARIDAD SU MAGISTERIO. RECEMOS COMO NOS PIDIÓ, LA IGLESIA Y EL MUNDO NECESITA DE EL POR MUCHOS AÑOS. ROBERTO DIAZ, CASILDA, STA. FE, ARGENTINA.