Jesús Renau. Soy frágil. Hasta hace poco me sentía fuerte, equilibrado, con una salud de hierro. Ahora, en cambio, constato que soy vulnerable. De hecho, ya lo sabía. Lo sabía especialmente cuando iba en coche con prisas, o en algunas escaladas; pero ahora sé que puedo contaminarme. Somos más frágiles de lo que nos pensamos y especialmente de cómo nos figura la televisión.
Echo de menos aquellos abrazos. Ya sabes que una vez al mes nos encontramos las viejas amigas del colegio. Cuando nos despedimos después de la selectividad, nos dimos cuenta de que no podíamos separarnos. Y como mínimo un sábado al mes hemos ido a merendar juntas. Ahora, a causa del virus, hace dos meses que no nos encontramos. Nos comunicamos, pero nos faltan los abrazos de toda la vida. Cómo las valoro. No eran un rito superficial, sino un fuerte sentimiento expresado desde nuestra historia común.
Estoy descubriendo que los pequeños detalles son importantes. Antes, cuando salía de casa los otros se enteraban por el portazo. Siempre me parecía que llegaría tarde. Muchas tardes, cuando volvía, iba directamente a la cocina a ver qué había, para hacer un bocado de cualquier cosa. Ahora, después de tantas semanas de confinamiento, durante las cuales nos hemos peleado, hemos reído y todo esto… Entro y salgo diciendo: “Adiós, que vaya bien” y “Ya soy aquí”. Te debe de parecer una tontería, pero no lo es.
Será cierto que muchas cosas tienen que cambiar; unas que parecen pequeñas, como estas que hemos explicado, y otras que son más grandes y están ligadas a las pequeñas por lazos de humanidad. ¿Qué sentido tiene hoy el armamento atómico, que muera tanta gente ahogada en nuestro mar, que haya tantas fronteras, que los ricos se hagan cada vez más ricos y los pobres más pobres? Desvela, Señor, en nuestro corazón un nuevo sentimiento de humanidad, de alegría y de servicio.
Imagen de Ich bin dann mal raus hier. extraída de Pixabay