Núria Romay. [Este escrito surge como reflexión al finalizar la cuarta sesión del curso “Fundamentos para una cultura de la reconciliación”, con la ponencia de Kristian Herbolzheimer. Podéis encontrar la información del curso aquí, y la pequeña entrevista a Kristian Herbolzheimer previa a la sesión, aquí].
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«Y mientras tanto, tratémonos con CUIDADO: curiosidad, respeto y autocrítica«. Así finalizaba Kristian Herbolzheimer el encuentro en torno a «Reconciliaciones en sociedades fracturadas», resignificando la palabra «cuidado» y haciendo de esta súplica un nuevo modus operandi ante situaciones de fractura social y relacional. El eco de esta petición, situaba en nuestras manos una nueva manera de ser presencia ante situaciones de conflicto (sean del tipo que sean). CUIDADO encabezaba, pues, tres sustantivos que engendraban un mensaje tan breve y tan claro como complejo e indispensable en todo gesto de aproximación al otro. Sólo de esta manera, con cuidado, podremos trabajar por la reconciliación en sociedades fracturadas. Una reconciliación que, según asumía el propio director del Institut Català Internacional per la Pau (ICIP) en la conclusión de la sesión, no admite fórmulas. Y es que no las admite porque cada sociedad, en cada etapa histórica, encara el conflicto de formas muy diferentes (¡y como puede en el momento!).
Si intentáramos hacer un ejercicio de introspección (mientras leemos, va bien) y revisáramos si hemos vivido, de una forma u otra, situaciones de conflicto en los últimos días o si somos conocedoras de alguno actual, no habría duda de que, inmediatamente, todas podríamos nombrar más de uno. Pues es evidente que el conflicto circula entre nuestras sociedades. Y esto no es nuevo y tampoco es «cosa de antes». Es una realidad del presente, en gerundio, está pasando. El conflicto generador de fracturas sociales se mueve de un lado a otro y arriba y abajo hasta que topa con una de las tres posibles vías de salida que enumeraba Kristian Herbolzheimer: acaba porque ganan unos y otros pierden (éste sería el peor escenario), continúa y se cronifica, o se impulsa un acuerdo pactado. Sin embargo, tras estos tres caminos hay otro que va a un ritmo más lento, que usa un lenguaje respetuoso, que emerge de una forma menos predecible: es el camino de los procesos de reconciliación social. Y ahora, volvamos a intentarlo, ¿nos resultaría tan inmediato identificar escenas de reconciliación como lo hemos hecho anteriormente con los ejemplos de conflicto? La reconciliación late allí donde nos encontramos todos nosotros y donde conviven víctimas de conflictos. La reconciliación es «la reconstrucción de relaciones rotas por un conflicto: ya sean relaciones horizontales (en la sociedad) como relaciones verticales (con el Estado). Ambas son necesarias después del conflicto violento”.
Kristian Herbolzheimer, un hombre constructor de paz, ha participado a lo largo de su trayectoria en negociaciones y acuerdos de paz. Ha observado el conflicto de cara (escuchando a aquellos que no pueden ser escuchados y acercándose a aquellos que nadie diría que merecen ser escuchados, mirando todo lo que no se quiere ver o que ha quedado enterrado) y es conocedor de cómo, en diversas sociedades, se ha trabajado para obtener tratados de paz. Con todo, habiendo estado junto a la vía de la negociación y el acuerdo, confirma que «los acuerdos de paz no son indicadores de TOTAL reconciliación». De hecho, poniendo sobre la mesa ejemplos de conflictos recientes que se han «resuelto» con acuerdos de paz, nos mostró cómo, incluso en algunos casos, estos papeles sólo consiguen agravar la polarización de una sociedad multifracturada.
Entonces, ¿qué es lo que nos está fallando en los acuerdos de paz? ¿Cómo es posible que un acuerdo de paz firmado no se convierta en motor y generador de procesos de reconciliación? Kristian Herbolzheimer asegura que es así porque nos hemos desviado del enfoque. Porque el zoom lo hemos puesto sólo en una pequeña parte del conflicto y, de rebote, nos hemos hecho ciegos a otro sector que clama y gime de dolor. En muchos procesos y tratados de paz (como Colombia, Filipinas, el País Vasco) se había dirigido el foco sobre el actor armado dejando en la sombra a las víctimas supervivientes. Se evidenciaba en las observaciones que la reconciliación «pasa por una sociedad que a menudo no es la protagonista de las negociaciones, se trabaja y se genera desde la sociedad misma (cuando, por ejemplo, víctimas de un lado y de otro se interrelacionan) y se hace paralelamente con las instituciones (cuando se hacen acuerdos de paz se deben tener en cuenta iniciativas políticas, gubernamentales…)». Un documento oficial, firmado desde una mirada exclusivamente vertical y sin un impulso en la construcción horizontal de la reconciliación, «no sirve absolutamente para nada».
En los últimos treinta años ha habido evolución en este campo en cuanto a las normativas en acuerdos de paz. El argumento hasta ahora dominante, el del «borrón y cuenta nueva», era tan sólo una maniobra que no sólo menospreciaba las heridas de las víctimas, sino que también mantenía impunes a los agresores. Desde iniciativas institucionales se han ido configurando progresivamente cuatro DDHH fundamentales, bajo el convencimiento de que: «no puede haber acuerdo de paz sin reconocimiento de las víctimas«. Hablamos del derecho a la VERDAD, a la JUSTICIA, a la garantía de NO REPETICIÓN y derecho a la REPARACIÓN. Hoy, algunos países ya son una muestra viva de la apuesta por estos derechos. Kristian Herbolzheimer hacía memoria, por ejemplo, de las Comisiones de la Verdad en Sudáfrica, de las investigaciones en Colombia, de casos graves a quien se pide que debían colaborar con la verdad.
«En la construcción de PAZ y, por tanto, en la reconciliación como elemento clave para la paz, siempre hemos puesto más peso a los actores armados y mediadores-estrella». Pero la paz, se construye desde el anonimato, con actos de heroicidad cotidianos, desde el cada día, a través de maestros, de educadores, etc. Requiere de un proceso de reconciliación de las confianzas, de reconciliación de las relaciones rotas, para que las diferencias que hay entre unos y otros se puedan gestionar de forma no destructiva. «En definitiva, recordemos (y recordadme, por favor, cuando a menudo me olvide) que nos debemos el hecho de tratarnos con «CUIDADO: Curiosidad (para entender que el otro piensa de aquella manera), Respeto (para poder acercarnos a una realidad individual-colectiva diversa) y Autocrítica (para no descuidar esta saludable capacidad)».
Bañado sur, Asuncion-Paraguay (2016). Foto cedida por Sol Quiñonez Torres
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