Clara TemporelliJosé Fco. Yuraszeck escribió en este mismo blog sobre la visita del papa a Chile ya finalizado su recorrido andino (Bolivia y Ecuador –julio 2015-, Colombia –septiembre 2017-, Chile y Perú –enero 2018-). Francisco se mostró conocedor de la realidad política, social, económica, eclesial de Sudamérica como compatriota y “profeta” de la Patria Grande –así la nombró con todo el significado de ideal y sueño político que tiene esta expresión-.

En su visita hizo hincapié en dos aspectos de singular importancia -la paz y la unidad-, tanto por los históricos problemas entre el Estado chileno y el pueblo mapuche, como por las mutuas desconfianzas entre Perú y Chile –que motivaron enfrentamientos armados-.

A estas cuestiones generales añadió temas contemporáneos: la situación de los pueblos indígenas, de los inmigrantes, la violencia, la corrupción, la Amazonía y el medio ambiente y los abusos sexuales por parte de miembros de la Iglesia.

Los encuentros con líderes de movimientos sociales, populares, de derechos humanos, de diferentes partes del mundo, para reclamar techo, tierra, trabajo, verdad, justicia, defensa y respeto de la vida en el planeta, crispan a los voceros del neoliberalismo y a su sistema de comunicación, información y propaganda de sus medios hegemónicos.

En Chile la gira fue tensa, con manifestaciones en contra de Francisco y quema de iglesias en un contexto de disminución cada vez mayor de católicos (45%) y la falta de credibilidad en la institución eclesial.

Las grandes agencias trasnacionales de noticias insistieron en el fracaso de la visita, molestos con un papa que no defiende el capital, ni la explotación. Incómodos o temerosos ante su liderazgo y su capacidad de reunir personas en torno a sus ideas y a su figura. Resaltaron unánimemente los aspectos conflictivos de sus encuentros, expresaron su hostilidad, eligiéndolo como blanco a él y a quiénes coincidan con sus propuestas. Toda opinión que defienda los derechos de los heridos del camino podrá asemejarse al mensaje del papa. La prensa señaló la falta de asistencia a lo que Francisco respondió: “eso es cuento chino, ¿eh? Yo de Chile me vine contento, no esperaba tanta gente en la calle […] La espontaneidad de la expresión chilena fue muy fuerte. Incluso en Iquique (norte del país), que yo pensé que iba a ser una cosa muy poquita porque Iquique es un desierto y ustedes vieron lo que fue la gente. En el sur lo mismo. Y en Santiago las calles de Santiago hablaban por sí mismo […] Creo que la responsabilidad del informador es ir a los hechos concretos…”. El obispo Gabriel Barba de Argentina señaló que junto a “Francisco rodeado de su pueblo, hemos podido ver también una realidad paralela, mediática. Un relato distinto de lo mismo. Noticias especulativas y mezquinas. Atentos a parciales intereses. Una realidad paralela que se impone a la mayoría, por la fuerza de los medios” […] “es hora de estar más atentos que nunca para no dejarnos llevar a donde quieren que miremos… y a dónde quieren que distraigamos nuestras miradas”.

Más allá de los medios de comunicación masivos, el papa conocía la grave situación de pedofilia que está siendo investigada y juzgada, por eso ratificó que continúa con su decisión y la del Vaticano de “tolerancia cero”.

Como ya sabemos, en Chile, un caso sensible fue la situación de Fernando Karamina condenado por el Vaticano y la acusación, por encubridor de este sacerdote, del obispo de Osorno Juan Barros. Su presencia en las eucaristías celebradas por el papa causó irritación y desaprobación por parte de diversos grupos. Considero que fue una actitud provocativa del obispo Barros que debió evitar, ya que con ello no ha hecho ningún bien a la Iglesia, ni a la visita papal. Obligó a Francisco a tener que pronunciarse duramente ante una situación de la que no tenía “evidencias” de culpabilidad, que está en proceso de investigación, en la que el Vaticano aún no tiene “pruebas” para una condena. Esta aparente dilatación del juicio resultó incómoda para todas las partes. Francisco reiteró sus disculpas por “si he herido a las víctimas de los abusos con mis palabras en el caso”, se mostró abierto a seguir escuchando y, si es necesario a “cambiar de sentido”. En su viaje de regreso a Roma aclaró: “la palabra ‘prueba´ me jugó una mala pasada… Creo que dije no tengo pruebas’ […] Yo hablaría de evidencias. El caso Barros se estudió… y no hay evidencias […]” “Esto es lo que quise decir: no puedo condenarlo porque no tengo evidencias…”. Pocos días después de finalizada su visita fue enviado el arzobispo de Malta, Charles Scicluna[1] para escuchar los testimonios de las víctimas, de cualquier persona que tenga antecedentes para que los dé a conocer, y recoger las denuncias pronunciadas durante la gira papal.

En Perú, acogido cálidamente por el pueblo, el tema de la pedofilia lleva sobretodo el nombre de Sodalicio de Vida Cristiana, cuyo líder y fundador Luis Fernando Figari y tres de sus líderes, enfrentan una petición de prisión preventiva por parte de la fiscalía y hace más de un año la organización admitió que existieron abusos. Hace casi dos años el papa envió un visitador y dos semanas antes su llegada, el Vaticano envió un comisario de la Santa Sede. Francisco no dejó de hablar de estas situaciones, expresar su dolor y pedir perdón en nombre de la Iglesia; se acercó a los pueblos originarios admirando su cultura, diversidad y cuidado de la tierra; animó a acoger a los inmigrantes (ya no sólo peruanos y bolivianos, sino colombianos y haitianos) organizar su legalidad, evitar entre otras la explotación laboral, la trata de personas. Estuvo en el mar, en el desierto, en la selva amazónica, en las ciudades, en la cárcel de mujeres, en universidades, en centros de acogida a los más vulnerables… Ha hecho miles de kilómetros, soportando frío, calor… como peregrino y pastor que ama a su pueblo, que enfrenta el conflicto, que reconoce cuando se equivoca, aclara para reparar e intenta rectificar.

Francisco es una persona que se muestra al mundo sin máscaras, traduce el lenguaje teológico en lenguaje de vida cotidiana para que todos comprendan su mensaje. Cree en el pueblo de Dios. Cree en la fe de ese pueblo y de ella se alimenta. Cree en el pueblo fiel y con él camina. Cree en el pueblo pobre y con él se alegra y lucha. Desde la perspectiva de las heridas de los frágiles integra las diversas realidades y culturas, reza, se acerca, acompaña, discierne y anima a convertirnos al Evangelio, pues es lo que permite que las reformas estructurales y la renovación eclesial tengan peso y solidez.

Su teología del pueblo de Dios, es eclesiología, es antropología o teología de la sociedad y la cultura, es pastoral dirigida a todos (Mt 28,19); es teología de la inculturación y de la piedad popular que trata de asumir la idiosincrasia de cada cultura. De ahí su acercamiento a pueblos diversos, pues trata de conectar con cada uno desde su cultura y desde los valores presentes en ellas. Su profundidad espiritual y doctrinal queda plasmada en sus documentos, palabras, y acciones.

Desde su mirada política, se pregunta “¿qué sucedió en esta Patria Grande que estaba buscando un camino hacia ella, y que en pocos años está sufriendo bajo un capitalismo liberal deshumanizado, donde se endeuda a la gente?”.  Chile que ha llevado adelante una política liberal ha reducido la pobreza del 40% al 11%… El papa ante esta situación considera que “debemos estudiar bien los casos de políticas liberales […] Algunos países de América Latina han puesto en marcha estas políticas que los han llevado a la mayor pobreza […] En general una política liberal que no involucre a todo el pueblo es selectiva y lleva hacia abajo”.  Vinculado a este tema aparece “la corrupción a la que considera “virus social”, al que le teme más que a otros pecados, pues vicia el alma y el cuerpo, en este aspecto entran y entraron hombre y mujeres de Iglesia, en todos los tiempos.

El papa de los pobres, de la ecología integral, de la misericordia, tiene un singular carisma basado en su testimonio vital, en sus  gestos espontáneos, en su sentido del humor, como en su seriedad y responsabilidad de guía y pastor de toda su Iglesia. Ante el paso de Francisco y la exclamación de los peruanos en las calles: “¡Panchito no te vayas!”, vimos brillar la paz y la alegría del Evangelio.

***

[1] Charles Scicluna, especialista en indagar casos de abusos cometidos por sacerdotes.

francisco

Imagen extraída de: T13

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Doctora en Teología y religiosa de la Orden de la Compañía de María Nuestra Señora. Además de publicar diversos libros y artículos, ha trabajado en villas de emergencia realizando trabajo pastoral y de promoción humana con los más desfavorecidos. Ha sido directiva y docente de diversos niveles educativos -incluida la docencia universitaria- y ha ejercido cargos de gobierno y formadora en su congregación.
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4 Comentarios

  1. Me alegra sobremanera que la periodista vea esas cosas maravillosas en el Pontífice y las expresa con tanta vehemencia. Me gustaría muchísimo más que fuera ciertas. Que además, el Papa no opinaria sobre si fueron pocos o muchos los asistentes aquí o allí. Y, sobre todo, que su doctrina fuera sólida. Por ceñirnos a lo de pruebas y evidencias. ¿No hay nadie que le diga a Francisco que evidencias es anglicismo (evidences) para designar pruebas?. Evidencia, en español, es otra cosas, es lo manifiestamente verdadero por sí mismo.

  2. Me parece maravillosa la sensibilidad del Papa con las realidades de los países latinoamericanos, pero el artículo tiene ese «tufillo» a izquierda revolucionaria, a ese germen de hambre, desigualdad e injusticia que viene rebotando desde la fallida Revolución Cubana; la que tiene a Venezuela, por ejemplo, en la peor crisis de su historia.
    Me hubiese gustado un lenguaje que exprese en el fondo evangélico la justicia social y la dignidad humana, pero sin la constante crítica al neoliberalismo disfrazada con esos discursos de izquierda revolucionaria latinoamericana que, me perdona, no han servido de nada donde se han aplicado. Creo en algo nuevo, en el Evangelio como referencia, no en ideologías.

  3. Clara: he leído tu nota y me gustó mucho tu defensa de Francisco, papa, hermano y compañero. ¡Cuánto depende de él. de su palabra, de su mensaje, la posibilidad de un mundo mejor! Es el único que hoy dice lo que dice, con la garantía de su ejemplo. ¡Que el Señor proteja al hermano Francisco!
    Te mando un beso, Ricardo»

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