Antoni Soler Ricart. En el marco de un seminario sobre los cambios profundos que estamos viviendo, aparece el tema de la crisis del modelo europeo de las últimas décadas, basado en el llamado estado del bienestar. Inmediatamente a todos nos surgen las preguntas sobre si este estado del bienestar es sostenible, si no habremos ido demasiado lejos, si podemos seguir pidiendo al Estado que dé cobertura a tanta demanda, en definitiva, nos preguntamos por los límites del estado del bienestar.
En este punto, me viene a la memoria un artículo de Alfons Banda, que hace poco he leído en el libro L’ombra de la pau (La sombra de la paz), una magnífica recopilación de algunos de sus escritos, siempre lúcidos, que nos invitan a ir un paso más allá. Por cierto, este libro editado por el Institut Català Internacional per la Pau y Fundipau, en el primer aniversario de su muerte, se presenta públicamente justamente hoy.
La respuesta del Alfons es clara: «no hay límites, hay opciones». Las opciones previas, muchas veces inconscientes, son las que dictan las preguntas, que no son en absoluto neutrales. Dicho de otro modo, las preguntas que formulamos delatan las opciones previas, que a menudo quedan escondidas ya que forman parte de la ideología dominante y, por tanto, del ambiente que respiramos.
Fijémonos en el cambio de perspectiva que obtenemos si empezamos a cambiar las preguntas: ¿Es sostenible mantener los paraísos fiscales? ¿Ha de tener límites la acumulación de riqueza en unas pocas manos? ¿Es sostenible el gasto militar exorbitante? ¿Podemos permitirnos continuar con estas emisiones de dióxido de carbono? ¿O con la explotación de recursos no renovables? ¿Es sostenible una economía basada en un crecimiento ilimitado? ¿Habría que poner freno a la economía financiera especulativa?
Preguntarse por los límites del estado del bienestar supone aceptar que hay otras prioridades que el bienestar de las personas y que éste puede ser sacrificado a aquellas prioridades. Seguramente hay muchas cosas a cuestionar antes que el estado del bienestar, o, volviendo a citar a Alfons, «¿es que el estado democrático tiene alguna otra función que garantizar el bienestar de los ciudadanos que lo forman y lo mantienen?».
Se nos ha ido imponiendo una ideología como si fuera una ley inmutable. De acuerdo con ella, todo debe estar supeditado al negocio, y si el estado del bienestar nos hace menos competitivos, habrá que limitarlo o privatizarlo para hacer de él también objeto de negocio.
¿Pueden tener límites la justicia y la dignidad de las personas?
Imagen extraída de: ATTAC
Dardo certero al corazón de tanta retórica desplegada al servicio de la injusticia.
“és que l’estat democràtic té alguna altra funció que garantir el benestar dels ciutadans que el formen i el mantenen?”.
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