Oscar Mateos[Revista Treball ICV] Es muy habitual escuchar a algunos tertulianos, políticos o académicos, aquello de que “el 15M no consiguió nada” o bien considerar que, más allá de la efervescencia de aquellos días de mayo de 2011, la presencia del 15M fue del todo efímera y puntual. Bajo mi punto de vista, esta interpretación adolece de una mirada considerablemente cortoplacista y reduccionista, en al menos cuatro sentidos.

En primer lugar, porque esta manera de interpretar la realidad parece estar sólo interesada en el número de personas que están en una plaza o en una manifestación determinada, obviando así uno de los rasgos característicos de los movimientos sociales actuales, como es, tal y como recuerda Manuel Castells, el “binomio red-calle”, es decir, la simultaneidad y complementariedad que se produce entre el espacio físico y el virtual.

En segundo lugar, porque, más allá de conquistas políticas concretas (las que han existido), movimientos como el 15M han conseguido crear un “clima” social que ha puesto letra a una música que sonaba, una letra que ha hecho “envejecer” algunas instituciones políticas, y sobre todo ha interpelado su esencia, donde si bien es cierto, hay quien ha querido tomar nota y quién no. O si no, ¿cómo hay que entender la voluntad de porosidad de algunos partidos de izquierdas a los movimientos sociales, o bien el auge de las “primarias” o de debates como la transparencia política?

Tercero, fruto de este clima y del despertar de una conciencia ciudadana, que en muchos casos estaba dormida, el 15M ha contribuido enormemente a un proceso de repolitización social que ha ayudado a agrietar el pensamiento hegemónico neoliberal, contrarrestando su “sentido común”, visualizando la existencia de alternativas o amplificando otras iniciativas y movimientos como las PAHs o las “mareas” ciudadanas.

Y, finalmente, y quizás de manera más importante, ¿no hay que entender todo el ciclo de protestas que tiene lugar desde 2011, y que van desde la “Primavera árabe” hasta Occupy Wall Street o las de Brasil y Turquía, como el punto de partida de algo y no como un simple acontecimiento puntual? ¿No comparten todas estas protestas, más allá de las características socioculturales y sociopolíticas estrictamente internas, una serie de elementos comunes, que van desde repertorios de acción similares hasta demandas de mayor democratización, justicia social y reapropiación de lo común? ¿No han sido históricamente los movimientos sociales la expresión de valores sociales emergentes y los encargados de anticipar los cambios sociales?

Cada uno de estos interrogantes da pie a un debate denso y complejo, pero lo que parece claro es que una aproximación constructiva a todo apostaría por entender todos estos movimientos no tanto como una anécdota sino como un poderoso mensaje que hay que saber interpretar a cada instante.

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Imagen extraída de: Todo es posible

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1 COMENTARIO

  1. 15M han aconseguit crear un “clima” social que ha posat lletra a una música que sonava, una lletra que ha fet “envellir” algunes institucions polítiques, i sobretot ha interpel·lat la seva essència, on si bé és cert, hi ha qui ha volgut prendre nota i qui no. O si no, com cal entendre la voluntat de porositat d’alguns partits d’esquerres als moviments socials, o bé l’auge de les “primàries” o de debats com la transparència política?

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