Jesús Renau. ¿Por qué hay todavía tanta gente convencida que la crisis que estamos sufriendo se debe a problemas tecnoeconómicos? Es una idea generalizada, una interpretación interesada, un pensamiento que paraliza, un engaño y una posible trampa.

Hay problemas técnicos en el mundo económico. Evidente. Pero la causa de la crisis va más allá de la técnica.

Más allá de la técnica, se encuentra la ética, la justicia, la moral… existe la persona humana y sus derechos. Más allá de la técnica están los valores del bien común, la defensa y promoción de la libertad. Más allá de la técnica se encuentra la naturaleza y sus ritmos, el derecho, la dignidad, la democracia y el corazón humano. La técnica en sí misma puede ser un bien,  una posibilidad de progreso, una importante ayuda para vivir mejor. Pero el fin es la persona, la comunidad, la sociedad, la humanidad entera.

La técnica puede ayudar a una vida mejor, a salvar vidas, a sanar, a hacer que nos sintamos más cerca unos de otros… Pero también puede dar lugar a artefactos de muerte, tortura, corrupción, ganancias injustas… causa de profundas explotaciones humanas y de un empobrecimiento colectivo. Pero el problema no es la técnica, el problema somos los humanos. Si el problema somos nosotros, también en nosotros debemos encontrar la solución.

“Ella estaba en el principio con Dios. Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe. En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres” (Jn 1, 2-4)

La meditación de este fragmento del prólogo del evangelio de Juan no solamente nos habla de que en la creación de la Palabra de Dios, el Verbo, que se encarnó en Jesús, estaba en el momento inicial en que aconteció la realidad material y vital. Habla también de que en toda la realidad está la presencia de Jesucristo, como una luz, un camino, una fuerza y un destino de todo lo que existe, particularmente del ser humano y la comunidad humana. Más allá de la técnica está Él.

El Jesús de la Bienaventuranzas, del servicio a los pobres, los enfermos, los explotados, los marginados y pecadores. El Jesús de la compasión, del perdón, del “volver a empezar” y de la renovación continúa. El Jesús del consuelo, de las palabras del corazón, de la mirada comprensiva. El Jesús de la justicia, de la humanización de la ley, de la austeridad de vida, de la fraternidad y de la comunicación de bienes. El Jesús del Reino de Dios, de los cambios radicales a favor de una nueva humanidad donde la técnica tenga su justo lugar: humanizar y no arruinar, crear y no destruir, facilitar y no explotar, repartir y no acumular. Jesús de la vida, de la felicidad, de la comunión con la naturaleza, con las personas, con Él y con el Padre.

Seguramente estamos empezando una nueva posibilidad de cambio profundo que desde el corazón de cada uno ha de ir transformando esta sociedad decadente, militarizada y esclavista. Ya notamos la brisa que será el viento fresco del mar, el viento del Espíritu, que todo lo renueva: pero no sin nosotros, no sin que estemos tú y yo, no sin que estén los que nos rodean.

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Encontraréis más reflexiones de Jesús Renau aquí.

Imagen extraída de: Impossibilia

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Jesuita. Profesor de Teología Espiritual en el ISCREB. Director Espiritual del seminario interdiocesano. Miembro de Cristianisme i Justícia y del equipo de pastoral del Casal Loiola de Barcelona. Autor de artículos y publicaciones sobre la dimensión social de la espiritualidad y temas educativos.
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