José I. González Faus. La Vanguardia. La pelea en torno a la subida de impuestos se engresca. La discusión coincide este mes con la semana contra la pobreza que se celebra del 13 al 18, en un mundo con mil millones de famélicos. Vale la pena juntar ambos datos, dejando nuestras peleas particulares donde Zapatero engaña prometiendo grabar sólo a los más poderosos y gravando luego a las clases medias; y Rajoy continúa con sus bellas frases sin contenido, tan sonoras como huecas y tan bien cinceladas como vacías. Es mejor rebobinar el debate hasta la propuesta inicial del sr. Blanco a primeros de septiembre: una subida de impuestos a partir de los 60.000 € de ingresos (unos 750.000 contribuyentes decía él), para invertir en obras públicas creando empleo, no meramente para dar subvenciones. Dos millonarios del PP protestaron que eso era una agresión ¡a los trabajadores! A ellos se sumó luego Rajoy con la misma música, pero de él no puedo asegurar que sea millonario: pues en la tele (Tengo una pregunta para usted), se negó a contestar la pregunta de cuánto ganaba.

Mis reflexiones arrancan de aquel primer planteamiento que recoge el punto de partida del llamado “estado del bienestar”.

1. En la demagogia del PP hay algo importante. Una subida de impuestos será estéril si no va acompañada de mayor persecución del fraude fiscal (donde España está a la altura de su selección futbolística); de austeridad en gasto público y coches oficiales; y de arbitrar formas de control ciudadano sobre el destino de lo recaudado por el estado. Pues bien: somos el primer país del mundo en coches oficiales, más que EEUU, Alemania o Francia… Y, sobre el control del gasto, un diputado gana unos 4000 € que con dietas y demás estipendios llegan casi a 6000; y ese sueldo no les viene asignado por el mercado de trabajo en el que tanto creen, sino que ¡se lo adjudican ellos!

2. La crisis económica se parece a la gripe A: una pandemia de la cual se sale, y sólo resulta mortal para quienes tenían otras dolencias previas. La economía española es uno de esos pacientes que contraen la gripe teniendo otra enfermedad. Por eso, la propuesta de Zapatero de crear otras fuentes de riqueza, llega tarde: ¡eso debió haberlo hecho cuando estábamos en la burbuja y él presumía de adelantar a Italia! no ahora cuando estamos en la UVI.

3. Es muy injusta la teoría del goteo (“cuando la copa de los ricos se llena a rebosar, las gotas que caen dan de beber a los pobres”). Los millonarios no pueden pedir que los hambrientos esperen a que haya más riqueza y entonces podrán comer. Lo razonable es que esperen los millonarios y, cuando ya coman todos, podrán ellos enriquecerse más. Creer que si los muy ricos tienen más, dedicarán esa riqueza a crear puestos de trabajo, es desconocer interesadamente la naturaleza humana.

4.- En España hoy, las rentas del capital tributan todas por igual; y la presión fiscal es de las más bajas de Europa. Según la moral cristiana los impuestos han de ser “progresionales”, o sea: progresivos (quien tiene más contribuye con un porcentaje mayor) pero cada vez menos, para no llegar al cien por cien. En 1891 una encíclica nada progre enseñaba: “la raza de los ricos, como se puede amurallar con sus propios recursos, necesita menos del amparo de la autoridad pública; el pueblo pobre, como carece de medios con que defenderse, necesita apoyarse mucho en el patrocinio del estado… Toca a los gobernantes beneficiar a esas otras clases sociales y aliviar en serio la situación de los proletarios. Y esto en nombre del mejor derecho y sin la más leve sospecha de ingerencia: pues el estado debe velar por el bien común como su misión propia” (RN 22 y 23). Eso repetía en 1965 el Vaticano II: “al estado toca impedir que se abuse de la propiedad privada en contra del bien común” (GS 71). Fundamento de esta enseñanza es que, cuando alguien tiene cubiertas sus necesidades, el dinero que le queda ya no es suyo sino de quienes lo necesitan. Por eso el cristianismo primitivo (cuando no había un estado capaz de distribuir) enseñaba que la limosna no era una caridad supererogatoria sino una obligación de estricta justicia.

5. Esa moral es, para un católico, tan obligatoria como la del aborto. Pero con la moral católica hace la sociedad (¡y la misma Iglesia!) una curiosa selección. Hace 70 años Pío XI denunció que muchos católicos “aparentemente fieles en el cumplimiento de sus estrictos deberes religiosos, luego, en el campo del trabajo, industria, profesión, comercio o funciones públicas, por un deplorable desdoblamiento de la conciencia, llevan una vida contraria a las normas de la justicia” (DR 56). Y de aquel documento sólo quedó que el papa “condenaba el comunismo”.

6. Cuidado con los impuestos indirectos que afectan a todos por igual. O mejor: afectan mucho más al pobre usuario del Centro Arrels (que no tiene en la vida más gratificación que el tabaco que fuma), que al propietario de un yate que no se resiente mucho si le suben la gasolina. “Salta a los ojos de todos que, en nuestros tiempos, no sólo se acumulan las riquezas, sino que también se acumula una descomunal y tiránica potencia económica en manos de unos pocos (QA 105). Esto se dijo en 1941: ¿cabe una democracia política en una tiranía económica?

7.- Sorprende que algunos se quejen de que “se vacían las arcas del estado” para ayudar a los que no tienen, y no se quejaran cuando esas mismas arcas se vaciaron para salvar a los piratas que nos habían saqueado.

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Amarillo esperanza
Anuario 2023

Después de la muy buena acogida del año anterior, vuelve el anuario de Cristianisme i Justícia.

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Jesuita. Miembro del Área Teológica de Cristianisme i Justícia. Entre sus obras, cabe mencionar La Humanidad nueva. Ensayo de cristología (1975), Acceso a Jesús (1979), Proyecto de hermano. Visión creyente del hombre (1989) o Vicarios de Cristo: los pobres en la teología y espiritualidad cristianas (2004). Sus últimos libros son El rostro humano de Dios,  Otro mundo es posible… desde Jesús y El amor en tiempos de cólera… económica. Escribe habitualmente en el diario La Vanguardia. Autor de numerosos cuadernos de Cristianisme i Justícia.
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