Troisième Leçon de Ténèbres à 2 voix

Autor: François Couperin

Fecha: s. XVIII

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Es obvio que la música con funciones litúrgicas abundan desde todos los siglos. El tiempo de Cuaresma y la Semana Santa son propicios para que los compositores pongan en marcha su creatividad. Las músicas son de lo más variadas, predominando el todo meditativo y la urgencia al arrepentimiento, que es lo que el tiempo cuaresmal nos propone entre otras cosas.

Para la Semana Santa existen muchísimos tipos de obras. Basta destacar las magnas pasiones de Bach. Incluso para el Viernes Santo, día de reflexión y de especial silencio por la muerte de Cristo, también cuenta con un repertorio muy amplio.

Para el Triduo Pascual (Jueves, Viernes y Sábado Santos) existe una música muy interesante que son las Lecciones de Tinieblas, que ha sido fuente de música desde varios siglos atrás. La primera hora canónica (maitines) de esos tres días estaba formada por tres nocturnos, cada uno formado por tres salmos, con sus respectivos versículos y responsorios. Tradicionalmente, los compositores han prestado más atención al primer nocturno, cuyo texto (que son las lecciones) está tomado del libro de las Lamentaciones de Jeremías. Antiguamente la Semana Santa no daba pie a demasiadas posibilidades de escuchar música por lo que solía acudir mucho público a los templos para escuchar esas lecciones de tinieblas. A veces había tanta audiencia que por cuestiones prácticas se decidió trasladar el oficio a la tarde del día anterior. De ahí que en muchas ediciones de música y grabaciones encontremos lecciones de tinieblas para el miércoles, el jueves y el viernes.

La puesta en escena era espectacular: conforme avanzaba la música se iban apagando poco a poco las quince velas (representando a Cristo, las tres Marías y los once apóstoles) de un gran candelabro, llamado tenebrario, se iban apagando hasta que al final el templo quedaba iluminado por un único cirio representando a Jesús. A veces, ese momento final se hacía más intenso golpeando el suelo o los bancos, e incluso dando golpes en la Biblia cerrada, de forma que se escuchase un sonido que imitase al sonido del terremoto que ocurrió tras la muerte de Cristo en la cruz.

A lo largo de la historia han existido diversas dinastías de compositores, como los Bach, los Scarlatti, los Gabrieli o los Couperin. A un miembro de esta última vamos a dedicar nuestra atención.

Es François Couperin (1668-1733), compositor y organista nacido en París. Fue quizá el compositor más influyente de su época y tomó la influencia de Lully y la acompañó de la italiana. Su padre le enseñó a tocar el órgano y con solo diecisiete años fue nombrado organista de San Gervasio en París. En 1693 empezó a trabajar tocando el órgano para la capilla del rey Luis XIV, compartiendo el puesto por trimestres con Buterne, Nivers y Lebègue. En 1719 fue nombrado clavecinista del rey.

Es posible que Couperin compusiese un juego completo de todas las lecciones de tinieblas, pero hoy día solo se conservan las tres del Miércoles Santo (que serían las del jueves, como hemos visto). Es más, solo tenemos las lecciones y no los responsorios. De las tres, las dos primeras son para una voz y la tercera es para dos voces, siempre acompañadas del bajo continuo.

La música religiosa de Couperin que conservamos (poca) estaba destinada a ser interpretada en Versalles, aunque la de hoy quizá no. Estas lecciones de tinieblas forman parte de la escasísima música religiosa suya que fue publicada mientras vivía, apareciendo en las imprentas entre 1713 y 1717. La tercera lección es espectacular y las tres voces tienen un sabor italiano muy destacado. Donde realizan unos melismas más bellos es en las letras hebreas ya que no es texto propiamente dicho. El texto de las lamentaciones es cantado de una forma más sobria, pero sin perder su intensidad. La idea original de Couperin es que interpretasen las voces dos sopranos; luego dio instrucciones para que pudiesen ser cantadas por otro tipo de voces. Así, escuchamos ariosos, recitativos en estilo declamatorio y casi momentos que parecen extraído de alguna tragedia lírica (es decir, de las óperas barrocas).

La música tiene un carácter muy personal. Las letras hebreas (en este caso empezando por yod) sirven de una increíble preparación para la declamación del texto de las lamentaciones, en el que le profeta nos narra la caída de Jerusalén, metáfora del cuerpo de Cristo que también caería muerto en la cruz. Cada una de las lamentaciones terminan con la frase Jerusalem, Jerusalem, convertere ad Dominum Deum tuum, que se inspira en el profeta Oseas. Siendo como es una obra breve, debido a sus características, bien puede ser catalogada como una de las obras vocales más importantes del barroco.

Parece ser que ese uso de las voces femeninas en las tres lecciones se debe a que las obras iban dirigidas a la real abadía de Longchamp. El mismo Couperin escribió lo siguiente en el prefacio de la obra: «Hace ya algunos años que compuse tres Lecciones para Viernes Santo a petición de las religiosas de Longchamp, donde se cantaron con éxito. De aquí que, hace pocos meses, decidiese componer Lecciones para el Miércoles y el Jueves Santos. Sin embargo, por lo pronto, solo presento las tres para el primer día, ya que no tengo tiempo suficiente desde ahora y la Cuaresma para hacer imprimir las otras seis. La primera y la segunda de cada día serán siempre para una voz, y la tercera será para dos voces. Por consiguiente, serán suficientes dos voces para interpretarlas; aunque la voz está escrita en clave de soprano cualquier otro tipo de voces puede cantarlas, sobre todo considerando que todos quienes hoy en día saben acompañar saben también transportar la música. Si al público le agradasen, presentaré las otras seis, tres cada vez. Si al acompañamiento del órgano o del clave se le puede añadir una parte de bajo de viola o de violín, el resultado sería aún más efectivo».

Desgraciadamente no contamos con las obras que faltan. Afortunadamente disponemos de las tres para el miércoles, especialmente de la verdadera joya que es la tercera.

[Imagen de freestockcenter en Freepik]

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Nacido en El Puerto de Santa María (Cádiz), es licenciado en Matemáticas por la Universidad de Granada. Es profesor de esa asignatura en el colegio de los jesuitas de El Puerto, donde también fue alumno. Desde pequeño le ha gustado la música clásica y se aproxima a ella desde el punto de vista aficionado. La vivencia de la espiritualidad ignaciana, con la que lleva en contacto toda la vida, y de los Ejercicios Espirituales le ha llevado a escribir el libro Acompañados por Bach, sugerente por cuanto permite disfrutar de la música de Bach desde un punto de vista novedoso.
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