“Nada tiene más sentido que el amparo y la generosidad”/ “El mal es muy profundo pero la bondad aún lo es más”/ “Desde siempre, las personas sencillas saben que vale la pena resistir.”
Estas son algunas de las frases subrayadas en mi ejemplar del libro La penúltima bondad: ensayo sobre la vida humana de Josep Maria Esquirol. Me lo compré un domingo en el mercado de libros de Sant Antoni, y ahora que Isaac Llopis –profesor de secundaria y estudiante del Iscreb- nos propone un grupo de lectura entorno a esta publicación, lo recupero.
Como diría el escritor Antonio Muñoz Molina es una lectura “subversiva, rompedora, radical, y aun así, escrita con naturalidad”. Ensayo que hace reflexionar sobre los “infinitivos esenciales” del ser humano: vivir, pensar y amar.
“La lectura de este libro supone un acto de resistencia íntima, la subversión de lo sereno”, continúa Antonio Muñoz Molina cuando dialoga con Josep Maria Esquirol durante la presentación del libro en la Editorial Acantilado.
Isaac Llopis anima participar en el grupo de lectura porque sabe que la tripulación se embarcará en una filosofía próxima y, desde la cual, se analiza y describe, de una forma muy poética, la vida. “Haremos un repliegue, sentiremos sintiendo, mejoraremos como personas”. Y continúa: “Empezamos el 12 de febrero, podéis inscribiros en la secretaria del centro, escribe un e-mail a secretaria@iscreb.org”, invitándome a venir.
Son páginas llenas de conmoción, deseo, creación, amistad, revolución y agradecimiento, idees sobre las que vuelvo, pasando hojas hacia delante y hacia atrás. La central “vivimos en las afueras”.
Vivir en las afueras
Las afueras es el territorio donde Josep Maria Esquirol nos sitúa. Unas afueras recibidas como un regalo. Un lugar donde no existe la categoría de plenitud o perfección. Se nos invita a pensar en lo humano sin la categoría de plenitud. Tanta perfección y plenitud supondría nuestra desaparición, los humanos somos imperfectos y tenemos una vibración que proviene de nuestra pasión, deseo. En la plenitud se apagaría la vida misma, no habría movimiento, existiría quietud, desaparecería esta vibración, la vida humana. Tal y como nos hace saber en una entrevista aparecida en Núvol: “Utilizo la imagen de las afueras, unes afueras sin ningún centro, porque me van bien explicar que la situación de los humanos no es fácil ni llana, ya que supone obstáculos y dificultades, e incluso pena y sufrimiento, pero también permite alegría, gozo y sentido. ¿Por qué es mejor esta ambivalencia que una supuesta perfección? Porque cuando sitúas el ser humano en una hipotética plenitud e intentas describirla, te das cuenta de que esta nos lleva a un callejón sin salida. La perfección acaba siendo inhóspita y asfixiante.”
“No nos han expulsado de ningún paraíso. Siempre hemos estado fuera. En verdad, y por suerte, aquí el paraíso es imposible. Nuestra condición es la de las afueras. Unas afueras muy singulares, pues no están definidas a partir de ningún centro. Aquí, en las afueras, la génesis y la degeneración, la vida y la muerte, lo humano y lo inhumano —ya que sólo el humano puede ser inhumano—, la proximidad y la indiferencia. Aquí, en las afueras, vivir es sentirse viviendo. Aquí, en las afueras, no hay ni plenitud ni perfección. Pero sí afección infinita —misterio— y deseo. Aquí, en las afueras, el mal es muy profundo, pero la bondad todavía lo es más. Aquí, en las afueras, lo que más importa no son los inicios inmemoriales, sino el suelo, la base. Aquí, en las afueras, nada tiene más sentido que el amparo y la generosidad. Aquí, en las afueras, cuesta muchísimo moverse medio palmo en la buena dirección. Es el medio palmo hacia la comunidad fraterna que vive. Aquí, en las afueras, no sólo vivimos, sino que somos capaces de vida. La condición humana es la de las afueras del paraíso imposible.”
La bondad tiene raíces más profundas que las del mal…
***
Nota: Lectura relacionada con este libro: La resistencia íntima. Josep Maria Esquirol parte, en este primer ensayo y previo a la de la La penúltima bondad, del concepto de intemperie, donde los unos necesitan de los otros. En la La penúltima bondad, tal y como explica la editora Sandra Ollo, el autor desarrolla un poco más esta idea poniendo palabras como generosidad y generación sobre la mesa.
Imagen extraída de: Pixabay
Todos somos imperfectos y en cierto sentido, en mayor o menor medida, discapacitados.Por lo tanto, humildad y nada de soberbia.