¿Cómo lograr la redención después de cometer unas atrocidades para las que aparentemente no hay perdón posible ni sería justo recibirlo? Este es el tema de la película El Hijo de Saúl que László Nemes nos ofrece de manera brillante. Este director húngaro nació en 1977 pero creció y se formó en París. Su amplia formación y cualidades le llevaron por el camino de la novela; por ello ha participado también activamente en el guión de la película. Incluso la “música”, si puede llamársele así (veremos porqué), es obra suya también.
La película entronca con su propia biografía porque él mismo perdió a la familia de su madre en los campos de concentración nazis.
Son muchas las películas que hemos visto aparecer sobre los campos de concentración. Cada una según una óptica distinta: La Lista de Schlinder, El Pianista, La Vida es Bella, El Niño con el Pijama de Rayas, Los Falsificadores, La Zona Gris… Cuando pensábamos que era difícil decir algo nuevo apareció El Hijo de Saúl. Es inevitable para el espectador ponerla en relación con La Zona Gris. De hecho, tienen muchas similitudes: las dos están filmadas en tonos grises, las dos nos introducen en la óptica de los sonderkommandos (literalmente, comandos especiales), los judíos que colaboraban con los nazis en los campos de concentración para meter a sus compañeros en las cámaras de gas, y las dos tratan el tema de la redención o salvación interior de estos hombres que se sienten muertos pero que luchan por arañar unas horas, días o semanas al tiempo. En las dos películas aparece al final una figura blanca, angélica, de niño, como símbolo de que es posible esperar contra toda esperanza y de que la misericordia de Dios es capaz de acoger incluso a los más grandes criminales. Las dos películas son extremadamente duras porque nos introducen en el ámbito de la capacidad de deshumanización absoluta del ser humano. El Hijo de Saúl ahonda tanto en este aspecto, incluyendo el ritmo mismo (lento) del relato, que es menos fácil y agradable de ver para el espectador. Premios, sin embargo, no le han faltado: Oscar a la mejor película de habla no inglesa y Gran premio del Jurado de Cannes, además del Goya y del César a la mejor película extranjera.
¿Qué añade El Hijo de Saúl a La Zona Gris? Dos cosas en mi opinión. Una tiene que ver con un aspecto cinematográfico y otra con la temática.
La película se distingue por filmar, cámara en mano, casi siempre desde la espalda del protagonista perteneciente a un sonderkommando. De esta manera el director quiere filmar no tanto “lo que pasa” sino “lo que ve”, y por tanto, cómo lo ve y cómo lo siente. Es decir, El Hijo de Saúl nos introduce como ninguna otra película en la conciencia interna de los prisioneros. La película transmite toda la angustia del protagonista sin mostrar casi nada, sin imágenes escabrosas. Esa cámara en movimiento continuo acaba agotando al espectador para introducirnos dentro del personaje. Con esta misma intención, utiliza una apertura extrema del diafragma del objetivo para enfocar el primer plano, la espalda del protagonista, y difuminar los cuerpos muertos y desnudos de sus compañeros gaseados. El símbolo es impresionante: cuando uno llega a estas situaciones límite, ¡qué fácil es no verse más que a uno mismo!, ¡qué fácil no preocuparse más que de la propia subsistencia! ¡Es imposible ver realmente los rostros y las individualidades de los muertos si uno quiere continuar sobreviviendo, si uno está decidido a continuar haciendo ese trabajo hasta que los nazis le quieran reemplazar por otro sonderkommando! Es preciso hacer de las víctimas una “masa” de gente y no personas o individuos concretos, con un nombre y una historia.
Para introducirnos aun más dentro del protagonista, el director ha decidido no incluir más que una pieza musical. La sobriedad alcanza también al oído, y no solo a la vista (que muestra casi todo desenfocado). El sonido de la película consiste en todos los ruidos que oye el protagonista. Se oye el óxido de las puertas, los metales, los cepillos limpiar y rascar el suelo, la respiración jadeante… y, por supuesto, los gritos en la cámara de gas, tras el golpe de la puerta cerrada. En la película no se ve nada, pero se oye todo. La única canción de toda la película aparece cuando Saúl va al sector de las mujeres que están trabajando. Ahí aparece la luz, con color y una canción que ellas están escuchando. Al hablar brevemente con una de ellas, Saúl siente como un consuelo interno. ¡El amor es color y música!
La segunda novedad respecto a La Zona Gris es el modo por el que el protagonista busca la redención personal: intentando enterrar a un niño que podría ser su hijo según el ritual religioso judío. El espectador queda contrariado por la aparente absurdidad de arriesgar la propia vida para “salvar” a un muerto mediante el ritual religioso. ¿Por qué no haberse arriesgado para salvar a vivos y en cambio hacerlo con alguien que ya está muerto, aunque sea un niño? El absurdo todavía se hace más intenso cuando los mismos judíos (incluido un rabino) le dicen que para la salvación post-mortem no es estrictamente necesario el ritual. Saúl, sin embargo se empeña en buscar por todo el campo de concentración a un rabino que conozca bien el ritual y las oraciones que se pronuncian en los entierros. De esta manera, la película consigue entrar en el sentido del rito religioso que va mucho más allá de la lógica humana o de su sentido práctico. Esto es cierto aun más en el contexto judío donde no se intentan justificar los mandamientos y prescripciones de Dios buscando en ellos beneficios para la salud en las normas alimenticias o en las normas de pureza. Se han de cumplir no porque sean saludables sino porque simbolizan la fidelidad a la Alianza tal como Dios lo determinó en la Torah.
La sonrisa final del protagonista (y con esto no estoy diciendo cuál ha sido el desenlace) nos transmite que la redención del atormentado por su propia conciencia es posible cuando es capaz de hacer un ejercicio de absoluta generosidad que está fuera de toda lógica: intentando dar vida a un muerto inocente adquiere la vida verdadera alguien que se considera ya muerto, aunque tenga vida biológica.
Imagen extraída de: RTVE