Actualmente, nuestras músicas navideñas abarcan un arco bastante amplio. Van desde algunas sofisticadas a otras muy convencionales. ¿Acaso no suena casi por doquier All I want for Christmas is you de Mariah Carey? Además están nuestros tradicionales villancicos, que casi poco a poco se van perdiendo y que se están reduciendo a ser escuchados en fiestas escolares y poco más.
En épocas más antiguas, la música navideña abundaba también en muchos formatos que inevitablemente se han perdido y ya son irrecuperables. Otros, felizmente, los tenemos entre nosotros, con grandísimas obras que podemos disfrutar, gracias especialmente a las grabaciones y a la recuperación de instrumentos y técnicas originales.
Una de esas magnas piezas es sobre la que voy a hablar hoy, al igual que de su compositor, uno de esos que siempre nos maravilla cuando escuchamos sus composiciones.
Se trata de Johann Sebastian Bach, nacido en Eisenach en 1685 y fallecido en Leipzig en 1750. Su vida transcurrió yendo de puesto en puesto buscando un lugar en el que desarrollar su carrera y que estuviese bien pagado, aunque me da la impresión de que casi no estuvo totalmente satisfecho en ningún sitio. En Leipzig es donde estuvo más tiempo, haciéndose cargo del puesto de cantor de Santo Tomás, que también le obligaba a dar clases de latín. Durante su tiempo era muy apreciado como compositor, pero sobre todo como un extraordinario organista. Incluso era llamado para examinar instrumentos y aconsejar en su construcción. Al final de sus días su música cayó algo en el olvido y empezó a considerarse como pasado de moda. Parece ser que Mozart dijo la famosa frase «Bach es el padre. Nosotros somos los hijos», pero no teniendo a Johann Sebastian en mente, sino a su hijo Carl Philipp Emanuel.
Sin embargo, la música de Johann Sebastian Bach es tan profunda y abarca tanto que es normal que su carrera constituyese un punto final (¿o seguido?) por lo que tenía de perfección. Compuso una gran cantidad de música, gran parte de la cual se ha perdido y la gran mayoría de ella era funcional: sus cantatas fueron compuestas para ser interpretadas en la liturgia de cada domingo y en otras celebraciones y sus pasiones lo fueron para la Semana Santa. Entre sus composiciones para órgano encontramos muchas de carácter pedagógico destinadas a la formación de sus alumnos, en especial para su hijo Wilhelm Friedemann, a quien su padre recomendó como organista de la iglesia de Santa Sofía de Dresde y para cuyo puesto se encargó de formarlo personalmente de una forma concienzuda.
Bach es, por así decirlo, un compositor local en el sentido de que nunca salió de Alemania. Excepto por alguna estancia y viaje en su juventud, su vida transcurrió entre las regiones de Turingia (en la que nació) y Sajonia (en la que murió). Era un profundo admirador de otro gran sajón como era George Frideric Handel, que nació en Halle a unos noventa kilómetros de Eisenach, sin embargo, nunca llegaron a conocerse en persona. Se dice que Bach llegó a decir: «Handel es la única persona a la que me hubiera gustado ver antes de morir, y la única persona que me gustaría ser de no haber sido Bach». (Parece ser que Mozart respondió, al conocer esa frase: «En verdad yo podría decir lo mismo sobre mí si se me permite decirlo en una palabra»).
No hace falta decir que Bach compuso mucha música para la Navidad, ya sea tanto en forma de cantatas como de música para órgano. Las fiestas eran siempre propicias para ello, pero siempre hay que tener en cuenta que todo estaba concebido desde un punto de vista litúrgico: las cantatas para las celebraciones y las piezas para órgano para ser usadas al comienzo y al final de las mismas.
Una de sus composiciones más conocidas para ese tiempo es su Weihnachtoratorium, BWV 248 (Oratorio de Navidad, BWV 248). Es una obra peculiar por cuanto está dividida en seis cantatas, pensadas para ser interpretada en días distintos: 25 (nacimiento de Jesús), 26 (anuncio del nacimiento a los pastores y 27 de diciembre (adoración de los pastores), 1 de enero (la circuncisión y el bautismo de Jesús), primer domingo del año (viaje de los reyes magos) y 6 de enero (adoración de los reyes magos). El estreno de la obra fue en Leipzig y se hizo de forma duplicada (cantatas primera, segunda, cuarta y sexta) en Santo Tomás y en San Nicolás (los dos templos de los cuales estaba al cargo de la música), y la tercera y la quinta solo en San Nicolás. Por tanto, las congregaciones de cada templo no escucharon el oratorio completo, sino solo aquellas cantatas de los días a los que asistieron. Sí sonó íntegramente en San Nicolás, pero quien fuera solo por la mañana o solo por la tarde a la celebración litúrgica solo escucharía ciertas cantatas. A pesar de todo, Bach parece que sí pretendió que el oratorio completo tuviese una unidad: además de que la historia gira siempre en torno a palabras bíblicas, la tonalidad evoluciona alrededor de re mayor, especialmente indicada para el uso de trompetas, cosa que hace en las cantatas primera, tercera y sexta.
La composición y la estrucura de la obra es algo compleja ya que Bach reutilizó música de otras cantatas, curiosamente de origen secular quizá con la intención de ser interpretadas en la iglesia. El autor del texto es desconocido aunque todo indica que podría ser de su colaborador Christian Friedrich Henrici (alias Picander), seguramente que con indicaciones del propio Bach. Como es habitual, a la narración, que es cantada por el evangelista, se le unen una serie de recitativos, arias y coros y, cómo no, de corales luteranos con melodías conocidas por su uso diario en la liturgia y algunos de su cosecha. La narración se hace mediante recitativos, que hay de dos tipos: secco (solo acompañados por el continuo) y accompagnato (con otros instrumentos), también mostrando a la vez el gusto por lo antiguo y lo nuevo. Sin embargo, no encontramos un desarrollo dramático puesto que los personajes no dialogan entre sí. Ni siquiera aparecen personajes con nombre, excepto el ángel en la parte segunda y Herodes en la sexta. Lo demás es solo un desarrollo del discurso bíblico.
No sabemos si hubo otra interpretación (ni completo ni de cantatas sueltas) durante la vida de Bach, excepto esa de 1734-35. Parece claro que cayó pronto en el olvido y no fue escuchada casi en el siglo siguiente, cuando en 1857 se redescubrió en Berlín bajo la dirección de Eduard Grell.
Afortunadamente, hoy tenemos a nuestra disposición una multitud de grabaciones para disfrutar la pieza como se merece. No es aventurado afirmar que, con Bach, la Navidad adquiere otro sentido muy especial.
[La Natividad de Piero della Francesca, extraída de Wikimedia Commons]