El libro Diálogos sobre «Dios». Crítica racional y convicción de fe, atea y creyente, recientemente publicado en la editorial PPC, resulta de lectura agradable y sugerente. Los autores escriben divinamente.
El capítulo de Alejandro Sota repite sustancialmente la posición de R. Dawkins. Sigue su paradigma epistemológico verificacionista, sin tener en cuenta las aportaciones filosóficas en este campo de K. Popper, Th. Kuhn y Lakatos, quienes critican precisamente el verificacionismo neopositivista. Los datos científicos que aporta resultan de interés y razona de modo muy claro y preciso. Pero le falta rigor en la conceptualización lógica y metafísica. Es un capítulo muy bueno en la aportación de los datos científicos, pero débil en la argumentación lógica y metafísica. En su argumentación se hallan paralogismos y falacias, como las siguientes: «Si la premisa es errónea, la conclusión también lo es» (Falacia de negación del consecuente) (p. 25), y al final del capítulo está otra: «No existe evidencia de ningún ser más allá del proceso evolutivo» (p. 55) (una variante de la petición de principio o dialelo, porque, para poder sostener la proposición enunciada, tendría quien la enuncia que estar más allá del proceso evolutivo, lo cual, según quien la enuncia, no es posible). ¿Cómo puede saberlo sin ir más allá del proceso evolutivo? Cuando etiqueta a los teólogos de sofisticados o de prestidigitadores dialécticos, ¿no debería también calificar de este modo a los filósofos de la religión, y, en general, a los filósofos que han sostenido el teísmo o el deísmo en sus diversas formas? ¿Calificaría de este modo a Aristóteles, a Spinoza, a Kant y a los filósofos budistas y taoístas? Y ¿no debería calificar también igualmente a no pocos científicos cuando concluyen que Dios no existe precisamente en base a una prestidigitación dialéctica, carente de rigor metafísico?
El capítulo más hondo y elaborado es el de Jesús Martínez Gordo. En este capítulo resulta fundamental la distinción entre agnosticismo metodológico y metafísico (pp. 59-60) Resultan lúcidas y luminosas las síntesis sobre el teísmo jesu-cristiano, el deísmo panenteísta y la caracterización del misterio como unidad paradójica de la realidad astrofísica, protobiológica y antropológica, constatable a partir de las evidencias científico-positivas, así como las expresiones «regularidad asimétrica», «materia legiforme» y «mismidad excéntrica» que muestran ciertamente la mayor consistencia racional de sostener que algo o alguien se encuentra en el origen del cosmos, transparentándose en él. Es, en el fondo, lo que queremos decir cuando decimos «Dios». El deísmo panenteísta se expone a partir de Spinoza. Surge como interrogante en este punto, y, ¿por qué no a partir del panenteísmo de Nicolás de Cusa, quien concibe a Dios a partir de nociones y modelos matemáticos?
El capítulo de Manuel J. Tello no contiene apenas aportaciones en el debate sobre la consistencia racional del teísmo, al no entrar directa y explícitamente en la cuestión de Dios y de los presupuestos filosóficos de su existencia. Muestra, eso sí, con claridad la conciliación y reconciliación entre la ciencia y la religión, desde el modelo epistemológico, subyacente al pensamiento de A. Einstein.
Las páginas finales (192-194) del capítulo-entrevista a Javier Madrazo son un buen colofón del libro, al sintetizar en forma de tesis cómo la hipótesis «Dios» tiene más consistencia racional que la contraria, y al hacerlo, desde el periplo vital y existencial de Javier Madrazo, experto navegante en los procelosos mares de los entornos antiteístas.
En estos tiempos de increencia e indiferencia religiosa se agradece y se invita a la lectura de este replanteamiento de la cuestión de Dios, en un libro breve, y con un precio muy asequible, para dialogar con las nuevas formas de ateísmo, mostrando la mayor razonabilidad del teísmo jesu-cristiano.