Jubilate Domino omnis terra, BuxWV 64

Autor: Dieterich Buxtehude

Fecha: 1690

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En el fondo, toda música compuesta con algún trasfondo religioso está elaborada para alabar a Dios. Parte de la no religiosa también, pero quizá afirmarlo podría ser más osado sin conocer ciertamente las intenciones de quien la ha compuesto. Puesto que me voy a centrar en una composición religiosa, la obra de hoy puede afirmarse que fue compuesta por su autor para alabar a Dios y, de paso, mover las conciencias de los oyentes para elevar una oración al Creador.

Hay compositores que, además de ser extraordinarios maestros, han sobrevivido llevando a sus espaldas alguna que otra anécdota, bastante curiosa en el caso de hoy, como veremos.

El maestro que va a hacer que nuestro espíritu se eleve para presentar nuestras peticiones a Dios es Dieterich Buxtehude (1637-1707), compositor alemán nacido probablemente en Helsingborg y fallecido en Lübeck. En realidad, debería haber dicho que es un compositor germano-danés, puesto que la localidad de nacimiento es de Dinamarca (actualmente en Suecia), siendo su nombre original Diderik. Empezó a estudiar con su padre y pronto su ocupó del órgano de algunos lugares no demasiado importantes hasta que, debido a la muerte de Franz Tunder, terminó ocupándose de los teclados del de la iglesia de Santa María de Lübeck, uno de los templos más importantes del norte de Alemania.

Aquí aparece la anécdota a la que antes hacía referencia. Aunque no es del todo cierta, se ve que era una práctica frecuente en la época. A los pocos días de ser nombrado organista de ese templo se casó con Ana Margarita Tunder, hija menor de su predecesor. La anécdota no sería demasiado llamativa si no fuese porque Bach, de alguna forma, es su continuador. Años más tarde, viajó a pie (unos cuatrocientos kilómetros) a Lübeck para empaparse del arte de Buxtehude. El viejo maestro escuchó al joven tocar el órgano y le ofreció ser su sucesor en el instrumento de Santa María. Sin embargo, le puso una condición: debía casarse con su hija, también llamada Ana Margarita (y que tenía treinta años más que Bach, que rondaba los veinte). Bach lo rechazó, aunque ciertamente no podemos saber si era porque no quería casarse con la mujer o, sencillamente, no le apetecía quedarse en el norte de Alemania, a pesar del prestigio del puesto.

Volviendo a Buxtehude, sus ocupaciones eran tocar el órgano en los servicios religiosos de la mañana y los vespertinos dominicales, en los que aprovechaba para interpretar sus obras, esas verdaderas catedrales que cobran sentido cuando suenan a través de los tubos del órgano. También interpretaba otro tipo de música religiosa y podemos afirmar que su fama se debe a música que sonaba fuera de las iglesias.

Efectivamente, se encargó de dirigir unos conciertos llamados Abendmusiken (algo así como «Música de la tarde»). Tunder los dirigió en días laborables, pero Buxtehude los pasó a los domingos. En ellos interpretaba música religiosa dramática, a modo de óperas, pero con contenido religioso. Buxtehude terminó prácticamente haciéndose cargo de casi toda la música de Lübeck, algo similar a lo que Bach terminaría haciendo en Leipzig.

Entre los discípulos de Buxtehude tenemos a Nicolaus Bruhns (otro gran organista) y Pachelbel le dedicó una obra. En 1703 Handel también viajó a Lübeck para visitar al maestro.

Tras fallecer, fue enterrado en la misma Marienkirche, junto a su padre y a cuatro de sus hijas.

Vamos a escuchar una bella composición suya titulada Jubilate Domino omnis terra, BuxWV 64. Es una pieza (un motete con texto del salmo 98) que debió de ser compuesta teniendo en mente intérpretes más que solventes, dada la dificultad de las líneas, especialmente la de la voz y la del instrumento solista. En este caso, escuchamos una viola de gamba, una voz de contratenor y el continuo. Algún musicólogo ha sugerido que la elección de la viola puede deberse a la alusión a la lira que encontramos en el texto.

La música tiene una gran influencia italiana y podemos decir, así de forma rápida, que es una sonata y tres pequeñas arias entre las que se intercalan los correspondientes recitativos. Precisamente, el recurso al que acude Buxtehude es el del contraste, que va encadenando a lo largo de las distintas secciones. Tanto instrumento solista como la voz exploran los registros agudos y graves de sus respectivas tesituras, lo que a su vez contribuye a esa variedad buscada por Buxtehude. Es de destacar el inicio de la intervención de la voz (tras la sonata inicial puramente instrumental), en la que, sorprendentemente, imita a una trompeta, que no hace sino cantar una bella alabanza a Dios, tal y como nos dice el texto del que toma las palabras.

La escritura es en todo momento brillante y tanto la voz como la viola dialogan, de forma que el sonido tan aterciopelado que tiene el instrumento de cuerda parece una voz más que responde al cantante. Las palabras del salmo que sirve de base para la obra son:

Aclama al Señor, tierra entera;
gritad, vitoread, tocad.
Tañed la cítara para el Señor,
suenen los instrumentos:
con clarines y al son de trompetas,
aclamad al Rey y Señor.

El júbilo y el gozo que describen estas palabras está perfectamente llevado a la música por este maestro alemán, en esta obra que puede decirse que es su composición religiosa más interpretada, y todo ello con justicia.

[Imagen extraída de Wikimedia Commons]

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Nacido en El Puerto de Santa María (Cádiz), es licenciado en Matemáticas por la Universidad de Granada. Es profesor de esa asignatura en el colegio de los jesuitas de El Puerto, donde también fue alumno. Desde pequeño le ha gustado la música clásica y se aproxima a ella desde el punto de vista aficionado. La vivencia de la espiritualidad ignaciana, con la que lleva en contacto toda la vida, y de los Ejercicios Espirituales le ha llevado a escribir el libro Acompañados por Bach, sugerente por cuanto permite disfrutar de la música de Bach desde un punto de vista novedoso.
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