Imagine el lector esta escena: un hombre colgado de un árbol, ahogándose. Llega justo con la punta de los pies al embarrado y resbaladizo suelo para evitar la asfixia mortal. Un macabro baile de esos pies le mantiene con vida. Sólo se escucha el jadeo del hombre que se ahoga.
El director de 12 años de esclavitud nos tiene ante esta terrible escena unos interminables y agónicos minutos que no se acaban nunca. Pero lo peor es que alrededor de este macabro espectáculo, a unos metros, la vida continúa como si nada. Nadie interviene. Nadie se da por enterado de lo que sufre esta persona. Nadie se atreve a hacer algo tan fácil como cortar la cuerda de la que pende esta persona. Nadie se atreve a hacer algo tan difícil como cambiar un sistema que condena y mata a las personas tan caprichosamente.
12 años de esclavitud, recientemente premiada con el Oscar a la mejor película, es un film realmente duro que nos habla de la terrible situación de los esclavos en el sur de Estados Unidos hace tan sólo 150 años. Hace solamente cinco o seis generaciones. Una película en la que parece que hasta los árboles lloran, con sus hojas que caen como lágrimas en los preciosos paisajes que muestran el contraste entre la belleza de nuestro mundo y la brutal insensibilidad que pueden llegar a tener las personas.
Cuando se ve, al principio del film, cómo el protagonista, un hombre de color, es un violinista virtuoso y lleno de cultura, de buenos modos y honestidad, uno llega a creer, cuando lo secuestran para llevarlo al sur y venderlo como esclavo, que tal vez sus cualidades personales le salvarán. Pero no. Su arte, sus dotes personales y su virtuosismo, sólo sirven para amenizar los estúpidos y burlones bailes que los amos obligan a hacer a los esclavos para divertirse.
Lo más terrible de esta magnífica película es que no hay escapatoria de la situación de injusticia e inhumanidad que se vive allí. Muestra con toda su crudeza cómo, cuando un sistema social establece un modo de pensar determinado, que da por buenas unas cosas y criminaliza otras, nadie puede hacer nada para protestar para cambiarlo. Nadie se atreve a ir a liberar a ese agonizante hombre colgado del árbol. Se arriesga a ser también colgado, como él. Se vive con el miedo a romper ‘la ley’ establecida, por muy inhumana que sea.
En la película, tiene que ser alguien de fuera el que venga a sacar al protagonista de este infierno sin salida. Desde dentro del sistema no hay escapatoria. Desde dentro del sistema parece ‘evidente’ que los esclavos son propiedad de los amos, son las ‘máquinas’ que tienen para trabajar la tierra y para hacer negocio. El argumentario de ese ‘pensar común’ es que los esclavos no son personas, sino la propiedad productiva de unos honrados y trabajadores productores de algodón. En todo caso, si los esclavos se consideran como personas, no son sujetos de derechos tan básicos como la libertad y una vida digna. El derecho a la propiedad es el que prevalece por encima de todo. Ha habido un contrato de compraventa, y tiene que haber unas leyes y un sentir común que garanticen que ese contrato se cumplirá, y que la propiedad se podrá conservar. Si no, ¿qué caos se organizaría? ¿Cómo podría ser próspera la sociedad de Louisiana si el modelo productivo se rompe?
Alguien decía, comentando esta película, que el protagonista, finalmente liberado, es como un ‘anti-Moisés’: en lugar de liberar al pueblo esclavizado, se va y huye dejando a los demás en la situación infernal en que vivía. Pero no es del todo cierto. Para liberar a esas personas, nuestro hombre tiene que salir de allí, tiene que explicar lo que ha vivido, tiene que concienciar a mucha gente, de fuera de ese sistema de valores y de pensamiento infernal, para que se puedan cambiar las cosas. [Se puede leer el libro en el que se basa la película aquí]
Bien, hasta aquí la película. Tal vez nos podemos preguntar, a partir de ella, algunas cosas. Tal vez podamos sacar algunas lecciones de esta película:
− La horrorosa escena del hombre agonizante colgado del árbol mientras la vida sigue igual a su lado, ¿tal vez simboliza algo que se está viviendo hoy, en nuestra sociedad, en nuestras ciudades? ¿Qué personas, qué colectivos, qué realidades están como ese hombre, agonizantes, mientras el resto sigue su vida como si nada, por miedo, por comodidad, por no complicarse la vida, o porque el sistema es tan fuerte y tan coercitivo que no parece posible hacer nada para cambiarlo?
− ¿Hay, tal vez hoy también, algunas ‘certezas’ establecidas en nuestro modelo económico y social, que provocan las injusticias, la dualización social, la exclusión y el olvido de tantos/as? ¿Qué ‘certezas’ justifican la pérdida de tantos derechos sociales, laborales y familiares, que ya nos parecen como ‘inevitables’ o ‘normales’, o un ‘costo necesario’? ¿Cuáles son esas ‘certezas’? Y yo, ¿estoy también convencido de que ‘no hay alternativas’ y de que nuestro sistema es ‘bueno’ y ‘el único posible’?
− Nuestro protagonista tiene que ‘salir’ y tomar distancia para poder intervenir de un modo efectivo para transformar el pensamiento establecido y consensuado en esa sociedad. ¿De qué maneras de pensar y de qué modos de vivir debemos ‘salir’ para poder intervenir transformadoramente en nuestra sociedad? ¿No es cierto que las voces proféticas de ayer y de hoy hablan con la libertad del que toma distancia respecto los intereses y las ‘certezas consensuadas’ de la sociedad que denuncian? ¿Qué voces proféticas tenemos hoy? ¿Qué voces disuenan hoy del ‘main stream‘ del discurso social, político y económico, y proponen nuevas perspectivas más justas, más humanas, más dignas, más fraternales? ¿Les doy algún valor? ¿Las escucho y participo? ¿O tal vez soy de los que, con una sonrisa condescendiente, tildan a esas voces de ilusas y poco ‘pragmáticas’ o poco ‘rigurosas’? Yo, ¿de qué lado estoy?
Imagen extraída de: Claqueta
Un punto de vista interesante, que afortunadamente se distancia de ese sentir global de estar frente a una gran película sin preguntarse qué es realmente lo que está planteando y con qué nos confronta. Felicidades. Les animo a leer mi propio análisis: Esclavitud y engaño «12 años de esclavitud», un film-trampa. Gracias !) http://goo.gl/ojtrbN
Apreciado Jonathan,
gracias por tu comentario y por la referencia a tu magnífico análisis de la película. La verdad es que veo que te fijas más que yo en el protagonista, Solomon, y desde ahí sacas tus conclusiones. Como me parecen muy buenas, y complementarias con las que planteo en este Post, con tu permiso las reproduzco para que los lectores las encuentren enseguida. En efecto, tú te fijas en la responsabilidad – o la inhibición- de Solomon para sacar a sus compañeros/as de esa situación. Yo me quedaba más en la idea de que el sistema tiene tal fuerza que esa posibilidad ‘heroica’ era imposible. El sistema realmente es un sistema cerrado y sin escapatoria. Por eso a mí me gusta remarcar el hecho de que hay que tomar distancia para poder cambiar ese sistema.
Éstas son tus conclusiones que reproduzco aquí:
[Cita de: http://bibliasfera.net/meinformaronmal/12years/pdf/12years.pdf%5D:
«Quiero creer que 12 años de esclavitud es en realidad un film que nos confronta con la esclavitud, que aparentemente nos muestra lo que es, pero en realidad quiere mostrarnos lo que somos nosotros o lo que podemos llegar a ser (o no ser) en función de cuál sea nuestra respuesta personal a ella.
Puede que Solomon Northup sea uno de los peores protagonistas de la historia (aunque gane un Oscar de la Academia), pues de lo único que huyó fue de su responsabilidad. Pero, ¿dice eso algo
acerca de nosotros? ¿Vamos a luchar por combatir la esclavitud en las múltiples formas en que se presenta hoy, o, como él, callaremos y bajaremos la cabeza para no comprometer nuestra propia
seguridad?
Si elegimos esto último, si preferimos subirnos al carro que nos aleje de aquello que no queremos ver, la paz nunca llegará, porque las voces de los que siguen suplicando ayuda, retumbarán en nuestra
mente y corazón hasta el fin.
Y seremos esclavos de nuestra propia indolencia.»
En todo caso, los dos vemos en esta película una llamada a salir de la indolencia, como dices…
− ¿Hay, tal vez hoy también, algunas ‘certezas’ establecidas en nuestro modelo económico y social, que provocan las injusticias, la dualización social, la exclusión y el olvido de tantos/as? ¿Qué ‘certezas’ justifican la pérdida de tantos derechos sociales, laborales y familiares, que ya nos parecen como ‘inevitables’ o ‘normales’, o un ‘costo necesario’? ¿Cuáles son esas ‘certezas’? Y yo, ¿estoy también convencido de que ‘no hay alternativas’ y de que nuestro sistema es ‘bueno’ y ‘el único posible’?
Molt profitosa aquesta reflexió. Preciosa. Moltes gràcies per la llum que suposa.
Todavía no he visto la película, aunque conozco el tema. Ojalá sirva para que los espectadores se vean reflejados, cada uno en su lugar. Cada minuto del día vivimos esa realidad, como es el caso que saltó a los medios de comunicación hace unos días, a través de la denuncia de una chica que asistió a una oferta de trabajo y la prueba era un billete de 50€ al aire, el que lo cogiese se quedaba con el empleo. ¿Nos hubiésemos enterado si no hubiese sido despedida o accidentada? ¿Cuantas barbaridades, humillaciones, innominias están consintiendo las personas que buscan empleo? Hay una película que cada año veo: «Espartaco». Cada año la encuentro más actual, suelo analizarla con algún hecho reciente y este año ya tengo el caso.
Apreciado Lluis:
Muchas gracias por leer mi análisis y por tu generosidad al comentarlo y compartirlo bajo tu artículo. Me gustaría hacer lo mismo (si me autorizas) y añadir tu texto en mi página, porque, como dices, son complementarios. Realmente, cuando vi la película me fui sintiendo enfadado por la forma en cómo está contada, pero al acabar de estudiarla me sentí tremendamente conmovido por lo que tiene que decir (lo pretenda o no) sobre nosotros.
Gracias otra vez y… a cambiar el sistema (desde donde sea).
Conxita:
Me encantaría conocer ese caso reciente que conecta con el espíritu de «Espartaco».
Apreciado Jonathan,
los materiales de CJ se pueden usar siempre libremente, con tal de que se citen, pues de lo que se trata es de que difundan, ayuden a reflexionar para transformar… Sí, los hacemos para que circulen, sensibilicen, muevan!!
Y para tí y para Conxita: ciertamente a veces una narrativa ‘aparentemente neutra y ajena’ de una película hace ver las cosas de la propia vida y ver sus disfunciones… El cine ciertamente ayuda en muchas ocasiones a este ejercicio de reflexión transformadora.
Por meter una cita bíblica que apoya esta idea, es lo que el profeta Natán hace con David tras el adulterio y asesinato que comete para abrirle la mente: es mediante una sencilla historia de un pobre pastor y un rico poderoso que David se indigna…. se ve reflejado. Cf. 2 Sam 12, 1s
Es evident que si llança’m la mirada en l’historia del ésser humà veiem desastres a “punta de pala” Recordo també una pel•lícula –Keimada- que relata l’esclavitud amb tota la seva cruesa. Be, On queda aquí la consciència humana? … i les atrocitats de tot orde en les dictadures (o feudalitats) monàrquiques del segles passats? … i avui en dia què? … on es la consciència? Hi ha qui diu que l’enemic numero u del home sol ésser el mateix home … i asclar que no hem de perdre mai l’utòpica de una societat nova on tots viurem (o viuran) en harmonia i on quedarà desarrelada l’opressió, l’odi. l’enveja etc ,,, però per de prompte hi el que ha,, i d’unidor el que hi ha!!
Hoy también existe la esclavitud, solo que tiene otras formas mas sutiles, pero no por ello menos deshumanizantes, como es el caso de la moda y el materialismo. La gente cree que actúa libremente, cuando en realidad son esclavos de esta manera de pensar, sentir y actuar que se nos impone a través de los medios de comunicación o en el seno de nuestra propia sociedad, entre nuestros amigos y familiares.
En mi opinión, esta es una película muy interesante. Sin embargo, no todos pueden encontrarlo en Internet de buena calidad. Ciertamente pueden verlo aquí: https://verpeliculas.video/ , pero esta es su solución!!!
Y estaba y allí viendo 12 AÑOS DE ESCLAVITUD y sentí que eso vivimos en mi país, personas que se creen dueños de nosotros al punto de decidir dónde y cómo y con quienes no los deudos entierran a sus muertos, y cuando busque las criticas me encontré con lo siguiente, lo cual describe a Venezuela y ese espectador quieto como que no es con él, es el mundo.
Así estamos los venezolanos, ahorcados, asfixiándonos, y con la punta de los dedos de los pies aguantando el peso para no abandonarnos y morir ahogados. Un macabro baile diario entre búsqueda de alimentos, medicinas, paz, seguridad, amor, misericordia, entendimiento, respeto, mientras solo escuchamos a los países decir que quieren que lleguemos a un acuerdo en un dialogo fangoso que se celebra en hoteles y con comidas a la hora.
Así estamos, ante esa terrible escena de un país con una sociedad degradada al punto que dentro de poco veremos cómo se comen a la gente para no morir de hambre, pues ya se ha visto en cárcel venezolana, de allí al extramuros nada falta, porque hay que sobrevivir. Y sentimos que cada día es eterno, que esto no se acaba nunca, que en la esperanza de que sea pronto viene la incertidumbre y la pregunta de todos los días ¿HASTA CUANDO SEÑOR SERÁ ESTO? Pero lo peor es que alrededor de esta macabra realidad de esclavitud en manos de aquel que debería estar SIRVIENDONOS, a unas millas, la vida fuera del país continua como si nada. Nadie interviene. Nadie se atreve a hacer algo tan fácil como ayudarnos a cortar la cuerda de la dictadura. Nadie se atreve a hacer algo tan fácil ayudarnos a cambiar un sistema que condena a un pueblo entero y donde mueren personas caprichosamente por hambre, medicinas que no hay y delincuencia que sobreabunda.
Cuántos años más de esclavitud?