Una de las noticias que más aflora últimamente es el riesgo de una guerra. Para algunos se trata de una noticia anacrónica, ya que llevan mucho tiempo viviendo en guerra. Para otros es una amenaza que atenaza la vida, genera miedo y tras un falso mito de seguridad provoca excusas para aumentar la compra y venta de armas o para aumentar los presupuestos de Defensa.
Hace poco, en una charla en la que estuve, nos decía la activista pacifista Pilar Massana que la seguridad viene marcada por otros aspectos: la sanidad, la alimentación, las relaciones, la educación… Es aquí donde habría que invertir de verdad.
Hace poco, el Centro Nuovo Modello di Sviluppo ubicado en Vecchiano (Pisa) sacó un dosier titulado “Detener las guerras, construir la paz”. En dicho escrito vinculan la paz a más aspectos que el mero no tener guerra. Conviene tenerlo en cuenta.
Este centro lleva muchos años haciendo interesantes análisis sociales, tanto a nivel político como económico. Destaca en él la figura de Francuccio Gesualdi, autor de numerosas obras y artículos.
En este dosier, después de ver los datos que aporta el gasto militar, se preguntan ¿A qué esperamos para construir la paz? Y para responder nos ofrece una serie de puntos que conviene repasar.
- La paz no viene sola. Por eso, el dosier pretende explorar las opciones que hay que tomar en los ámbitos productivo, económico, político y de defensa para construir la paz
- Pacifista por constitución. En el caso de Italia, el artículo 11 es el que marca este aspecto. En el caso de la constitución española conviene recordar que ya en el preámbulo se nos habla de la voluntad de: “Colaborar en el fortalecimiento de unas relaciones pacíficas y de eficaz cooperación entre todos los pueblos de la Tierra”.
- Detener la producción de armas. Las armas son un negocio. En todos los países del mundo, los fabricantes de armas gastan ríos de dinero para obtener decisiones que beneficien a sus negocios. Y es que un país que repudia la guerra no puede producir armas.
- Poner freno a nuestra voracidad. Un punto crucial que trata el dosier es el que se refiere a los recursos, porque el capitalismo aspira al crecimiento. Es decir, el deseo de producir y consumir cada vez más. Pero olvidamos que para producir necesitamos agua, madera, minerales, tierra y muchos otros recursos que son cada vez más escasos en el planeta. Consiste en volver a dar el justo valor a los aspectos afectivo, social, espiritual y, más en general, a los aspectos relacionales que la lógica materialista tiende a eclipsar.
- La transición energética que hace bien a la paz: Las únicas alternativas energéticas libres de conflictos son las energías renovables difusas. Deberíamos preguntarnos si realmente necesitamos toda la energía que demandamos, o si más bien no hemos caído en una vorágine de locura que ha hecho del consumismo el pilar sobre el que se sostiene toda la máquina, no solo económica, sino también social, dado que el trabajo de cada uno de nosotros depende del grado de voracidad consumista que seamos colectivamente.
- No más guerras para asegurar nuevos mercados. Hay que romper la dinámica que asegura que la conquista de los mercados, tanto nacionales como internacionales, debe hacerse mediante la competencia, ya que esto no siempre es posible y entonces las empresas pueden exigir acciones de fuerza por parte de sus gobiernos, si es necesario hasta guerras.
- No más guerras por el predominio económico. Este juego es el que hay de fondo.
- La economía pública como vía de paz. Si queremos salir de las guerras, tenemos que inventar otros sistemas económicos, que ya no se organicen en torno a los intereses corporativos, sino en torno a las necesidades de las personas y con respeto al medio ambiente.
- Vivir la equidad y la cooperación. Estilos de vida más sobrios y formas económicas más públicas son condiciones indispensables de la paz. Pero también necesitamos una comunidad internacional inspirada en la equidad y la cooperación.
- Salir de la cultura del enemigo. Para convencer a los ciudadanos de la necesidad de armarse hay que cultivar la cultura del enemigo. Hay que romper con todo aquello que potencia esta cultura.
- Convertirse a la defensa popular no violenta. La alternativa es pasar a una defensa popular no violenta que no se base en el principio de la fuerza militar, sino en el principio de la fuerza de la no cooperación respaldada por una fuerte motivación política.
- Ministerio de Reconciliación Internacional y Organismos Civiles de Paz. Los conflictos nunca son relámpagos de un cielo despejado. Siempre tienen detrás resentimientos causados por abusos, acuerdos rotos o derechos violados. Ante los conflictos, la mediación debe llevarse a cabo de forma continua con todos los recursos a su disposición. Para ello deben asumirla los gobiernos, pero deben demostrar neutralidad desvinculándose de cualquier tipo de alianza militar.
- Demos voz a la paz. ¿Cómo?
- Mostrar símbolos de paz para no olvidar que el mundo está en guerra.
- Utilizar el ahorro y la pluma —escribir sobre el tema— para debilitar la industria armamentística y ejércitos.
- Tejer redes de paz en el propio territorio.
Nuestro mundo nos necesita para generar una cultura de paz.