En el cuaderno Amigas de Dios, profetas del pueblo (2016) y en el blog de Cristianisme i Justícia voy poniendo por escrito la vida de mujeres cristianas mártires en América Latina y El Caribe.
El 4 de octubre de 2022 se publicó en el blog un artículo sobre la Hna. Isabel Arriola, asesinada en El Salvador el 17 de enero de 1981. Al intentar poner de relieve estas vidas deseo evitar su olvido y las razones de sus asesinatos. La Iglesia salvadoreña, junto al pueblo, sufrió durante los sangrientos doce años de guerra civil (1980-1992) un cruento martirio que ocasionó la muerte de más de 80.000 personas. El Salvador como muchos países de esta región fue arrastrado por la violencia de regímenes militares apoyados por las oligarquías locales, reforzados a nivel financiero, político, militar por EE.UU. y por intereses económicos internacionales.
Marianella García Villas nació el 7 de agosto de 1948. Su padre Mariano García Villas, había ejercido la magistratura en Barcelona. A causa de la persecución en España, se exilió en El Salvador, donde enseñaba Derecho en la universidad de la capital y donde se casó con la salvadoreña Antonia Sanabria, madre de Marianella. La familia formaba parte de la burguesía salvadoreña. Durante su adolescencia Marianella estudió en el Colegio de las Hermanas Teresianas de la calle Ganduxer[1], en el barrio de Sarriá (Barcelona). Al regresar a su país estudió Derecho y Filosofía, formó parte de la Asociación Católica Salvadoreña y con ella reflexiona y discute los documentos del Concilio Vaticano II, de Medellín, textos de Teología de la Liberación y profundiza en conceptos como “injusticia estructural”, “pecado social”, “opción preferencial por los pobres”… Junto a estas reflexiones se da el compromiso directo en favor de los pobres. Comienza a trabajar en una zona de fuerte marginación: “La Fosa”. La miseria que encuentra le obliga a interrogarse sobre sus causas. El estudio de filosofía le ayuda a entender los mecanismos de estas situaciones y a conocer las ideologías liberales que los apoyan; el derecho le permite conocer los instrumentos jurídicos que podrán ayudarla en la denuncia contra las injusticias y en la defensa de los que sufren abusos, violencias y torturas.
En 1970 se afilia a la Democracia Cristiana y en 1974 es elegida diputada de la Asamblea Legislativa. Su actividad en la Comisión Bienestar Público es significativa: visitan los lugares donde se masacra a campesinos por reclamar la distribución de tierras o salarios más justos. En el campo la situación es explosiva: los campesinos se organizan a nivel sindical; los terratenientes se oponen a cada petición de reforma y de cambio. Marianella y los demás diputados ven la violencia de la fuerza represiva puesta en acto por la Guardia Nacional. El trabajo en esta comisión le permite entretejer una fuerte red de relaciones con animadores sociales, comunidades de base, realidades sindicales, familias.
El 24 de noviembre de 1977 la Asamblea Legislativa aprueba la Ley de defensa y garantía del orden público que da libertad a los militares para la represión ante una sospecha o acusación de “subversión”.
Al considerar a la Democracia Cristiana demasiado tibia con respecto a la desaparición de personas, la violencia y represión militar, Marianella abandona el partido. En abril de 1978, constituyó la Comisión de Derechos Humanos (CDHES), con el fin de coordinar la defensa de prisioneros políticos, recoger pruebas y declaraciones sobre las más graves y difundidas violaciones de derechos humanos. Poco tiempo después será su presidenta. Así como se valió de la política, como abogada utiliza el derecho para oponerse a la brutalidad de la dictadura.
Dispone de una cámara fotográfica para documentar lo que sucede, de un cuaderno para recoger directamente las declaraciones y de su voz para denunciar a nivel internacional la situación de represión en El Salvador.
Un factor decisivo para su actividad es el apoyo que desde el inicio le ofrece Monseñor Romero. Otro hecho que da a conocer el accionar de la Comisión es el encuentro con el periodista holandés Koss Koster (asesinado el 17 de marzo de 1982), quien realiza un servicio que se transmite en Holanda por la cadena televisiva Ikon: la realidad de represión emerge claramente. En la oficina de la CDHES hay un continuo ir y venir de personas que denuncian abusos y violaciones, presentan reclamos, piden ser defendidas, solicitan búsquedas por la desaparición de familiares y amigos. El escritor uruguayo Eduardo Galeano escribe:
«Cada mañana, al alba, se ponían en cola. Eran parientes, amigos o amores de los desparecidos de El Salvador. Buscaban noticias o iban a darlas: no tenían otro lugar donde pedir o testificar. La puerta de la Comisión de Derechos Humanos estaba siempre abierta. Se podía entrar también por el orificio en la pared dejado por la última bomba. El ejército no usaba más las cárceles. La Comisión denunciaba al mundo: “Julio: se encontraron decapitados quince niños menores de catorce años que habían sido arrestados bajo la acusación de terrorismo. Agosto: tres mil quinientos civiles asesinados o desaparecidos a principios del año…”»[2].
En un artículo, publicado en el boletín oficial de la Comisión de Derechos Humanos, Marianella explica:
«El gran desafío que nos llega de la historia es el esfuerzo para convertirnos capaces, sin evadir la realidad en que vivimos, de tomar distancia de esta misma realidad e interrogarla, interrogando a nosotros mismos para encontrar respuestas que estén más allá de la superficie de las cosas. Así se pasa de una conciencia ingenua a una conciencia crítica, así se va a las raíces de los hechos y nuestra visión se vuelve más completa y así llegamos a entender las causas y, más allá de las contradicciones, a hacer de lo cotidiano un evento histórico. Este es el saber. Esto se propone nuestra Comisión»[3].
Disminuyen los prisioneros, aumentan los cadáveres
El 12 de mayo de 1978, durante una manifestación de campesinos, la abogada es detenida y conducida por la fuerza a la central de policía. Durante la detención es torturada y violada, violencia sexual infligida sobre todo a las mujeres, señal de virilidad como práctica habitual e institucionalizada por las fuerzas de seguridad y el ejército (quien no lo hace recibe burlas, es ridiculizado y se le califica de impotente)[4]. Al día siguiente, una vez que la dejan libre, por la intervención de dirigentes de la Democracia Cristiana, se dirige a confesar todo a Monseñor Romero. Ella es miembro de la asistencia jurídica de la arquidiócesis. Ante esta terrible historia, el Arzobispo estalla en llanto y sus inesperadas lágrimas logran transformar su deseo de venganza en una mayor determinación por la denuncia de semejantes injusticias y violencias.
En el mes de marzo de 1979, gracias a las presiones de las organizaciones populares y de la Iglesia, es derogada la Ley de defensa y de garantía del orden público. Así, por un lado disminuyen los prisioneros, pero por el otro aumentan los muertos. A cada señal de violación los componentes de la Comisión llegan al lugar indicado para documentar lo sucedido: tienen que llegar antes que la policía, identificar y sacar libremente las fotos a los cadáveres, evidenciar la crueldad perpetrada, las torturas y recoger declaraciones de eventuales testigos. Cada semana Marianella transmite a Monseñor Romero reportajes de lo que ha sucedido en el país. Le proporciona noticias precisas y las circunstancias de la represión, con nombres de los desaparecidos, asesinados, heridos, junto con las indicaciones de las fuerzas militares o paramilitares responsables de tales violaciones, realidades respaldadas a través de las fotografías que logra capturar. El arzobispo prepara su homilía dominical, utilizando las informaciones que le llegan del Socorro o Asociación Jurídica, con el análisis de la situación y con la denuncia precisa y circunstancial de los episodios de violación, homicidios y secuestros. Como sabemos el 24 de marzo de 1980 Monseñor Romero es asesinado mientras celebra la Eucaristía. Un tiro de arma de fuego le llega al pecho. Muere poco después.
La lista de la represión se alarga cada vez más. El 2 de diciembre de 1980 las misioneras estadounidenses: Ita Ford y Maura Clarke, de la Congregación de Maryknoll; Dorothy Kazel, ursulina; y la laica Jane Donovan son detenidas, arrastradas a un lugar aislado, violadas y después asesinadas[5]. Otro episodio que sacude al pueblo salvadoreño.
El 25 de marzo de 1980, la CDHES traslada su actividad a la Ciudad de México a causa de las continuas amenazas de muerte. García Villas expresa:
“…para nosotros que tocamos las heridas, las señales de torturas sobre los cadáveres, para nosotros que recogemos cuerpos sin cabeza, cabezas sin cuerpo y los huesos de nuestros hermanos, para nosotros que hemos fotografiado a las víctimas, para nosotros que hemos escuchado testimonios, el llanto silencioso y anónimo de familiares anónimos de víctimas anónimas, todo esto es un panorama habitual, parte sustancial de nuestra vida, siempre pendiente de un hilo…”[6].
También se empeñó en tener pruebas para documentar el uso de fósforo y napalm contra civiles por parte del ejército en las zonas controladas por la guerrilla. Su objetivo era presentar esta documentación en una de las reuniones anuales de la ONU que se celebraba en Ginebra sobre la vulneración y violación de los Derechos Humanos. Para ello, entró en las zonas de combate a través de Honduras. Entrevistó y tomó fotografías de personas a las que les había caído fósforo blanco y que habían sobrevivido. Junto a un grupo de habitantes de la zona, se habían reunido en la plaza del pueblo en La Bermuda, cuando se anunció que los helicópteros militares estaban en camino. Según los testigos, todos corrieron a la iglesia a buscar refugio, pero fueron alcanzados por las armas automáticas. Muchos fueron heridos, algunos murieron. Ella quedó tendida en una zanja con una herida de bala en uno de los muslos. Un helicóptero aterrizó y se la llevó. Era el 13 de marzo de 1983, tenía 34 años.
El mayor Roberto D’Aubuisson[7], creador de los escuadrones de la muerte afirmó días más tarde, que Marianella era una líder guerrillera bajo el nombre de Lucía y que había muerto en combate. Gran parte de la prensa internacional dio por cierta esa información. Sin embargo, en la autopsia su cadáver mostraba signos de torturas y varios disparos. En un informe presentado por la organización de Derechos Humanos Pax Christi se afirma que Marianella García Villas fue llevada a la Academia Militar y torturada durante varias horas antes de ser asesinada. Como responsables se vincula al Batallón Atlacatl de la Fuerza Armada salvadoreña.
Fue una mujer creyente y una decidida defensora de la justicia y la democracia que luchó con las armas de la política y del derecho. La colaboración con Monseñor Romero la confirmó en su apuesta por la noviolencia y la denuncia valiente. Con el tiempo y las informaciones falsas, trataron de que fuera olvidada y que su testimonio de vida fuera silenciado. Aun así, sigue viva y presente en comunidades y organizaciones que se ocupan de los Derechos Humanos y de la noviolencia. Por eso es tan necesario rescatar de la memoria histórica a tantas santas y santos del pueblo, porque, aunque a muchos aún les pese, la vida de los pueblos está llena de memoria.
Marianella García Villas supo hacerse cargo de las carencias de campesinos y obreros salvadoreños; supo cargar con la realidad de su tiempo plagada de sufrimiento con su entrega personal y profesional hasta las últimas consecuencias, como San Óscar Romero, el beato Rutilio Grande, Ignacio Ellacuría y tantos y tantas salvadoreñas, a semejanza de Jesús de Nazaret.
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[1] Uno de los primeros trabajos del arquitecto modernista Antoni Gaudí (año 1887).
[2] Palini, A. (2015), Marianella García Villas. Abogada de los pobres y voz de los perseguidos en El Salvador. Ed. Asociación Marianella García Villas, Sommariva del Bosco, Italia p.15.
[3] Ibid, p.15.
[4] Entrevista, a Marianella y sus hermanos por Linda Bimbi y Rainiero La Valle, II Margine, 1984.
[5] Cfr. Cristianismo y Justicia (2016), Cuaderno N° 199, pp. 15-27, Barcelona.
[6] Paladini, A. p.25.
[7]Roberto D’Aubuisson Arrieta, el Capitán Antorcha, fundador del partido Arena, torturaba con soplete, graduado en la Escuela de las Américas de Panamá.
[Imagen extraída de la revista Vida Nueva]