Es común que las diferentes propuestas espirituales actuales no se percaten de una sutil pero importante confusión en sus narrativas: la indistinción entre ego e individuo.

En la era de la psicologización de la espiritualidad, no sorprende que el trabajo en torno al ego se haya convertido en el elemento central en la autocomprensión de las espiritualidades. Lo que antes era uno entre otros tantos elementos de las distintas mistagogías, y no necesariamente el más importante, ahora se ha convertido en la piedra angular y hasta en la única comprensión del camino espiritual. En lugar de ontología, la espiritualidad ha devenido en psicología.

La primera problemática radica en el qué entendemos por “ego”. ¿Significa lo mismo en todas las tradiciones? Si bien “liberarse del ego” parece un común denominador en las enseñanzas religiosas, espirituales y místicas, ¿se entiende siempre en el mismo sentido?

Como primera acepción encontramos el “ego” en tanto que vanidad. Esta definición es asumida por muchas corrientes espirituales actuales, reduciendo la “liberación del ego” a un trabajo que busca reducir nuestra vanidad o soberbia, lo cual es sin duda deseable, pero se queda corto si se compara con la visión de otras tradiciones. Para el psicoanálisis, por ejemplo, el ego se relaciona con la construcción del yo y su propia identidad, siendo algo deseable. Incluso Jung llega a hablar del proceso de individuación como el tránsito necesario en el itinerario espiritual (probablemente parte de la confusión entre individuo y ego provenga del psicoanálisis). Para el yoga, de hecho, no existe un término en sánscrito como tal para traducir “ego”, aunque en ocasiones se utiliza en el de ahamkara o el “yo hacedor” que se identifica con las imágenes de sí mismo o el autoconcepto que surge de aquello que hace. La práctica del yoga no entiende el ego como vanidad o soberbia, sino como una función de la mente que nos identifica con lo que hacemos y pensamos. “Liberarse del ego” en un contexto yógico significa desidentificarnos con aquello que creemos que somos y que cambia con el tiempo según los distintos estímulos y experiencias.

La tradición cristiana tiene muchos nombres para referirse al equivalente homemórfico (paralelo, pero no igual) del ego en otras tradiciones. Juan de la Cruz, por ejemplo, distingue entre el hombre viejo y el hombre nuevo; Thomas Merton lo hace entre el yo y el Yo con mayúscula. En general, lo que el cristianismo quiere expresar es que existe un yo empírico que puede envolverse en su propio sueño de poderío y autosuficiencia (es el argumento del Génesis), creyéndose independiente y no necesitado de Dios ni de la comunidad. Entrar en comunión trinitaria con Dios y con la comunidad, recuperando así nuestro Yo profundo, nos devuelve a nuestra auténtica conformación como criaturas.

En el budismo la cuestión se complica, ya que, a diferencia de otras tradiciones (incluso en el yoga que más allá del ego acepta a un observador o purusha), para el budismo el “ego” es el resultado de una serie de agregados o condiciones que, una vez que se separan, el fenómeno egóico se desvanece. Es como si fuéramos una fórmula química que solo unida se manifiesta, pero si se separan sus componentes ya no podemos hablar de dicha fórmula química. Aun así, el budismo zen, por ejemplo, sí habla de un pequeño yo frente a la naturaleza esencial, búdica, nuestra verdadera esencia.

Un primer y urgente trabajo consistiría en analizar a fondo este amplio abanico de “versiones del ego” en estas y otras tradiciones, con el fin de distinguirlas y no homogeneizarlas. No es lo mismo buscar la desidentificación con tus pensamientos que la comunión con Dios, si bien, a mi parecer y experiencia, se relacionan. Son, sin embargo, equivalentes homeomórficos, ya que ocupan un rol similar en las distintas tradiciones.

Más urgente me parece la necesidad de distinguir entre individuo y ego. Ambos son términos complejos. En el caso del ego, como ya señalé, la actual psicologización de la espiritualidad difumina las fronteras e imposibilita ubicar al ego como algo propiamente espiritual o, en cambio, psicológico. En otras palabras, se superpone el concepto como si tuviera el mismo significado en el yoga que en el psicoanálisis. Esta confusión ha hecho que, mientras que tanto el yoga como el budismo tienen alcances incluso ontológicos, su recepción por occidente los haya muchas veces psicologizado. Cosa muy similar sucede con las técnicas chamánicas que, en sus respectivos lugares y contextos, responden a toda una experiencia y cosmovivencia del universo, mientras que ahora se las utiliza como técnicas psicológicas de autoconocimiento.

Si existe la confusión entre el ego en términos de espiritualidad y el concepto utilizado en distintas corrientes psicológicas, también se ha confundido el ego con el individuo. Como vimos, por “liberarse del ego” podemos referirnos a muchas cosas, pero considero que se ha dejado de lado la especificidad histórica del individuo, confundiéndolo muchas veces con el ego o simplemente no siendo tomado en cuenta.

Retorno a la temática de mis columnas anteriores: la ascética contemporánea. Así como en entradas pasadas hacía énfasis en como Siddhartha Gautama no tenía que vérselas con celulares, o que la custodiam oculorum cristiana tiene un reto enorme con la sobresaturación actual de imágenes, también cabría señalar que Siddhartha no conoció a ningún individuo. La concepción de lo “individual”, tal y como la entendemos ahora, proviene de un largo y no necesariamente claro recorrido. Con todo, difícil negar lo novedoso de la individualidad moderna frente a las anteriores construcciones humanas.

Desde la criminalización del pecado hasta el cogito cartesiano, desde la alfabetización de nuestras mentes hasta la destrucción de los comunes, una serie de acontecimientos fueron posibilitando el surgimiento de lo que hoy entendemos por individuo. El átomo individual moderno no tiene más de unos cuantos siglos de existencia. Los seres humanos pertenecían al colectivo que los conformaba, a su territorio, lengua y creencias. La condición de individuo proviene de una serie continuada de despojos que desmantelaron las raíces que nutrían a cada una de las culturas, dando como resultado el homo œconomicus, prácticamente una nueva especie sobre la faz de la tierra.

Para las y los defensores de lo individual frente a lo colectivo, habría que aclararles que lo individual no es lo contrario a la masa, sino su condición de posibilidad. El individuo no es inédito, particular, sino una cifra más entre otras. Los individuos son intercambiables, forman parte del concepto abstracto de “población” con la que Estados y gobiernos barajean sus políticas desencarnadas. Para poder ser masificados tuvimos que haber sido antes individualizados a través de una vida reducida a calidad de ciudadana, trabajador, empleada, votante, sujeto de derechos; además de catalogados por género, preferencia sexual, raza, creencia religiosa, etcétera.

La ascética tradicional, en su enorme diversidad, hacía énfasis en la liberación del ego. En términos generales, como vimos, esto se traduce como la desidentificación con manifestaciones falsas o ilusorias de lo que somos, ya sea para después reconocernos como hijas e hijos de Dios o atman, purusha o budas. En términos generales, se trata de desvelar las ilusiones a las que nuestra mente y espíritu se han acostumbrado, nublando una condición más propiamente nuestra. ¿Cómo se relaciona esto con la individualidad? ¿Cómo se confunden actualmente ego e individuo?

Mi impresión es que se puede perfectamente trabajar en aras de desidentificarnos con el ego y, al mismo tiempo, mantener nuestra individualidad intacta. Esto explica por qué, a pesar del comprometido trabajo espiritual de muchas personas, se continúa reproduciendo el estilo de vida individualista. Peor aún, explica por qué la espiritualidad puede devenir en individualización.

Cuando la espiritualidad es acrítica, es decir, cuando no toma en cuenta las especificidades de la época en la que vive y no se detiene en examinarse dentro de los distintos contextos, lo que tenemos como resultado son personas y colectivos espirituales volcados a una liberación o salvación abstractas, mientras mantienen su consumo de bienes y servicios modernos sin detenerse a pensar sobre las repercusiones. Trabajar espiritualmente para liberarnos del ego sin tomar en cuenta que en esta sociedad hemos sido formateados y formateadas como individuos, es una acción paralela a utilizar técnicas de la custodia oculorum de hace dos milenios sin considerar la enorme diferencia entre un monje del siglo III en Palestina y un neoyorkino en pleno siglo XXI.

Considero que una ascética y una espiritualidad contemporáneas tendrían que explicitar la necesaria desindividualización, que se distingue de la liberación del ego. Incluso, sería interesante preguntarse si el individualismo moderno no es una manifestación particular del ego, lo cual no restaría importancia a diferenciar ego e individuo en tanto que también supondría un análisis de las condiciones de posibilidad y el modo de comportamiento del individuo. El yogi actual puede desidentificarse de su ego o el budista puede alcanzar el satori, incluso el cristiano puede experimentar la unión con Dios, pero si todo esto se vive en abstracto jamás va a traducirse en un cambio de mundo. De hecho, tengo mis dudas de si dimensiones como el satori se puede si quiera experimentar en abstracto.

[Imagen de Gerd Altmann en Pixabay]

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Filòsof, professor, mistagog i escriptor. El seu camp dinterès és la relació entre la mística i les lluites socials. Col·labora en diferents col·lectius socials, de diàleg interreligiós, espiritualitat i universitats. És autor dels llibres Encuentro, Religación y Diálogo. Reflexiones hacia un diálogo Inter-Re-ligioso (Samsara, 2020) i Impotente Ternura (PalabrasPalibros, 2021), Descubrirte en lo pequeño (Buena Prensa, 2021), Convivencialidad y resistencia política desde abajo. La herencia de Iván Illich en México (CuLagos, 2021), Los llamo amigos (San Pablo, 2022), 7 místicas para transitar los tiempos actuales (Buena Prensa, 2022), El dinamismo místico. Mística, resistencia epistémica y creación del mundo nuevo (Aliosventos, 2022) i Religarnos. Más allá del monopolio de la religión (Kairós, 2023). . Forma part del Grup de Religions i Pau de Cristianisme i Justícia i del Centre d'Estudis de Religió i Societat (CERyS) de la Universidad de Guadalajara, així com de l'Acadèmia de Transcendència i Societat de l'ITESO. També és col·laborador de la Universitat de la Terra Oaxaca, acompanyant espiritual i principiant zen.
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