A finales de octubre, domingo 23 por la tarde, Emmanuel Macron fue uno de los invitados a dirigir la palabra a los presentes en el encuentro anual que, con el título Il grido della pace, este año convoca la comunidad católica mundial San Egidio desde 1987 en la estela del espíritu de Asís (1986). Además de Macron estuvieron presentes otros presidentes como el de la República Italiana, el católico Sergio Matarella, el cardenal Matteo Zuppi, arzobispo de Bolonia y presidente de la Conferencia episcopal italiana que proviene de San Egidio y que el pasado 14 de junio estuvo en Santa María del Mar con la comunidad de Sant Egidi en Cataluña (“queremos leer los libros de las lágrimas, para elegir el camino de la paz y no aceptar la ley de la impotencia”, dijo Zuppi) y el historiador Andrea Riccardi.

Dijo Sergio Matarella en el encuentro que Europa no puede permitirse el lujo de caer prisionera de la precariedad, ni ser incapaz de cumplir su papel natural de garante de la paz y la estabilidad, reivindicando el “espíritu de Asís”; que hay que crear caminos hacia la paz con perseverancia, mediante el diálogo, las negociaciones y el uso de ”la diplomacia en lugar de las armas”; que “la paz no se logra exaltando la guerra y la voluntad de poder”; y que hay que saber escuchar “el grito de sufrimiento y el grito de la paz que viene de las mujeres y los hombres” y traducirlo en actos concretos, según el presidente italiano.

Por su parte, Riccardi sostuvo que deres, creyentes de distintas religiones y humanistas seculares, no encerrados en laboratorio, son los que trabajan por la paz y que las religiones son organismos vivos que recogen los anhelos y están cerca de los dolores, las alegrías y el sudor de las personas.

Como es lógico, Macron fue a ver a Jorge M. Bergoglio, con quien, según La Croix, el diario católico francés, comparten raíces comunes. Macron es antiguo alumno de La Providence, el colegio jesuita de Amiens, y, desde 2018, ha visitado tres veces al santo padre en Roma. Hay buena relación entre ambos. Si Riccardi, antiguo ministro italiano, reclamó “abrir nuevos caminos” con imaginación profética, el presidente de la República francesa se dirigió a las Iglesias y confesiones, siguiendo la trayectoria iniciada en les Bernardins de París. Lo que decía Riccardi recordaba aquellas palabras de Pablo VI en Octogesima adveniens de 1971: “Jamás, en cualquier otra época había sido tan explícito el llamamiento a la imaginación social. Es necesario consagrar a ella esfuerzos de invención y de capitales tan importantes como los invertidos en armamento o para las conquistas tecnológicas” (n. 19; también, nn. 10 y siguientes).

Macron volvió a sorprender a los asistentes: “Me he esforzado por dialogar con el presidente Putin” (la imagen de hace unos meses, antes de la guerra, de una larga mesa creadora de una distancia enrome, sigue proyectando esa distancia) y “cada día me hacía esta pregunta: ¿cómo nos hemos metido en este túnel? Sólo hablamos de victoria o de derrota; he venido hoy para hablar de paz, quizás algo insoportable para los que luchan por su libertad; para algunos, tal vez una traición”. El presidente de la República francesa insistió en que la paz no fuese capturada por el poder ruso. Neutralidad significaría aceptar el orden mundial del más fuerte y éste no puede ser la consagración de un estado de cosas, sino que la paz se ha de construir con quien hoy es el enemigo, alrededor de una mesa, no siendo manipulados por el poder ruso, como lo está siendo la iglesia ortodoxa.

En el discurso de Macron del domingo por la tarde, de más de media hora, algunas palabras fueron repetidas: universalismo, relacionándolo con la dignidad humana, la alteridad y la narración diferenciada y el esencial deber de resistencia de las religiones. Su tono era ágil, distendido. El lenguaje corporal amable. Estaba a gusto ante quienes hablaba. Para Macron ese deber de resistencia debe ejercerse contra los poderes que, muchas veces con altas dosis de revisionismo histórico y de nacionalismo exacerbado, mezclan religión con política. Para Macron, el nacionalismo, que diferenció del patriotismo, es algo del todo inaceptable. Las religiones pueden ayudar a pensar y realizar una vida juntos y a reequilibrar el mundo.

Francisco dijo en el ángelus que “la oración es la fuerza de la paz” y lo repitió en el Coliseo romano el martes 25 de octubre, rezando por “la paz en Ucrania y en el mundo”, junto con los representantes de las iglesias y comunidades cristianas, y de las religiones del mundo. 

[Imagen extraída de Vatican News]

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Jesuïta des de 1990 i prevere des de 1996, és professor agregat d'institut de batxillerat i titular d'universitat, com a investigador i docent de Teologia política, Ètica social, Història de la Filosofia Política i Història de l'Església a la Universidad Loyola Andalucía i altres centres. Va col·laborar a El País i Revista de Fomento Social (com a director entre 2008 i 2018) i col·labora regularment a El Ciervo, Razón y Fe i Religión Escuela, a més d'escriure en alguns blogs. Ha publicat llibres sobre la construcció del consens passiu a Espanya (1934-1937), els cristians de la dictadura a la democràcia (1939-1975) i pedagogia ignasiana (traduït al francès i al portuguès). Membre de Cristianisme i Justícia, d'EIDES i del Centre Internacional d'Espiritualitat Ignasiana de Manresa, col·labora amb l'Institut de Teologia Fonamental i amb l'Institut universitari de Salut Mental. Viu a Manresa (Barcelona) des de 2020.
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