La fiesta judía de Pésaj, la fiesta de la Libertad, tiene su origen en la historia bíblica de los esclavos hebreos en la tierra de Egipto.
En el capítulo 12 del libro del Éxodo aprendemos que los hijos de Israel prepararán juntos esta primera fiesta justo antes de la décima plaga, la muerte de los primogénitos humanos y animales en Egipto. Los israelitas sacrificarán un cordero y pondrán su sangre en los dos postes de la puerta y en el dintel para proteger sus casas del ángel de la muerte. Asarán el cordero y lo comerán con pan sin levadura (matzot en hebreo) y hierbas amargas. En el resto del capítulo 12 y en el capítulo 13, la Torá nos da una serie de detalles que luego se incluirán en la celebración del servicio o el «seder» en las familias judías hasta hoy en dia.
En cuanto a la cuestión teológica de la relación entre Dios y el pueblo Israel, nuestros sabios rabínicos enseñaban que Pésaj demostraba que Dios cumplía su promesa de liberar a su pueblo tras su exilio y opresión en Egipto durante más de 400 años; que Dios protegía a su pueblo de la persecución de un tirano, y que el pueblo se acercaba así a Dios. Al estudiar y aplicar los diversos mandamientos asociados a Pésaj, el pueblo de Israel no sólo se acerca al único Dios, sino que también experimenta la dulzura de la libertad.
Dado que Pésaj tiene lugar en primavera, celebramos no sólo el renacimiento de la naturaleza, sino el nacimiento del pueblo judío y el comienzo de la relación de una «alianza amorosa » entre Dios y el pueblo. De hecho, el libro especial que leemos el sábado de Pésaj es el Cantar de los Cantares que, según el rabino Akiva ( siglo II), debe leerse como una alegoría que describe el amor entre Dios e Israel.
En cuanto a la liturgia que se utiliza durante los siete u ocho días de Pésaj tenemos las prescripciones asociadas a los servicios de la sinagoga, por un lado, y el mandamiento de volver a contar la historia del éxodo cada año a nuestros hijos, por otro.
De hecho, la tradición judía cree que hay que adorar a Dios no sólo a través de la oración, sino en igual medida a través del estudio y el aprendizaje y, por eso, la celebración de Pésaj se configura principalmente como una lección pedagógica en la que se mezclan la historia, la literatura y la tradición religiosa. El manual pedagógico que se utiliza en todos los hogares judíos en la víspera de la fiesta es la «Hagadah» que viene de la palabra hebrea que significa “contar” y está tomada del versículo 8 del Éxodo 13: “Y le dirás a tu hijo…”.
La cena especial durante la cual contamos la historia tanto de nuestra esclavitud como de nuestra libertad se llama el «Seder», que en hebreo significa «orden», y se coloca en la mesa un plato especial del seder que tiene una serie de elementos simbólicos:
- Un hueso de jarrete asado que nos recuerda el sacrificio pascual que se ofrecía en los días del templo, pero que desde el año 70, cuando los romanos destruyeron el segundo templo de Jerusalén, ya no se presenta a Dios.
- Tres piezas de Matsah.
- Una hierba amarga, ya sea lechuga romana o rábano picante.
- Una verdura de primavera como el apio o el perejil.
- Una mezcla de manzanas, canela, vino y nueces que representa la argamasa que los israelitas tuvieron que hacer en la construcción de los edificios para el Faraón.
- Un huevo asado que nos recuerda también un sacrificio especial de la fiesta.
Además bebemos 4 copas de vino que en la tradición judía se asocia con la alegría.
La Matsah o pan sin levadura es el símbolo más importante ya que representa el pan de la aflicción, el pan de los pobres y, al mismo tiempo, representa el pan de la libertad, tal y como explica el libro del Éxodo, capítulo 12, versículo 39: «Y hornearon tortas sin levadura de la masa que habían sacado de Egipto, pues no tenía levadura, ya que habían sido expulsados de Egipto y no podían demorarse, ni habían preparado provisiones para ellos».
Escrito en hebreo y en la lengua vernácula del país, es leído en voz alta por todos los participantes, ya sean adultos o niños. El seder se celebra en la noche de Pascua.
La Hagadá contiene textos de la Biblia, de la tradición rabínica, bendiciones, salmos, gestos especiales… Per ejemplo, en algunas familias sefardíes, el plato del seder se sostiene sobre la cabeza de cada participante para recordar que cada uno de nosotros debe revivir la historia de la opresión y la liberación.
De hecho, una de las declaraciones espirituales más poderosas de la Hagadá es la siguiente: «En cada generación un ser humano debe verse a sí mismo como si hubiera salido de Egipto».
En los últimos años se han introducido nuevas tradiciones en el Seder de Pésaj gracias al movimiento feminista judío. Junto a la tradicional copa de Elías llena de vino (en un momento determinado del seder se abre la puerta de la casa y acogemos simbólicamente a Elías en nuestros hogares. N.B. Según la tradición rabínica, el profeta Elías anuncia la llegada del Mesías) se coloca en la mesa una copa de Miriam llena de agua. Miriam, cuyo nombre hebreo significa “agua amarga”, está asociada a un “pozo mágico” según la tradición. Siguió a los hijos de Israel durante sus 40 años de peregrinación por el desierto del Sinaí. Estas aguas existían gracias al mérito de Miriam y se decía que eran curativas y sustentadoras. La copa de Miriam se ha convertido así en un símbolo de todo lo que nos sostiene a lo largo de nuestros respectivos viajes espirituales.
Por último, Pésaj es una fiesta que celebra el nacimiento o el renacimiento de la identidad judía, un mensaje muy importante para muchos catalanes y españoles que, tras descubrir que descienden de conversos, han hecho un retorno espiritual al judaísmo.
De hecho, en una Hagadá moderna del kibutz Ein Harod (fundado en el valle de Jezreel por pioneros judíos rusos en 1921) se añadió un nuevo texto que destaca la importancia de la identidad. En cada Pésaj uno debe preguntarse: ¿Cuándo nací? ¿Dónde nací? ¿Cuál es la memoria histórica que llevo? Entonces uno debe mirar su “tarjeta de identidad” espiritual e imaginar lo que está escrito en la escritura invisible: «Mis padres nacieron como esclavos en Egipto y yo también estuve allí con ellos».
Por ello, todos los que celebran el Pésaj deben comprender que no podemos celebrar verdaderamente nuestra propia libertad sin pensar en otros pueblos del mundo que luchan por la libertad y la justicia.
[Imagen extraída de Wikimedia Commons]