“Mi niño, no,
el doctor no está,
no mi rey,
no te preocupes cielo, todo va a estar bien…”.
Ser amable:
- adj. Digno de ser amado.
- adj. Afable, complaciente, afectuoso.
Llevábamos varios días con un compañero ingresado en el hospital sin posibilidad de visitarle por la normativa covid. Llamábamos o nos llamaban todos los días. Uno de los días me disculpé por mi insistencia y no pudieron ser más amables conmigo.
Cómo se agradece una mirada cálida, una sonrisa, un “permiso”, un “perdona”, un abrazo (con mascarilla y girando las cabezas)… cuando no andas fino, cuando estás “des-inquieto”, cuando no sabes, cuando no controlas…
Será que me hago mayor y que es Navidad, el Misterio del Dios-Todopoderoso que nace pequeño entre los pequeños, pero de un tiempo a esta parte me llama la atención la amabilidad. La acojo, la agradezco, la disfruto y trato de aplicarme el cuento.
Por San Juan de la Cruz sabemos que es la mirada del Dios de la Vida lo que nos hace amables, “dignos de ser amados”. Siendo indignos, pecadores, dijo San Pablo, nos amó Dios. Dios nos amó primero y por eso Francisco nos envía a “primerear”. Somos amados y deseados por Dios por nosotros mismos, cada quien, con su singularidad, que dice Gesché. Cuando ejercemos la amabilidad con otras personas siendo “afables” irradiamos ese amor recibido que se nos da para ser dado, como el Niño Dios a su madre.
En las eucaristías de Adviento he repetido a tiempo y a destiempo que Dios nace pequeño y pobre para la salvación del mundo, para realizar el designio de su Padre desde antes de la creación del mundo, para perdonarnos los pecados… Y por ti (San Ignacio), porque te quiere a ti. Porque eres amable para tu Dios. Y ese Amor te mueve: “Ve y haz lo mismo…”.
Sí, gracias a Dios, acumulo “instantáneas de amabilidad”:
- Un piloto que anuncia los nombres de su tripulación de cabina y explica que están ahí “para atenderles pero, sobre todo, para garantizar su seguridad. Hagan lo que les digan”. Es la primera vez, que recuerde, que un piloto enuncia los nombres de sus compañeras de vuelo.
- Alguien que te trae una galleta de chocolate, de “las más que te gustan”.
- Unos jóvenes “con pintas” a los que miras un poco de reojo y se apartan, dejan paso, y dicen “que tenga un buen día”…
- Un sacerdote de La Palma, que acaba de perder su parroquia, que ha perdido su casa y ha sido desalojado de la casa en la que le había realojado porque hay una nueva colada y que consuela a su feligresía… “La iglesia no es un edificio”.
- Rojita, “la isletera”, que te riñe: “¡Curitaaaa, abrígate bien que con tan poca ropa te vas a resfriar!”. Pertenece a la comunidad parroquial que ha habilitado un comedor social que da comida de lunes a viernes. Recientemente averigüé que dos días la comida la llevan dos comunidades hindúes distintas… ”Ya no habrá ni judío, ni griego…”.
- Un sacristán, laico, comprometido, que ve un trozo de cartón apoyado en la puerta de la parroquia. Va a quitarlo y se frena en seco: “No lo quiero tirar no sea cosa que alguna persona sin hogar lo use para dormir”.
- La iglesia en proceso sinodal. Un amigo cura “me arrastra” a la presentación y acudo con un poco de escepticismo (honestamente). ¿Qué va a cambiar? Llegamos. Una religiosa y una laica explican el proceso. Los curas sentados al fondo, en silencio, tomamos notas. Mi “reclutador” me mira. Nos reímos. Resuenan las palabras: “Algo nuevo empieza. ¿No lo notáis?”
- Un pinchazo. El señor de la grúa comparte su vida en el trayecto. El buen hombre de la gasolinera insiste en tratar de arreglar el pinchazo para no dejar el coche parado en días de fiesta (aunque parece evidente que es un reventón y no hay nada que hacer). Un amigo que se desprende de su coche para que pueda ir de excursión con la persona que me visita esos días: “Para eso está”.
El mundo es Amable porque nace del amor de Dios y porta las huellas de su creador (Rahner lo ha dicho con mucha elegancia). Quizás en eso consiste, también, la invitación a alzar la mirada porque Dios llega y nos libera del ensimismamiento, del autocentramiento, de la autocompasión, de mirarnos el ombligo.
Puede ser un buen propósito para fin de año y para el año 2022.
Devolver al mundo la mirada de Dios sobre nosotros.
Una mirada amable que sana, que salva, que integra, que dice “me importas”. Una mirada de Dios que se transmite y dice a tu hermano/a: “Eres Amable. Dios te quiere con Amor eterno”.
Desde Canarias, Feliz Navidad.
[Imagen de Caique Silva Fotografo en Pixabay]