Hace ya tiempo que la economía de las grandes corporaciones solo mira la cuenta de resultados de cada mes. La búsqueda del máximo beneficio en el mínimo tiempo posible no se detiene ni siquiera ante la posibilidad de poner en peligro la propia supervivencia de la empresa a medio-largo plazo.
En esta sociedad nuestra cada vez más dominada por esta falta de paciencia, parece que le hemos dado la vuelta al clásico aforismo “paso corto, vista larga”. Nos hemos contagiado de una miopía peligrosísima, que en los últimos años ha imbuido especialmente la política. Si antes advertíamos alarmados que el plazo de 4 años de los mandatos electorales no permitía atender adecuadamente los problemas de nuestra sociedad, ahora la encuesta mensual de intención de voto es la que manda.
Se acumulan así, las convocatorias electorales, las luchas que pregonan que el futuro es ahora y el tacticismo y la enemización del adversario que dificultan la posibilidad de alcanzar acuerdos. Simultáneamente, la polarización fragmenta el espacio electoral, a veces más allá de la sana pluralidad. El todo vale y la aparición de salvadores mesiánicos de todo cuño alimentan este mareante carrusel.
No obstante, la aceleración de la sociedad, unida a esta perspectiva ojicorta, redunda en demérito del cuidado de la polis y su orientación hacia el bien común. Éstos requieren una perspectiva a largo plazo, solidaria además con quienes vendrán detrás nuestra.
Pero lo más inquietante es que esta sociedad compleja, sustentada en un insostenible insumo de energía y recursos naturales, al tiempo que en la emisión de toneladas de desechos, requeriría un examen calmo y profundo de su propia viabilidad a medio plazo que nadie parece dispuesto a emprender.
Ninguna especie sobrevive poniendo en peligro su propia fuente de supervivencia, pero parece que el control de la nave lo han tomado kamikazes. ¿Hasta cuándo?
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[Imagen de slightly_different en Pixabay]