Valeria Méndez de Vigo. 2019 es el año de celebración del 50 aniversario del Secretariado de Justicia Social y Ecología fundado por el P. Arrupe en 1969. El 50 aniversario ha querido ser un momento de kairós, de oportunidad para la Compañía de Jesús de renovar su compromiso a la una misión de fe que busca la justicia y la reconciliación y una buena ocasión para revigorizar la dimensión social y ecológica. Por eso, en este año, se han celebrado numerosos eventos en diferentes lugares del mundo: América Latina, Asia, Africa, Estados Unidos, Europa y continuarán celebrándose durante 2020.
Estos eventos han culminado de momento en el Congreso del 50 aniversario del Secretariado de Justicia Social y Ecología, celebrado entre el 4 y el 8 de noviembre pasados, con tres objetivos: (1) agradecer y reconocer la presencia de Dios en nuestro caminar en estos 50 años; (2) Discernir la hoja de ruta del apostolado social a raíz de las preferencias apostólicas universales (las orientaciones que guiarán a la Compañía de Jesús durante los próximos diez años; y (3) crear oportunidades de colaboración y trabajo en red al interno y con otros. El Congreso contó con la participación de 210 participantes procedentes de 62 países de todo el mundo: 2/3 jesuitas, 1/3 personas laicas, mujeres y hombres.
El Congreso ha sido una oportunidad para trabajar cómo escuchar y dar respuesta al clamor de las comunidades marginadas y del Planeta. También para ver la diversidad y variedad de trabajos sociales jesuitas en diferentes lugares del mundo y cómo trabajar de manera colaborativa de modo que nuestros esfuerzos sean más solidarios y más efectivos. La metodología consistió en un proceso de discernimiento colectivo y combinó las conferencias y mesas redondas sobre diferentes temáticas; las experiencias y testimonios personales, los ratos de reflexión y oración, los trabajos y conversaciones espirituales en grupos más reducidos; la celebración de la Eucaristía y de la oración de la mañana en un proceso destinado a analizar la realidad del mundo en el que vivimos, nuestra propia realidad, a escuchar a las comunidades marginadas y a tratar de ver por dónde nos llama el Espíritu.
Tuvimos la oportunidad de escuchar mensajes interpeladores como el del Padre General Arturo Sosa, que nos lanzó diez preguntas; testimonios sobre espiritualidad y acción social como el de Lisa Connell y el P. Ismael (Melo) Moreno SJ; la historia de la espiritualidad social; el análisis de la realidad social y ecológica de nuestro tiempo, con ponentes externos como Jeffrey Sachs o Sunita Narain; experiencias de trabajo conmovedoras con jóvenes, como las de Greg Boyle, o experiencias de colaboración al interno de la Compañía o con otras redes de la sociedad civil en diferentes lugares del mundo. Tuvimos también tiempo de orar, de debatir, de intercambiar. De agradecer la vida de los que nos precedieron, con un recuerdo especial a la memoria del Padre Arrupe y de los “mártires” jesuitas (los 57 jesuitas asesinados entre 1969 y 2019 por defender la causa de la fe y la justicia).
La audiencia con el Papa Francisco fue unos de los momentos más emocionantes. En su discurso, el Papa nos conminó a una verdadera revolución cultural, una transformación de nuestra mirada colectiva, de nuestras actitudes, de nuestros modos de percibirnos y de situarnos ante el mundo. Nos alentó a promover procesos y alentar esperanzas. Procesos que ayuden a crecer a las personas y a las comunidades, que las lleven a ser conscientes de sus derechos, a desplegar sus capacidades y a crear su propio futuro. Nos alentó a abrir caminos a la esperanza, a abrir o frecuentar futuro, suscitar posibilidades, generar alternativas, ayudar a pensar y actuar de un modo diverso. El encuentro de las mujeres del Congreso con el Padre General fue asimismo un gesto relevante, una posibilidad de caminar hacia una mayor igualdad.
El último día del congreso fue una oportunidad para hacer balance de los cuatro “procesos” que surgieron durante las discusiones, tanto en la asamblea como en los diferentes grupos de trabajo y que ahora necesitan ser profundizados: la conversión personal y comunitaria, la transformación, la necesidad de una mayor colaboración y un trabajo en red más efectivo, el proceso de sinodalidad y, finalmente, la importancia de promover nuevas narrativa que incluyan a los marginados y apoyen el cambio. El Congreso nos deja un camino de inspiración abierto, nos queda profundizar en estos procesos y hacerlos realidad.
Imatge extreta de SJSE