Manfred NolteAvalada por los dieciocho socios de la zona euro, la francesa Christine Lagarde ha alcanzado la recomendación para el cargo de presidenta del Banco Central Europeo (BCE). Aunque dicha recomendación, a tenor del articulo 283 del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea, debe ser debatida en el Consejo de Gobierno del propio Banco Central y pasar por el Parlamento Europeo, las opiniones de estos organismos no son vinculantes, por lo que, salvo sorpresas mayúsculas, Lagarde será confirmada en el Consejo Europeo del próximo mes de octubre y tomará las riendas del BCE el 1 de noviembre para un período de ocho años, sin derecho a renovación.

Christine Lagarde es Directora Gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI) desde 2011. De 2007 a 2011 desempeñó el cargo de ministra de finanzas de Francia y en 2009 fue nombrada por el Financial Times mejor ministra de finanzas de la zona euro. Licenciada en Derecho y Ciencias Políticas destacó en el bufete internacional Baker Mackenzie siendo el 1999 la primera mujer en erigirse primera ejecutiva de este. Primera mujer en dirigir el FMI también será la primera en ostentar uno de los cargos de mayor responsabilidad de las finanzas mundiales, la presidencia del BCE. Un cúmulo de récords.

En el momento de su confirmación para el nuevo puesto en octubre próximo, los dos bancos centrales de mayor influencia mundial, el BCE y la Reserva Federal americana estarán gestionados por dos abogados, no por dos economistas. En Europa, Wim Duisenberg, Jean-Claude Trichet y Mario Draghi han sido economistas destacados y han ejercido durante su carrera en materias económicas y financieras de la máxima responsabilidad. En los Estados Unidos, los predecesores del actual ‘Fed-Chair’, Jerome Powell, jurista como Lagarde, forman una respetada lista con nombres tales como Janet Yellen, Ben Bernanke, Alan Greenspan, Paul Volcker y otros de similar estatura, todos ellos economistas, y en su mayoría académicos reputados.

Pero la política eclipsa a la economía. Después de todo, la presidencia del BCE es la única institución genuinamente federal de la unión monetaria europea. Más importante que la presidencia de la Comisión, es uno de los puestos más influyentes del planeta. Junto a la Reserva Federal de Estados Unidos, el BCE es el banco central más prestigioso entre todos los bancos centrales. Demasiado cometido para un tecnócrata.

El nombramiento de Lagarde obedece sobre todo a criterios políticos en el habitual mercadeo que se produce en la Unión Europea con ocasión de los relevos legales de las grandes figuras de la gestión política europea. Pero aceptado esto, Lagarde una mujer político-nata, -militante en el Partido Popular europeo- nunca ha esquivado los grandes temas concernientes a los bancos centrales desde que se situó a la cabeza del FMI. Economista o jurista, detalles aparte, tampoco es tan difícil conocer e interpretar los actuales problemas de la eurozona y una persona de la trayectoria de la francesa debería ser capaz de formarse criterio propio en un plazo breve de tiempo de la mano del staff cualificado del organismo central. Lagarde tiene experiencia en crisis financieras, tanto en su etapa de líder de las finanzas francesas, como al frente del FMI, liderando diversas operaciones de rescate, incluidos países miembros de la eurozona o gigantes como Argentina.

Un somero análisis de hemeroteca nos da las claves de cual es su talante y posicionamiento en los grandes temas de la entidad emisora con base en Frankfurt y su posible reacción ante los mismos: predominantemente continuista, lo cual no es necesariamente una medida tranquilizadora. ¿De verdad resulta un dogma la necesidad de perpetuar el actual rol ultraintervencionista del BCE?

La política de tipos negativos ha jugado su papel, pero es hora de que también los Estados y sus presupuestos proclamen -como Draghi- su voluntad de hacer ‘lo que sea necesario’ para construir una economía más estable, más ‘natural’ en términos de variables naturales del mercado, abandonando la masiva subvención de los presupuestos públicos, que provocan en los gobiernos una alergia indisimulada a cualquier tipo de reformas estructurales para lograr economías más flexibles y más productivas. Los ahorradores de la eurozona están hartos de soportar un expolio encubierto al penalizar y destruir el BCE la rentabilidad de sus ahorros, para que los Estados incontinentes no afinen el ritmo de su batuta. Es hora de que la acción política se base en algo más que en los océanos de liquidez y el dinero barato o de tipos negativos.

Existen otros problemas que la señora Lagarde deberá encarar. La eurozona sigue siendo una unión monetaria y política incipiente, con profundas divisiones entre los Estados miembros sobre el nivel apropiado de centralización. Su arquitectura externa es inexistente. La Unión bancaria discurre por un camino lento e indeciso. La ausencia de los polémicos ‘eurobonos’ proporciona ineficacia a la política fiscal común y aleja al euro de su papel como moneda alternativa del dólar. Ahora, además, el PIB de la eurozona cojea.

Lagarde tiene mucho que reflexionar si acaso quiere cambiar las cosas.

Imagen extraída de: Wikimedia Commons

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