Juan Pablo Espinosa ArceLa educación busca la transformación de la persona humana. Se la va conduciendo (educere) a nuevos conocimientos, experiencias y formas de vida más plenas. En esto, el pedagogo (paidia: niños; agó: guía) es un facilitador de experiencias nuevas que permitan que sus estudiantes puedan ampliar su horizonte de comprensión a través del asombro, de la apertura de lo nuevo, de las preguntas y de las respuestas. Quisiéramos en este artículo continuar ofreciendo algunas intuiciones que el filósofo surcoreano Byung-Chul Han propone en torno al eros y a la transparencia. Para efectos de estas reflexiones ahondaremos en la obra La sociedad de la transparencia escrita originalmente en 2012 con su edición en castellano del 2013 en Herder.

La tesis central de Han en La sociedad de la transparencia es que la cultura actual se constituye desde el concepto de la transparencia. La política, por ejemplo, debe ser transparente para evitar la corrupción; lo mismo las instituciones sociales, económicas, religiosas o culturales. Dice Han: “Ningún otro lema domina hoy tanto el discurso público como la transparencia. Esta se reclama de manera efusiva, sobre todo en relación con la libertad de información” (p.11). Ahora, la transparencia, dice Han, no puede ser reducida a un enfrentamiento de la corrupción. Eso, a juicio del autor, sería desconocer su real envergadura.

Estado de la cuestión: La sociedad de la transparencia de Byung-Chul Han

La transparencia en la filosofía de Byung-Chul Han se contrapone a la negatividad, por ende, está más cercana a la positividad. Esa es la complementariedad de la tesis indicada anteriormente y que imprime su complejidad al mismo tema de la transparencia. Por ello no es sólo enfrentamiento a la corrupción, sino que posee una cuestión profundamente antropológica. La transparencia está hermanada a la positividad que también es llamada “infierno de lo igual” en cuanto eliminación de toda diferencia o negatividad[1] (enfermedad, muerte, marginalidad, migración, diversidad sexual, cultural, etc). Lo transparente tiene que ver con lo liso o lo pulido que a juicio de Han es la señal identitaria de la época presente. Esto aparece en la obra La salvación de lo bello. En La sociedad de la transparencia Han reconoce que lo pulido también se denomina “pornográfico” (p.12), en donde pornografía “es el contacto inmediato entre la imagen y el ojo” (p.12). Lo pornográfico, a nivel estético, no deja nada a la imaginación, al deseo o a la búsqueda, ya que ofrece “todo dado”, “todo explícito”. Por ello es transparente.

Lo opuesto a esta cuestión sería “lo velado”, lo oculto, literalmente lo “cubierto por un velo”. Lo velado es el Eros, porque el Eros aparece como la fuerza atrayente para el deseo, para el misterio, para lo oculto, para las búsquedas de conocer progresivamente. Lo velado está unido a la negatividad, en cuanto no sabemos qué existe debajo del velo. Podríamos incluso proponer que la negatividad constituye una positiva y necesaria ignorancia en cuanto anima al espíritu humano a buscar más allá, a querer levantar el velo y conocer qué se esconde debajo. Aquí pienso en las palabras que el filósofo español José Ortega y Gasset escribe en un texto llamado Carta a un joven argentino que estudia filosofía. Ortega comienza su epístola reconociendo y agradeciendo que este joven (que no es nombrado y que podríamos aventurar somos cada uno de nosotros) reconoce que hay cosas que son ignoradas por él. Hay un “no saber” epistemológico en su aprendizaje, hay un vacío que quiere ser llenado, hay un deseo, una carencia, una búsqueda que espera el hallazgo. Y Ortega lo anima diciendo: “Ese poro de ignorancia que deja usted abierto en el área pulimentada de su espíritu, le salvará. Por él se infiltrará un conocimiento superior. Créame: no hay nada más fecundo que la ignorancia consciente de sí misma” (p.89). En este “poro de ignorancia”, en el desconocer pero querer entrar en la dinámica de la formación, reconocemos el viejo adagio: “sólo sé que nada sé”: quiero aprender, quiero conocer, busco, pregunto para hallar.

Pero dicho descubrimiento debe ser lento y progresivo. Han –citando a Hegel– y a propósito de la lentitud del conocimiento, dice que “este demorarse es la fuerza mágica que lo trueca en el ser. En cambio, carece de espíritu quien se limita a zapear a través de lo positivo. El espíritu es lento porque se demora en lo negativo y lo trabaja para sí” (p.18). Si es rápido estaríamos cayendo nuevamente en la transparencia y en el infierno de lo igual. Decimos “infierno de lo igual” por lo siguiente: en lo igual hay pura simetría, pura experiencia explícita en donde no hay nada que conocer. En cambio, en la negatividad de lo velado y de la ignorancia, hay asimetría, una buena y salvadora asimetría en cuando hay algo mayor que está por conocer y aprender y que exige reconocerlo y lentamente ir adentrándose/adentrándonos en ella.

Una última acotación a la negatividad de lo velado antes de ofrecer algunas claves para esta pedagogía del Eros que se debe vivir aún medio de la transparencia tanática, de la aceleración y sobreexposición que provoca muerte y falta de humanidad. En un momento de La sociedad de la transparencia, Han recuerda la importancia de que en el alma humana existan “esferas en las que (el alma) pueda estar en sí misma sin la mirada del otro. (El alma) lleva inherente una impermeabilidad” (p.14). Esta ignorancia y resistencia anímica que el ser humano posee ante una potencial absorción cosificante del otro es lo que lo nos salva de la transparencia. Este espacio privado, íntimo y sagrado (sagrado significa literalmente: separado, lo distante, lo inefable-que no puede ser nombrado) es la riqueza más profunda del ser humano. Por ello no puede ser violada la conciencia del otro, por ello ante el otro tengo que llegar con una actitud de respeto, de mirada atenta y silenciosa. En cambio en la sociedad de la transparencia no existe nada sagrado, nada separado, no hay distancia que permita el amor, el eros, la atracción o la imaginación. Han dice: “la negatividad de la separación (secreto; secretus), de la delimitación y del encierro es constitutiva para el valor cultual. En la sociedad positiva en la que las cosas, convertidas ahora en mercancía, han de exponerse para ser, desaparece su valor cultual a favor del valor de la exposición” (p. 25-26). Hay un valor cultural y sagrado en el otro. Cuando digo esto no estoy reduciendo culto o sagrado a una religión en específico, sino que estoy favoreciendo una dimensión antropológica del cuidado, del misterio, de lo separado, de lo que se resiste a la dominación.

A partir de este estado de la cuestión en torno a algunas de las categorías de Byung-Chul Han en La sociedad de la transparencia, queremos ofrecer algunas pistas para pensar una pedagogía del Eros que, como se ha intuido anteriormente, es contraria a una pedagogía de la transparencia. Si la primera educa para el misterio, para vivir en imaginación y fantasía constante, para querer aprender más pero respetando al otro, la segunda es una pedagogía que mata, por ello es tanática. Mata la ilusión, los deseos, separa alma y cuerpo, invade el espíritu humano, acelera lo lento, imprime la dictadura de lo igual contra la negatividad de la diferencia.

Pedagogía del eros en la sociedad de la transparencia: algunas intuiciones

1. Una pedagogía atenta y respetuosa a la fragilidad del ser humano

Si la sociedad de la transparencia busca “positivar” todas las prácticas sociales, alisarlas, pulirlas, la pedagogía del eros debe educar en la fragilidad y en lo vulnerable. Es necesario que el ser humano abrace su propia condición frágil y desde ella pueda comprender el mundo que lo sustenta. El teólogo Tony Mifsud en su obra Ética de la fragilidad recuerda que el concepto de lo frágil indica, por una parte, una cosa que debe ser cuidada y por otra parte algo que es valioso. Cuando consideramos al otro como alguien valioso es porque dejamos que su experiencia impacte en nuestra propia experiencia. En el eros hay una doble formulación: somos yo y tú. Tú en cuanto puedo dialogar con otros y el diálogo permite que el otro sea entendido como alguien con capacidad de responder. Y también soy Yo en cuanto soy una persona consciente de dicha relacionalidad. Es mi historia, mi identidad, mi cuerpo, mi espíritu el que entra en contacto (erótico) con otros. Aquí lo erótico no se está reduciendo a lo genital. Entendemos lo erótico como una vinculación profunda con otros, como una fuerza de atracción, como un gusto por estar con, que considera lo genital-sexual pero que no se reduce a ello. No es un reduccionismo, sino que es una amplitud de relación. En el contacto erótico superamos el “infierno de lo igual” y nos abrimos a una experiencia novedosa que, consciente de la fragilidad de los interlocutores, es capaz de recuperar esa misma condición en vistas a un diálogo amoroso, ético y pedagógico. Los maestros deben/debemos aprender a trabajar con la fragilidad de nuestra propia docencia y también a que los estudiantes aprendan de su propia fragilidad. Por ello hemos de ser facilitadores de experiencias humanizantes.

2. Una pedagogía que da espacios al mundo interior y a las emociones 

En La sociedad de la transparencia Han dice que “los modelos actuales (de belleza) no transmiten ningún valor interior, sino tan solo medidas exteriores, a las que se intenta corresponder incluso con el uso de medios violentos” (p.31). La sociedad de la transparencia no es un espacio (pedagógico) que muestre (y eduque) en la vivencia sana, emocionalmente sana del mundo interior-espiritual del ser humano. Desde la modernidad, la única racionalidad que primó (y prima) es la instrumental, acumuladora, funcional. El espíritu humano, las emociones, la intimidad sagrada no puede reducirse a lo funcional, es más, rompe con ello. En la sociedad del rendimiento, de la acumulación hemos creado sujetos aislados entre sí. Es un conjunto de egos y no de eros. En la sociedad del capital las emociones son vistas con desconfianza. Pero también reconocemos los aporte de autores como Daniel Golemann quien postula las inteligencias múltiples, donde también encontramos la racionalidad emocional, la sabiduría de las relaciones. En el mundo interior encontramos las experiencias de lo bello, de lo bueno y lo verdadero, la experiencia mística, religiosa y espiritual. Es una educación holística, integral e integradora, atenta y respetuosa al mundo interior del otro que es un misterio y que por ello provoca atracción. Por ello es erótica y no transparente. Patricio Alarcón Carvacho reconoce que la eros-pedagogía despliega el “goce estético diferenciado y enriquecido por las identidades en intimidad” (p.148) y más adelante dice: “experiencia estética que enriquece la interacción entre los interactuantes” (p.148).

3. Una pedagogía de la ignorancia

La persona se entiende como un buscador, como un ser que posee un apetito epistémico por aprender y descubrir. La historia de la humanidad así lo demuestra. Y el que comienza un proceso de aprendizaje, y el que va propiciando herramientas y espacios de descubrimiento, debe entender la importancia capital de la ignorancia. No estamos apostando por una apología de la “ignorancia negativa”, de aquella que sabe las cosas pero vive como si ellas pasaran indolentes por su lado. Estamos ampliando una “ignorancia positiva”, una ignorancia que se abre al misterio, a lo nuevo. Han en La sociedad de la transparencia dice: “precisamente la negatividad del secreto, del velo y del encubrimiento aguijonea el apetito y intensifica el placer. Así, el seductor juega con máscaras, ilusiones y formas aparentes” (p.35). El ser humano siente placer cuando conoce algo, cuando conoce a alguien, cuando experimenta lo nuevo. Este placer es el Eros pedagógico que se opone al Tánatos de una educación memorística, que encierra la imaginación. En el eros pedagógico hay espacio para la ignorancia que quiere descubrir. Por ello es necesario hacer una salvedad: cuando un conocimiento nos es revelado (quitado el velo que lo ocultaba) esta revelación no se convierte en transparencia. Cuando se descubre algo nuevo, o se conoce a alguien nuevo de igual manera queda un velo que lo oculta. Por ello aparece el eros-deseo de continuar conociendo y aprendiendo. La educación de la revelación debe ser capaz de entender que la misma revelación nos imprime el sello de la ignorancia y que nos invita, maduramente, a seguir conociendo y entendiendo que lo conocido no puede ser reducido a lo transparente.

Referencias bibliográficas

Byung-Chul Han, La sociedad de la transparencia (Herder, Barcelona 2013).

José Ortega y Gasset, “Carta a un joven argentino que estudia filosofía” en El espectador (Edaf, Madrid 1998), 89-96.

Tony Mifsud, Una ética de la fragilidad (Mensaje, Santiago de Chile 2018).

Patricio Alarcón Carvacho, Coexistencia y educación: aproximación a una projimología para la felicidad y la salud (Cuarto Propio, Santiago de Chile 2015).

***

[1] Vale entender que en Byung-Chul Han el concepto de “negatividad” no tiene la carga peyorativa que comúnmente se puede pensar al escuchar este concepto. Negatividad en su pensamiento tiene un carácter “positivo” en cuanto marca experiencias tan humanas como la fragilidad, la muerte, la enfermedad las cuales son tratadas de ocultar por la sociedad del éxito y del rendimiento. Por el contrario, lo “positivo” en Han tiene características más “negativas”. Lo positivo es lo propio de la sociedad del rendimiento, donde vale más el tener que el ser, en donde está la base de una razón instrumental y mercantilista.

Imagen extraída de: Pixabay

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Xilè. Laic. Professor de Religió i Filosofia. Magíster en Teologia Fonamental. Diplomat en Docència Universitària. Acadèmic Instructor Adjunt a la Facultat de Teologia de la Pontificia Universidad Católica de Chile i Acadèmic de la Universidad Alberto Hurtado (pertanyent a la Companyia de Jesús). Imparteix càtedres de Teologia Fonamental, Antropologia Teològica i Introducció a la lectura de la Bíblia. Les seves àrees d'interès i treball investigador i divulgatiu són: l'Antropologia Teològica, el lloc de la mística en la vida humana i la teologia de la Resurrecció.
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