Fernando VidalDos fronteras tienden a formar una sola comunidad. Raras veces no es así. Hay que inyectar mucho odio para que no se unan. Forman un ecosistema cuya prosperidad y sostenibilidad depende precisamente de la comunicación fluida entre ambos lados del contorno de sus respectivos países. Las intervenciones que Trump dictó en el Día de Acción de Gracias de 2018 no hacen sino poner de manifiesto esa realidad.

El populismo trata de vender que hay una guerra en las fronteras por la presión migratoria, pero los hechos están muy lejos de la realidad. Las migraciones e intercambios transfronterizos son la energía que mueve una gran riqueza económica, social y cultural. Quien usa las fronteras como argumento para el miedo y el odio, falsea la realidad. Las fronteras son un tipo de sociedad muy diferente y los últimos interesados en que la comunicación de personas e ideas cese.

El domingo 25 de noviembre, la presidencia de Estados Unidos ordenó el cierre temporal de la frontera con Tijuana durante cinco horas, como respuesta al intento de salto de la valla por parte de un grupo de un centenar de migrantes. La razón argumentada por la autoridad estadounidense es que necesitaban tiempo para instalar alambradas y obstáculos. Ya la semana anterior, el ejército instaló muros de contención y alambrado (EFE, 2018). Las imágenes del choque testimonian que se produjo un enfrentamiento físico. Casi 40 inmigrantes fueron detenidos y 2 miembros de las fuerzas de seguridad resultaron heridos (Kinosian, 2018).

Es quizás el fin de semana comercialmente más importante del mundo, conocido como Black Friday, el puente en que comienzan las compras navideñas en Estados Unidos. Coincide simbólicamente con el Día de Acción de Gracias (Thanksgiving), la celebración en memoria de aquella comida de paz y solidaridad que compartieron nativos e inmigrantes. En aquel caso los inmigrantes eran blancos y rubios como quien actualmente ocupa el dormitorio principal de la Casa Blanca y los nativos que salvaron la vida de los hambrientos inmigrantes se parecían a quienes se trata ahora de impedir el paso.

Tijuana es un continuo urbano con la gran ciudad de San Diego y en ese conjunto transfronterizo viven casi cinco millones de habitantes (1.400.000 en San Diego). San Diego es la segunda ciudad de California y el mayor conglomerado estadounidense anejo a una frontera. El punto de contacto de la metrópoli de San Diego con México sucede en el distrito conocido por el nombre de San Ysidro, que es el paso fronterizo terrestre más transitado del planeta: una media de 90.000 personas (dato de 2018, GSA) entran cada día a Estados Unidos por esa frontera. La propia frontera es una ciudad móvil. En la hora punta diaria, el cruce de la frontera puede costar hasta dos horas dada la intensidad de tráfico. En fines de semana como el de Acción de Gracias, la tardanza puede prolongarse hasta las cuatro horas para cruzar la frontera.

Hacia Tijuana se mueve también un flujo de trabajadores y capitales que constituyen el tejido industrial de la zona mexicana. El 60% de los trabajos formales en Tijuana están ubicados en maquiladoras (Frontera, 2018). Es tal el nivel de desarrollo que la propia región de Tijuana carece de suficientes candidatos para cubrir todos los puestos de trabajo ofrecidos. Paradójicamente, hay migrantes latinos que viajan diariamente desde San Diego a Tijuana para trabajar en las maquilas de su país de origen y regresan al final de la larga jornada a su hogar. El precio de la mano de obra, los costes de producción, los vacíos legislativos y la fiscalidad, son razones por las cuales el capital estadounidense invierte en las maquilas mexicanas. Pero sobre todo hay un factor que lo hace rentable y hasta posible: el dinámico flujo transfronterizo. Aproximadamente 100.000 empleos dependen directamente del intercambio transfronterizo (Marinucci, 2018). Con la frontera cerrada, esa próspera zona se colapsaría. Eso es lo que se demostró en Acción de Gracias.

San Ysidro es una zona comercial extraordinariamente rica gracias al flujo migratorio que se mueve en ambos sentidos. Es tal el negocio que se genera, que en 2014 se aprobó un plan en Estados Unidos para ampliar el circuito fronterizo de la Interestatal 5, con un presupuesto de 577 millones de dólares (GSA, 2018). El plan incluye una modernización y expansión del paso de frontera, bajo el lema “Puerta del Futuro”. Las dos primeras fases de la nueva construcción han sido culminadas en los veranos de 2016 y 2018, pero la tercera fase en curso choca con las contradicciones de cierre de frontera de Donald Trump.

La Cámara de Comercio de San Ysidro está formada por 650 comercios. El 93% de sus clientes proceden de México y cruzan la frontera para comprar en el distrito. El día que Trump cerró cinco horas la frontera, el 75% de los comercios de San Ysidro cerraron, causando una pérdida de unos 5,3 millones de dólares a los negocios (Holpuch, 2018).

El cierre no solamente enturbió la vida en el lado estadounidense de la frontera. Numerosos negocios de salud ofrecen precios asequibles a una población estadounidense exhausta por los costes de la salud en su país. En un artículo en The Guardian, un dentista de Tijuana expresa el malestar de sus clientes, la mayor parte de ellos residentes en Estados Unidos. El hospital que la compañía sanitaria SIMNSA tiene ubicado en Tijuana recibe a 2.000 pacientes diarios, el 80% de los cuales son ciudadanos estadounidenses. Tampoco ellos pudieron cruzar la frontera ese día. El presidente del hospital, en declaraciones a Pablo Ximénez de El País, afirmó que el cierre de la frontera supondría la desaparición inmediata de San Ysidro. “Trump no tiene la menor idea de lo que está hablando” (Ximénez, 2018).

La primera caravana de migrantes centroamericanos llegó a final de noviembre a Tijuana, formada por unas 5.000 personas. De ellas, un grupo de un centenar de inmigrantes –incluidos muchas mujeres y niños- trataron de cruzar por ese punto la frontera sin permiso el 26 de noviembre. Comparado con las 90.000 personas que cruzan cada día esa frontera de San Ysidro, parece desproporcionado. Por cada inmigrante de la caravana que quería cruzar, hay 900 personas que pasan diariamente esa frontera.

El 93% de la población de San Ysidro es de origen latino, lo cual expresa el grado de interpenetración de la frontera en la economía y sociedad de San Diego. Trump manipula los hechos que ocurren en las fronteras estadounidenses. Las presenta como lugares de lucha, donde la clandestinidad está colapsando la vida y paz de las ciudades. Por el contrario, la frontera norte de México (o sur de Estados Unidos) es extraordinariamente fluida y dinámica en ambas direcciones.

La organización civil Equality Alliance of San Diego (2018) está dedicada desde 2007 al empoderamiento de todas las personas –independientemente de su origen, sexo, raza o religión. Su directora ejecutiva es Andrea Guerrero, la cual ha declarado que las tácticas agresivas de Trump han sido “decididas sin pensar en las realidades de la gente que vive, trabaja, juega y reza a ambos lados de la frontera” (Holpuch, 2018).

El alcalde de San Diego, el republicano Kevin Faulconer fue crítico con la interrupción de 5 horas ordenada por Trump. Declaró al diario Político, que la zona formada por San Diego y Tijuana constituye “una próspera región binacional… El cruce de la frontera es parte de la vida cotidiana en San Diego y Tijuana y los cierres, incluso por un corto tiempo, pueden tener impactos significativos en los residentes y las empresas” (Marinucci, 2018).

Andrea Guerrero sostiene que Tijuana y San Diego son “una comunidad, con un solo corazón”. No solamente las palabras de Alliance San Diego, sino los negocios y la propia vida de la gente cruzando masivamente las fronteras cada día, demuestran que es cierto. Las fronteras no tienden a separar salvo que se las use para el odio. Lo normal, es que cuando tienes dos fronteras juntas, tengas una única comunidad.

Referencias

Imagen extraída de: Pixabay

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Groc esperança
Anuari 2023

Després de la molt bona rebuda de l'any anterior, torna l'anuari de Cristianisme i Justícia.

Fernando Vidal
Doctor de Sociologia, professor de la Universidad Pontificia Comillas -on dirigeix l'Institut Universitari de la Família- i Research Professor del Boston College. Va fundar i va ser primer president del Global Social Sciences Network d'IFCU. És president de la Fundació RAIS, patró de la Fundació BoscoSocial i patró de la Fundació FOESSA, dels informes dels quals és un dels coordinadors. Forma part de CVX i és membre del Consell Executiu Mundial.
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