Pablo Font Oporto. Conmoción, vuelco, cambio de ciclo…Lo ocurrido ayer en mi tierra es obviamente fruto de una pluralidad compleja de procesos, pero trataré de apuntar siquiera algunas luces para comprender cómo hemos llegado hasta aquí. Las urnas (y las no-urnas, recuérdese que la vencedora real de la noche fue la abstención, con un 41,35%) han abierto un escenario inédito en el que parece que los puntos de referencia habituales no son válidos.
Las elecciones andaluzas pueden ser objeto de muchas lecturas, aquí trataremos de aportar cinco pistas que sumadas pueden darnos algo de luz sobre los resultados, entendiendo que de alguna manera todas ellas han confluido en direcciones similares. Las cuatro primeras corresponden de manera genérica a un nivel geográfico más o menos definido, desde el plano micro al macro. La última, si bien se relaciona genéricamente con las cuatro, es sin duda una circunstancia transversal nueva que ha incidido no solamente como tal, sino también en las demás, e incluso en el peso proporcional de las demás.
Empezaremos por esta última, para ir viendo el peso que ha tenido.
- Una circunstancia excepcional en el ámbito estatal (no tan) externo: el procés catalán
El nivel de impacto del procés ha sido una bomba de relojería retardada. Este factor ha condicionado de manera brutal en el último año el ambiente político en toda España y de manera muy singular en una comunidad que, si bien dista bastante geográficamente, mantiene una particular relación con Cataluña, lo que puede haber propiciado que el impacto de las dinámicas independentistas haya sido mayor. La diversidad en desarrollo económico entre la comunidad más poblada de España y la de mayor población entre las más ricas ha propiciado que en más de una ocasión se hagan comparaciones entre las mismas, comparaciones que en los últimos tiempos han tendido a dejar mal parada a la comunidad sureña. Esto ha despertado agravios que parecían dormidos desde la época de la transición y la construcción del Estado de las autonomías. En esta tierra no se olvida cómo algunos tuvieron enormes facilidades para acceder a la autonomía por la vía plena y otros todo lo contrario. Y si nos remontamos más atrás, se recuerda también cómo la dictadura franquista, siguiendo patrones anteriores, trató de contentar a los territorios potencialmente más díscolos con inversiones mayores.
A esto se suma evidentemente las especiales relaciones personales que para muchos andaluces suponen el contacto con el enorme volumen de emigrantes andaluces (y sus descendientes) en la que se denomina a veces “novena provincia andaluza”. La marginación de gran parte de ese colectivo en los planes del procés ha propiciado resquemores sustantivos.
De otro lado, no cabe duda de que el hecho de que la moción de censura y posterior Gobierno de Pedro Sánchez estuviesen avalados por los partidos independentistas catalanes le ha jugado una mala pasada al PSOE andaluz, por mucho que Susana Díaz siempre se ha haya mostrado distante del concepto de Estado plurinacional. Evidentemente, la actitud terca y provocativa de Quim Torra no ha hecho sino reavivar unas ascuas que podrían haberse debilitado en caso de atender a los esfuerzos que el Gobierno estatal ha hecho por rebajar la tensión y propiciar un diálogo en el marco constitucional.
Al respecto, no deja de ser curioso observar como los efectos de nuestros actos vuelan como boomerangs en el cielo. Si la actitud del PP en los años posteriores al Estatut fue una “fábrica” de independentistas, los hechos contrarios a la legalidad llevados a cabo por los partidos impulsores del procés están despertando a la extrema derecha. La polarización solo engendra más polarización (al respecto, es curioso también cómo la creciente fragmentación del arco parlamentario, tradicional en Cataluña en las últimas décadas, parece estar impregnando los sistemas de partidos de otros territorios: ¿casualidades o espejos?).
Todo ello ha provocado que un factor aparentemente exógeno haya marcado de manera muy clara unas elecciones que, si bien suelen tener importantes condicionamientos externos desde la política nacional, habían estado presididas hasta ahora por factores más bien locales-regionales. De este modo, de manera extraordinariamente anómala, el procés ha estado muy presente en la campaña andaluza, particularmente en el discurso de los partidos de PP y Ciudadanos, lo que indudablemente ha favorecido la irrupción de Vox. Estos dos últimos parecen haber sido los beneficiarios de la presencia en el tablero de este nuevo factor, mientras que el PSOE-A podría haber sido la principal víctima, en forma de abstención masiva de una parte importante de su tradicional electorado.
Ahora bien, este factor extraordinario, no sólo ha hipertrofiado la influencia de la dimensión estatal en estos comicios autonómicos, sino que también ha impactado sustancialmente en los demás niveles.
- El nivel regional: decadencia y fin de ciclo
Después de más de 35 años de gobierno del PSOE-A, los signos de agotamiento del mismo son claros. A lo largo de estos años, el PSOE ha tejido todo un entramado institucional, como es evidente. Está presente en todos los ámbitos de poder de la sociedad andaluza. Sin embargo, la base clientelar que le ha sostenido durante mucho tiempo, sobre todo en las áreas más rurales, se ha ido debilitando. Lejos van quedando aquellas generaciones que recuerdan las grandes transformaciones que se produjeron en sus pueblos como consecuencia de una gestión que intercambiaba mejoras por fidelidades. Por otro lado, la ineficacia, la corrupción (siguen saliendo casos y se siguen conociendo datos), la desilusión y un estilo que identifica lo andaluz con lo folclórico (con Canal Sur como buque insignia) han ido generando un desencanto creciente e incluso hastío profundo, particularmente en las zonas urbanas y en la juventud en general. A ello se añade la tendencia decadente que el bipartidisimo lleva viviendo en los últimos 5 años.
Por su parte, el PP-A sigue una deriva a la baja. En primer lugar, acusa un desgaste claro como consecuencia también de la crisis del sistema de partidos nacido a inicios de los 80, pero, en segundo lugar, sufre las consecuencias de los casos de corrupción a nivel estatal. Tercero, y no menos importante, es víctima de la fatiga del aspirante eterno que nunca fue capaz de derrotar del todo al (hasta ayer) eterno campeón.
Ciudadanos continúa con la tendencia alcista que sigue en el plano nacional. Ha jugado con astucia sus bazas, no sólo para no acabar malparado, como les sucedió a los anteriores socios de gobierno del PSOE-A (el extinto Partido Andalucista e Izquierda Unida-Convocatoria por Andalucía), sino para crecer con fuerza.
Los resultados de Adelante Andalucía, paralelamente, se hallan también en la línea de estancamiento que Unidos Podemos vive a nivel estatal. Parece haber perdido fuelle tras haber tocado techo en las elecciones estatales de hace dos años, donde tal vez dejó pasar una gran oportunidad.
- El nivel estatal: una creciente dependencia andaluza
Las consecuencias del procés y el frágil gobierno de Pedro Sánchez no han hecho sino acrecentar las dinámicas de mayor dependencia político-económico-social que vive Andalucía respecto del resto de España. De un lado, la gestión del PSOE nunca ha propiciado (más allá del mencionado folclorismo barato) un auténtico sentimiento andalucista en la línea del 4D y el 28F, lo que tampoco se ha traducido en un tejido sociocultural suficientemente autónomo. A nivel político, esto se refleja no sólo en la propia desaparición del Partido Andalucista en 2015, sino en la propia conformación y falta de autonomía que tradicionalmente los partidos andaluces han tenido respecto de sus matrices nacionales, lo que se sigue repitiendo en los partidos emergentes, incluso en formaciones aparentemente tan federalistas como Podemos.
Por otro lado, la crisis económica ha afectado con mayor intensidad a una comunidad que tradicionalmente ha carecido de un tejido productivo sólido, lo que ha aumentado la tradicional dependencia exterior respecto a capitales de fuera. Un ejemplo dramático es el sector financiero, donde, entre otras razones, la mala gestión de cajas de ahorro, muchas de ellas, vinculadas al PSOE-A (aunque no solo), han supuesto la colonización de dicho ámbito por parte de entidades catalanas o vascas.
Son elementos que, junto a otros, han hecho aumentar el peso de la dependencia cognitiva respecto del resto de España. Unidos a factores comunes con otras comunidades, como la hipertrofia burocrática que genera ineficiencias palpables en la reduplicación de administraciones públicas, se traducen en menor sensibilidad en la opinión pública hacia la importancia del autogobierno territorial.
De ese modo, se ha aceptado no sólo la presencia del procés en los debates televisados entre los principales partidos, sino también la visión de las autonómicas andaluzas como unas elecciones que son simple escaramuza ante el nuevo ciclo electoral y de cara, sobre todo, a las nacionales. Así se han reforzado tendencias antiguas, que paradójicamente en su momento fueron abanderadas por un PSOE que, desde la creencia de que Andalucía era un feudo eternamente fiel, la ha utilizado más de una vez como moneda de cambio en la estrategia política estatal y, a la vez, muy incoherentemente, no la ha cuidado desde Madrid cuando ha ostentado el poder.
- El nivel europeo: la crisis del proyecto europeo y el auge del populismo de extrema derecha
En esta línea de pérdida de personalidad propia, todo el mundo habla del impacto de las elecciones andaluzas en las próximas municipales de mayo y en unas generales aún sin fecha. No cabe duda de esto, pero parece que poca gente fuera consciente de la importancia del siguiente nivel en la escala macro: Europa. En efecto, en las próximas elecciones al Parlamento europeo (que coincidirán con las municipales) se juegan mucho Europa, España y Andalucía (no olvidemos, por ejemplo, que Andalucía sigue siendo una de las regiones que recibe ayuda neta por parte de la Unión Europea).
Al respecto, no cabe duda de que los estos comicios europeos son clave. El auge del populismo de extrema derecha de carácter nacionalista y euroescéptico (además de xenófobo y machista) podría suponer un golpe terrible en el seno de una Unión debilitada, en crisis, con un proyecto incierto. Todo ello en medio de una alarmante ausencia de vínculos afectivos respecto a una instancia que se observa lejana y aristocrática. A lo que se suma en nuestro caso la pertenencia al área periférica que ha sufrido el peso de la crisis económica, de la deuda soberana y del euro en esta Europa sumamente desigual que abrazó la opción del rescate a las finanzas y el recorte a la ciudadanía. Los resultados de una voladura descontrolada del sistema de partidos (¿los socialdemócratas desparecerán como fuerza relevante? ¿logrará la democracia cristiana aguantar el envite? ¿cuánto crecerán las extremas derechas nacionalistas? ¿las izquierdas divididas se aclararán sobre sus posturas respecto al proyecto europeo?) son absolutamente imprevisibles.
- El nivel mundial-occidental: la crisis de Occidente
Apenas un último esbozo en este abordaje que sigue el modelo “piensa globalmente, actúa localmente” (y no el contrario, como hace el gran capital). Evidentemente, la civilización occidental se halla en una profunda crisis sistémica que se refleja en todos sus subsistemas. En el político, está claro que el ascenso del antiliberalismo y las tendencias populistas de extrema derecha y rasgos autoritarios, propiciada por un planeta convulso y desigualmente globalizado, y en particular por la Gran Recesión de 2008, es un fenómeno alarmante. Esos fenómenos, como puede observarse en el nivel europeo, adquieren particularidades locales al alimentarse de descontentos similares, pero no exactamente iguales. En nuestro caso, más allá de situaciones concretas (como el triunfo de Vox en un entorno de alta inmigración como los invernaderos almerienses de El Ejido), esa particularidad parece estar siendo los conflictos territoriales existentes en el Estado español.
Mientras tanto, el sistema de democracia representativa liberal, basado en el cortoplacismo y la delegación tecnócrata, expone todas sus vergüenzas e insuficiencias a la luz de la creciente insostenibilidad social y ambiental de un sistema económico perverso. Parece que nos acercamos a escenarios nuevos (líquidos) en todos los terrenos. La incertidumbre genera miedo, mal consejero del que se aprovechan sus agoreros y supuestos salvadores.
A la luz de esta incertidumbre, y volviendo a lo local, cabe advertir que lo que pueda pasar ahora en mi tierra está por ver. La fragmentación mencionada y las dificultades de adaptación a escenarios nuevos pueden dificultar mucho la formación de gobierno: no descarten nuevas elecciones pronto.
Imagen extraída de: Cadena Ser