Valeria Méndez de Vigo. [EuroEFE] Gran parte de las noticias de estas semanas guarda relación con las migraciones. La llegada de pateras a las costas españolas, el traslado de inmigrantes del CETI de Ceuta a la península, la devolución a Marruecos de 116 personas que habían saltado la valla de Ceuta, entre otras. También en el ámbito europeo: la constitución del bloque antiinmigración formado por Italia (Salvini) y Hungría (Orban); la ley que en Hungría castiga con penas de prisión a las personas y organizaciones que ayuden a migrantes en situación irregular y las manifestaciones xenófobas que recorren Alemania, entre otras.
Esta constante presencia en la opinión pública no deja de avivar discusiones y debates que ya vienen viciados desde hace varios años y que están igualmente influyendo en la adopción de políticas cada vez más restrictivas. Es la pescadilla que se muerde la cola: las narrativas y los discursos sobre las migraciones se tornan cada vez más duros y deshumanizantes y las políticas se vuelven cada vez más restrictivas para justificar estas restricciones. O quizás haya que justificar políticas cada vez más restrictivas e inhumanas con narrativas cada vez más hostiles hacia refugiados y migrantes.
Un debate informado frente a la retórica populista
En este contexto, urge un cambio radical en las narrativas dominantes que imponen las corrientes populistas entre los representantes políticos y muchos medios de comunicación, que han conseguido “contagiar” a un amplio espectro político, antes mucho más responsable y moderado. Porque si no se da un debate informado, basado en datos y hechos, que tenga en cuenta las diferentes cuestiones que se ponen en juego en las migraciones, corremos el riesgo, como está sucediendo ya, de que se impongan visiones interesadas y falaces que criminalizan a las personas refugiadas y migrantes. Y eso tiene consecuencias muy serias, porque estaríamos contribuyendo a incrementar enormemente el sufrimiento de miles de personas, perderíamos en valores, nos volveríamos más intolerantes, nos deshumanizaríamos como sociedades y, en el caso de Europa, pondríamos en peligro el proyecto europeo, con un aumento de las corrientes populistas, antiinmigración y de extrema derecha que podríán aumentar su influencia en las próximas elecciones al Parlamento europeo de mayo de 2019.
Urge, en consecuencia, un cambio de narrativa y de discurso en torno a las migraciones basado en:
1. Combatir las percepciones erróneas y las visiones interesadas con datos y argumentos contrastados.
Los bulos, fake news o visiones interesadas que circulan en los medios, en las redes sociales, en las conversaciones, oscilan desde presentar las migraciones a Europa como un gravísimo problema en términos y números prácticamente inmanejables (“oleada”, “invasión”) – cuando lo cierto es que el 86 % de las personas que se encuentran en situación de refugio en el mundo se encuentra en países vecinos a los conflictos, generalmente países de ingresos bajos y no precisamente europeos- , a criminalizar a refugiados y migrantes (“entran de manera violenta y atacan a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado”, “pueden ser terroristas o delincuentes”), u otras afirmaciones relativas al daño que ocasionan al empleo o al Estado del bienestar (nos “quitan el trabajo”, “colapsan los servicios sanitarios”, “bajan la calidad de la educación” ).
Son aseveraciones en muchos casos rotundamente falsas; en otros, que generalizan y atribuyen a un colectivo las actuaciones de unos pocos; o totalmente desprovistas de matices. Las falsedades y la criminalización alcanzan también a las personas y organizaciones que los defienden (“favorecen el tráfico” “propician el efecto llamada”), pero lo cierto es que las acusaciones de tráfico contra ONG han sido rechazadas en los tribunales. Tampoco hay relación entre las llegadas de inmigrantes a Europa y la presencia de ONG de salvamento.
De lo que sí hay evidencia es de que las ONG salvan vidas. Hace ya algún tiempo, traté de desmontar algunos de estos mitos con datos. Hay varias campañas de diferentes organizaciones y redes que, de manera muy pedagógica y fácilmente comprensible, desmontan estas falacias. Si las bases de las que se parte son falsas, el debate estará totalmente viciado. Urge, por tanto, desmontarlas de una en una con datos y rigor.
2. Pasar del enfoque basado en la seguridad al enfoque basado en las personas y en sus derechos.
Las políticas europeas tratan de impedir que personas refugiadas y migrantes lleguen a Europa. Parten de la construcción de la percepción de amenaza para nuestras sociedades en lugar de primar la seguridad y los derechos de las personas. Esto se traduce en la securitización de las fronteras y, últimamente también, en la criminalización del rescate. No hay más que ver los últimos acontecimientos en relación con los obstáculos a las ONG para salvar vidas o la prohibición de desembarcos en puertos de Italia, o la devolución de personas a Libia, país en el que constan graves vulneraciones a los derechos fundamentales de las personas.
Las políticas restrictivas hacen que, efectivamente, las migraciones disminuyan. Pero no se impiden porque, cuando una ruta se cierra, otras se abren, más lejanas y más peligrosas. La gente seguirá emigrando porque piensa que no tiene opciones, porque huye de la violencia, la guerra o la falta de oportunidades. Las restricciones y los cierres de fronteras provocan cambios en las rutas y en los movimientos migratorios, muchas más muertes e infinito sufrimiento. Urge salvar vidas, establecer vías de acceso legales y seguras, y cesar en la externalización de fronteras.
3. Ir a las causas de las migraciones y el refugio.
Los refugiados y migrantes huyen de la guerra, la violencia, la pobreza, la desigualdad y buscan un futuro mejor para ellos y sus hijos. Es imprescindible que la comunidad internacional trabaje para resolver los conflictos y para redistribuir recursos y poder. Justamente son las políticas de cooperación y de ayuda humanitaria las que han sufrido, al menos en España, unos recortes drásticos en los últimos años. Urge volver a recuperar la importancia, las políticas y los recursos de la cooperación internacional.
4. Cambiar la percepción de la migración como problema y percibirla como una contribución, una oportunidad de enriquecimiento económico y cultural.
Mientras las migraciones se vean como amenaza o como problema, la narrativa sobre las mismas será siempre negativa y sesgada. Pero si se gestionan de manera adecuada, las migraciones pueden ser muy positivas. Un estudio reciente del Centro Nacional de Investigaciones Científicas de Francia en los principales países europeos muestra que migrantes y solicitantes de asilo tienen efectos positivos respecto al PIB, los impuestos e incluso el empleo. También la Historia nos muestra cómo muchos países, como Estados Unidos, han construido su historia, cultura, bienestar y progreso con las aportaciones de los migrantes venidos de todos los lugares del mundo en diferentes etapas.
Hay que rescatar esta visión positiva y ponerla en relación con el progresivo envejecimiento de las poblaciones de los países desarrollados. En Europa, incluida España, la natalidad está por debajo de la tasa de reposición, lo que podrá tener consecuencias adversas sobre el sistema de pensiones y el mantenimiento del Estado del Bienestar. Urge recuperar la idea que defiende el reciente informe del Banco Mundial “Moving for Prosperity“: las migraciones contribuyen al crecimiento económico en las sociedades de acogida, a la innovación, a la creación y difusión del conocimiento, sostenimiento de las cuentas públicas y a la diversidad de la propia sociedad
5. Dar voz y espacio a las propias personas migrantes y refugiadas para prestar testimonio e historias de vida y para proponer soluciones.
Hay que conocer a las propias personas refugiadas y migrantes, con sus nombres y apellidos, sus vivencias, su resiliencia y capacidad de afrontar la adversidad, su empuje y ganas para construir una vida mejor. Además, las políticas migratorias deben contar con las opiniones, la experiencia y la participación de las propias personas refugiadas y migrantes, porque nadie como ellas conocerá las situaciones que tienen que afrontar y las posibilidades de mejorarlas. Una política migratoria que pueda calificarse como tal debe contar con la participación activa de las personas refugiadas y migrantes en los espacios de interlocución y decisión política.
Es imprescindible cambiar narrativas y políticas de hostilidad en narrativas y políticas de hospitalidad, basadas en la defensa de la dignidad y los derechos de las personas refugiadas y migrantes. Nos jugamos mucho en ello: nuestros valores, la defensa de los Derechos Humanos, nuestro proyecto político como europeos. Ojalá los Pactos Globales sobre refugio y sobre migraciones que se suscribirán en 2018 por parte de la comunidad internacional amplíen la protección de personas refugiadas y migrantes y promuevan narrativas favorables a sus derechos.
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