Manfred NolteAsignar al sector bancario el papel de pulmón de la economía no resulta novedoso. Lo es, sobre todo, debido a sus vitales funciones de asunción y traslación del riesgo desde los depositantes hasta los inversores a través de un elemental sistema de intermediación.

Lamentablemente, existe una historia de reincidencia en las conductas poco profesionales y aun fraudulentas dentro del sector financiero que llevan a concluir que dicha función básica de intermediación -practicada sin conciencia- puede derivar en una cadena de siniestros de carácter catastrófico. Aún no se han extinguido los rescoldos de la gran crisis mundial originada en Wall Street donde la codicia de unos banqueros desalmados llevó el paro y la desolación a todos los lugares del planeta, cuando los ciudadanos suizos han llevado a las urnas una propuesta en forma de referéndum para limitar radicalmente la referida y universal práctica de intermediación bancaria. O al menos, no como se viene ejercitando hasta nuestros días. Aunque el resultado final de la votación ha desechado la propuesta lanzada por más de cien organizaciones activistas coordinadas por MoMo (‘Modernizando el dinero’), la población helvética ha sido la primera en el mundo en votar la posibilidad de restringir drásticamente el alcance de la actividad crediticia ordinaria.

¿De qué trataba la propuesta?

Para responder a esta pregunta es necesario adentrarse en algún tecnicismo que reclama la atención especial del lector. El primero de ellos es que los bancos crean dinero cuando conceden un préstamo o crédito. Y lo crean literalmente de la nada, aunque esa nada esté acotada por las normativas correspondientes. Al otorgar un préstamo el banco abona su importe en la cuenta corriente del cliente. Como el saldo de las cuentas corrientes es dinero, el milagro se ha producido. Debo adelantar aquí que los activistas suizos rechazan precisamente esta proposición. Para ellos solo el efectivo es dinero con exclusión de los depósitos que tienen la condición de dinero escritural, ficticio y decididamente peligroso.

Bajo la tutela del Banco Nacional suizo, que ostenta el monopolio de la acuñación de monedas y emisión de billetes, los proponentes de la iniciativa entienden que los depósitos bancarios corren el riesgo de perderse en determinadas circunstancias, y que la protección de los depositantes ha conducido en la última crisis a ingentes ayudas estatales para apuntalar a los bancos insolventes en defensa de los depósitos de los clientes. En España dichas ayudas han ascendido a la cifra de 65.000 millones de euros en el más restrictivo de los criterios, pero prácticamente la cifra se ha triplicado si se consideran otras ayudas transitorias distintas de los rescates bancarios propiamente dichos. También en Suiza ha habido lo suyo y la iniciativa liderada por MoMo llamaba a poner punto final a esta eventualidad. En lo sucesivo los créditos bancarios se realizarían en primera instancia con los fondos propios de la entidad. En segunda instancia las sumas de efectivo correspondientes a los depósitos de la clientela podrían ser utilizados congruentemente para operaciones de crédito al mismo plazo que el del depósito y al nivel de riesgo asumido por el cliente al realizar el deposito, convirtiendo de hecho al banco en un fondo de inversión. Los depósitos a la vista no podrían ser utilizados para préstamos, desapareciendo el multiplicador del crédito bancario privado. Técnicamente la propuesta se traduce en un coeficiente de caja del 100% sobre los créditos bancarios.

Para lubricar suficientemente el funcionamiento de la economía real, esta limitación puede superarse mediante la apelación al Banco Central suizo, y así para cada nuevo préstamo concedido a un cliente el banco privado obtendría idéntica financiación de importe y plazo del Banco Central emisor. De esta manera el Banco Central recupera la emisión no solo de la acuñación de monedas y la emisión de billetes, sino también de la creación de nuevos depósitos bancarios, esto es de nuevo dinero contable o escritural. Como el grueso de los préstamos y los créditos procederá de líneas de financiación del Banco Central, los depositantes siempre estarán a resguardo de crisis financieras y malversaciones de toda índole incurridas en la gestión bancaria. Todo el dinero será genuino o ‘total’ (Vollgeld) y la tasa de crecimiento del dinero residirá en manos del Gobierno.

No es fácil que la derrotada iniciativa de MoMo se repita en otras latitudes. Tampoco la expansión crediticia de los bancos tiene un potencial ilimitado al estar doblemente sujetos a un coeficiente de caja y al coeficiente de solvencia que exige dotar un porcentaje a capital por cada préstamo concedido. Basilea III, Basilea IV, revisión del modelo TRIM y las normas prudenciales de Consejo de Estabilidad Financiera no cejan en comprimir el pulmón de la profesión financiera.

Pero la vencida propuesta no es tan utópica como puede aparentar. Los monetaristas de la escuela de Chicago y algunos próceres de la escuela austríaca ya lo plantearon hace décadas y otros autores han apuntado después líneas de actuación en similar dirección.

Después de todo, los bancos se han constituido en la industria más peligrosa del mundo y se sitúan en el epicentro de las calamidades de la última década en todo el planeta, y no querríamos que esto se volviese a repetir.

banco suiza

Imagen extraída de: Pixabay

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Doctor en Ciències Econòmiques. Professor d'Economia de la Universitat de Deusto. Membre del Consell de Govern de la mateixa Universitat. Autor de nombrosos articles i llibres sobre temes econòmics preferentment relacionats amb la promoció del desenvolupament. Conferenciant, columnista i blocaire. Defensor del lliure mercat, malgrat les seves mancances i imperfeccions.
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