Jesús SanzDespués de un tiempo caracterizado por la desmovilización y con cierta atonía social, en las próximas semanas van a coincidir dos convocatorias con bastante respaldo popular en lo que podría suponer un cierto repunte de la movilización social.

El pasado jueves 23 de febrero, convocados por la Coordinadora estatal de Defensa del Sistema Público de Pensiones, decenas de miles de jubilados y jubiladas se manifestaban en numerosas ciudades españolas pidiendo unas pensiones dignas y protestando por las últimas reformas planteadas en el sistema de pensiones. Estas reformas han desvinculado la subida de las pensiones del índice de Precios al Consumo limitando su subida a solo el 0,25% y han puesto en marcha el denominado “factor de sostenibilidad” que supondrá, según numerosos estudios, un considerable recorte sobre las pensiones futuras.

En el horizonte de esta protesta también estaba el vaciamiento de la denominada “hucha de las pensiones” que ha pasado de tener a finales de 2011 66815 millones de euros, a estar prácticamente vacía en la actualidad, así como el desequilibrio continuado de la Seguridad Social que en 2017 registró un récord de 18800 millones de euros. Finalmente, al éxito de esta movilización, seguramente también contribuyeron las declaraciones del presidente del gobierno que animaba a las generaciones en edad de trabajar a ahorrar para poder complementar la pensión pública en el futuro. El éxito de las movilizaciones iniciadas ese día ha pillado con el pie cambiado a muchos y ha hecho que el debate sobre las pensiones haya cobrado especial relevancia.

Por otra parte, la convocatoria de huelga feminista convocada para el próximo 8 de marzo va a suponer un paso adelante más del movimiento social que está mostrando más fuerza en los últimos años. Esta movilización ha puesto en primera plana del debate político cuestiones como la brecha salarial entre hombres y mujeres en el ámbito laboral y de las pensiones; la menor presencia de mujeres en cargos de responsabilidad política y económica y, sobre todo, la necesidad de valorizar y reconocer el conjunto de trabajo no remunerado que se da en el hogar y que sigue recayendo mayoritariamente sobre las mujeres.

Con ello, en estas últimas semanas van a confluir dos grandes cuestiones que, a mi juicio, van a cobrar una gran relevancia política en los próximos años.

Por un lado, el debate sobre qué sistema de pensiones somos capaces de construir. No hay que olvidar que, más allá de las cifras sobre la sostenibilidad del sistema y sobre su evolución futura, las pensiones juegan un papel fundamental en la cohesión social del país por lo que su evolución no sólo afecta a los actuales jubilados sino al conjunto de la sociedad. Así, el gasto en pensiones suponía en 2016 el 45% del efecto redistributivo de gasto social del estado con lo que su aportación es absolutamente fundamental para la cohesión social. Prueba de ello es que en 2016 300.000 hogares eran mantenidos por una pensión por tener a todos sus miembros en paro, o que el 34,3% de los hogares tiene en España, como principal fuente de ingresos una pensión, contributiva o no contributiva, de jubilación, invalidez, viudedad, etc

Por otro lado, la huelga feminista va a suponer un paso adelante en la visibilización de la importancia social que tienen los cuidados para el sostenimiento de la vida. Así, ante una realidad en la que los cuidados siguen recayendo mayoritariamente sobre las mujeres y en un contexto marcado por el creciente envejecimiento de la población y por la existencia de unos servicios públicos claramente insuficientes, esta movilización va a poner en primer plano la necesidad de dar una respuesta social más equitativa  a esta cuestión. Una respuesta que pasa por la corresponsabilidad de todos los actores sociales: tanto de los hombres y mujeres dentro del hogar, como del Estado, las empresas y la sociedad civil en su conjunto.

Además, la importancia fundamental de los cuidados obliga a repensar temas como qué se considera trabajo y la necesidad de reconocer y valorizar socialmente como trabajo algunas actividades que se dan más allá de la esfera remunerada pero que son necesarias para la vida y son útiles socialmente como sucede con los cuidados.

Con todo ello, al igual que en las series televisivas que se extienden por varias temporadas, creo que estos dos temas tienen todos los elementos para ser centrales en el debate político en los próximos años. Y dependiendo de la respuesta que se de a estos dos temas como sociedad tendremos muchas claves para ver hacia donde avanzamos: si hacia una sociedad más equitativa y cohesionada en la que prime la interdependencia entre todos/as sus miembros; o hacia un modelo construido en torno al individualismo, el “sálvese quien pueda” y en el que la “razón de mercado” que excluye a muchos/as se constituya en la única vía para dar respuesta a la provisión material de recursos y a las necesidades materiales, afectivas y emocionales de cada persona.

pensiones y cuidados

Imagen extraída de: Pixabay

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Profesor de Antropología Social en la Universidad Complutense de Madrid.  Sus líneas de investigación están relacionadas con los movimientos sociales, las migraciones, el vínculo entre migración y desarrollo, y el consumo responsable. Es miembro de diferentes organizaciones y movimientos sociales relacionados con el consumo responsable, la soberanía alimentaria y el movimiento ecologista.
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