Hoy, 20 de junio, Santiago Agrelo cumple 75 años y tal como está establecido, presentará su dimisión como arzobispo de Tánger al Papa Francisco. “Me iré dando gracias y pidiendo perdón… a Dios y a los pobres” publicó en su cuenta de Facebook a raíz de una reciente entrevista. Para mí es una oportunidad de dar gracias a Dios por todo lo vivido y aprendido primero en los años que pude colaborar junto a él en la diócesis de Tánger y luego a través de lo que le he podido seguir mediante correos y redes sociales.

Quisiera compartir algunos rasgos de él que personalmente me han impactado y ayudado. Del tímido obispo que me presentaron recién llegado a Marruecos, del que me costaba entender sus homilías, al obispo que conocemos hoy que va al bosque a buscar y encontrarse con los migrantes que sufren, que pone nombre y denuncia las injusticias, y que se enfrenta con el poder, hay una preciosa evolución. Quizás porque, como le oí alguna vez entre pasillos ,“cuanto más viejo me hago más me interesan las cosas de Dios y de los pobres y menos importancia le doy a todo lo demás”.

Obispo de una iglesia de hospital de campaña que cuida de los pequeños, sale al bosque a buscar al inmigrante, curar heridas y dar calor y alimentos. Es vulnerable ante el sufrimiento del otro y permite que este le interpele y le transforme. Se ha encontrado cara a cara con el drama, el sufrimiento, las situaciones que desbordan.

Quiere una iglesia que sea percibida como “pobre entre los pobres que comparte lo que tiene” no como “ricos que dan cosas a los pobres”. Cuando de madrugada los pobres que vienen desde lejos llaman a la puerta, es el obispo quien responde y comparte lo que tenga en la despensa. No se preocupa demasiado del futuro porque confía absolutamente en Dios sabiendo que Dios va a cuidar de nosotros mejor de lo que nosotros mismos podríamos hacerlo.

“No me identifico con la palabra monseñor, siempre fui educado para ser un hermano menor” me dijo una vez mientras firmaba algo en el que aparecería su nombre junto al título. Hermano universal que se dirige a cristianos y musulmanes compartiendo sentimientos y preocupaciones. Se manifiesta contra los poderes que toleran con indiferencia que haya muertes en las fronteras. Denuncia que “las políticas migratorias son un crimen contra la humanidad, de las que un día nos avergonzaremos”. Se rebela contra los medios de comunicación (especialmente si están financiados con dinero de la conferencia episcopal) que expanden mensajes de odio o que criminalizan a los pobres.

Como de la cruz nace la vida, del encuentro con las situaciones de dolor de una iglesia pequeña y sin poder, brota la esperanza. Su mirada mística a la frontera sacude a un occidente “voluntariamente ciego”. Los pobres han venido desde lejos para salvarnos. “El Cristo medio muerto se ha de encontrar con el Cristo medio vivo”. El futuro de ellos y de la iglesia está unido. “Si no hay futuro para los pobres en la iglesia tampoco lo habrá para una iglesia sin pobres”.

Gracias a Dios por 75 años de vida. Gracias por ser vulnerable, pobre, hermano, creyente, rebelde. Le deseo que siga generando vida, cuando el Papa Francisco decida aceptar su renuncia, allá donde le toque.

[Imagen extraída de Wikimedia Commons]

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Vaig néixer a Alacant, sóc Treballador Social. Treballo amb persones sense llar, migrants, refugiats, víctimes de trànsit humà i de treball esclau (modern slavery). Actualment treballo per a l'administració local a Londres. Prèviament vaig treballar per a Càritas entre Andalusia i el Marroc. També canto al LGMC, el cor gai de Londres i participo al grup LGBTQ+ de la diòcesi de Westminster.
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