Valeria Méndez de Vigo[EuroEFE] Las pasadas semanas nos despertábamos sobresaltados con la noticia del decreto del presidente Trump que prohibía indefinidamente la entrada de personas sirias en territorio norteamericano, suspendía durante 120 días la entrada de personas procedentes de siete países de mayoría musulmana y otros programas de reasentamiento de refugiados.

El decreto ponía en tela de juicio el derecho de asilo y la protección internacional, y fue considerado profundamente discriminatorio por diferentes organismos. Además, provocó un enorme desconcierto -funcionarios que no sabían cómo hacer cumplir dicha orden o cuál era realmente su mandato, caos y dolor- familias separadas, estudiantes que no podían volver a su universidad en Estados Unidos, más de 60.000 personas con sus visados cancelados, y una gran incertidumbre.

Solidaridad internacional con los refugiados

La reacción de la sociedad civil norteamericana -y de la comunidad internacional- no se hizo esperar. Fue emocionante ver a miles de personas movilizándose en los aeropuertos; a abogados con carteles identificativos ofreciendo asesoramiento legal a migrantes y refugiados; múltiples comunicados de líderes políticos y religiosos, representantes de organismos internacionales, personas y organizaciones de todo el mundo mostrando su indignación y su solidaridad, también con una fabulosa creatividad en su protesta.

La gente se solidarizó con las personas refugiadas pero, además, fue plenamente consciente de que con este decreto se ponían en entredicho valores profundos y lo que constituye también parte del imaginario, del sueño americano: ser un país de migración y de acogida, de libertad y de oportunidades para todos. Afortunadamente, un juez federal suspendió la aplicación del decreto.

Hostilidad creciente en Europa hacia los refugiados

Mientras tanto, en Europa, nos rasgamos las vestiduras, con razón, ante el decreto de Trump. Sin embargo, en Europa estamos asistiendo a una creciente hostilidad hacia las personas refugiadas y migrantes que se traduce en políticas cada vez más restrictivas. Tal y como ha señalado recientemente la Agencia Europea de Control de Fronteras, FRONTEX, unas 380.000 personas llegaron a Europa en 2016 frente al más del millón en 2015.

El acuerdo entre Turquía y la Unión Europea marcó un punto de inflexión al dar prioridad, de manera muy clara, al control de fronteras sobre la protección y la acogida de las personas refugiadas y migrantes. Externalizó las fronteras de la Unión Europea, ofreciendo a Turquía fondos y ventajas en negociaciones para su admisión en el seno de la Unión, a cambio de un mayor control de sus fronteras y de aceptar la devolución de personas refugiadas y migrantes, vulnerando sus derechos fundamentales.

Desde entonces, los flujos de personas de Turquía a Grecia descendieron drásticamente. Pero también las muertes en el Mediterráneo aumentaron -de 3771 personas en 2015 a 5000 personas en 2016- al buscar rutas alternativas de llegada a Europa más largas y peligrosas. En este sentido, también las llegadas a Italia desde Libia aumentaron en un 17% durante 2016.

En Grecia, los llamados hotspots -puntos de solicitud de tramitaciones- se han convertido en la práctica en campos de detención desde donde se practican deportaciones. Cerca de 60.000 personas están en Grecia, en condiciones deplorables, sin visos de solución, al incumplir los Estados europeos las cuotas de reubicación comprometidas. Las devoluciones en caliente en Ceuta y Melilla son el pan nuestro de cada día a pesar de las denuncias de las organizaciones sociales e internacionales.

Aumento de la xenofobia en Europa

Las próximas elecciones generales en Francia, Holanda, Grecia o Alemania, pueden colocar en el poder a candidaturas cada vez más hostiles a las personas refugiadas y migrantes. De hecho, las personas refugiadas y migrantes están siendo utilizadas en campaña electoral como chivos expiatorios contra los que encauzar el malestar derivado de la crisis económica, el empobrecimiento de las poblaciones europeas y la creciente desigualdad.

Los líderes políticos -y también los mediáticos- tienen influencia en la opinión pública, de modo que posverdades, mitos, o criminalización de personas refugiadas corren el riesgo de una falsa apariencia de realidad que permee socialmente. Del mismo modo, corrientes sociales extremistas arropan y aúpan a líderes nacionalistas y xenófobos, en una espiral de hostilidad y xenofobia. Esto afecta sobre todo a refugiados y migrantes, cada vez más ninguneados, vulnerados en sus derechos, mirados con hostilidad creciente. Pero no sólo ellos.

Promover una cultura de la hospitalidad

Urge darse cuenta, como se la han dado las miles de personas que se han movilizado en Estados Unidos, que este tipo de medidas atacan valores profundos, enfrentan y dividen a las sociedades y ponen en peligro la cohesión social. Ante esta cultura de la hostilidad, urge contraponer una cultura de la hospitalidad -también muy presente en nuestras sociedades- que brinde protección y acogida a las personas refugiadas y migrantes y que respete sus derechos fundamentales.

Ante los discursos que deshumanizan y criminalizan a las personas refugiadas, hay que construir y difundir un relato positivo, poniendo de manifiesto sus historias de vida y su capacidad de afrontar la adversidad, su contribución a la economía de los países en que se insertan y a la diversidad y riqueza cultural. En uno y en otro lado del Atlántico, nos jugamos mucho. Nos jugamos nuestra propia identidad y valores de compasión, justicia, tolerancia, respeto a las personas y a sus derechos fundamentales.

Para saber más:

ONG Entreculturas

Política de inmigración de la UE

Agencia FRONTEX (UE)

mediterraneo

Ilustración de Jesús Huguet

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Advocada, amb diversos cursos de postgrau en migracions, drets humans, cooperació al desenvolupament i direcció i gestió d'ONG i lideratge d'entitats socials. 25 anys d'experiència en cooperació al desenvolupament en diverses organitzacions (els últims 12 a Entrecultures, com a responsable d'estudis i incidència pública). Des de fa dos anys, coordina la incidència pública, les xarxes internacionals i la comunicació en el Secretariat de Justícia Social i Ecologia de la Companyia de Jesús a Roma. Interessos: educació, participació i refugi/migracions, drets humans. Autora i coordinadora de nombrosos articles i publicacions.
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