Francisco José Pérez. Venimos realizando una lectura actualizada de las obras de misericordia desde la perspectiva de la nueva política. Antes de adentrarnos en las obras espirituales, dejar claro que no responden a una visión dualista –cuerpo y alma- sino que responden a una visión de la persona en su integridad; no que no reduce su realización al bienestar material, sino que abarca muchas más dimensiones.
Y, precisamente, en esas otras dimensiones se juega la nueva política sus posibilidades, ya que en nuestras sociedades democráticas para conquistar el poder previamente hay que conseguir la hegemonía de las ideas, y si se quiere conseguir de forma alternativa al actual sistema, habrá que convencer a los ciudadanos de que existen otras posibilidades de desarrollo, más allá del mero crecimiento económico y el consumismo que lleva aparejado.
Dar consejo al que lo necesita, corregir al que yerra y enseñar al que no sabe
La nuestra es una sociedad enferma que genera personas enfermas (por el egoísmo, el individualismo…) y que se alimenta de una cultura relativista carente de valores y referencias “sólidas” en las que apoyar nuestra vida: familia, educación de los hijos, sexualidad, uso del dinero… Así, no nos fiamos de nadie, y nuestros proyectos de vida nos incapacitan para ser seres en relación y felices.
Así, las opciones que tomamos en la vida personal, social o política pueden ser erróneas, adoptadas sin la madurez y reflexión necesaria (p.e. iniciar el proyecto de pareja desde visiones infantilizadas e idealizadas, con lo que a los primeros problemas de la convivencia, se rompe; dedicarse a la vida política, o profesional, buscando enriquecerse, obtener prestigio, medrar…).
En ese contexto resulta necesario acompañar a las personas para que puedan decidir sus opciones y proyectos desde valores que trasciendan los que nos propone la sociedad neoliberal. La nueva política no será posible si en nuestra vida cotidiana las pequeñas y no tan pequeñas decisiones que adoptemos no obedecen a orientaciones solidarias y liberadoras. Se requiere una adecuada atención a lo prepolítico y a lo micropolítico, y sin ello no será posible el cambio.
Otros dos factores presentes en nuestra cultura, la tendencia a la irresponsabilidad (o la tentación de inocencia) y la “globalización de la indiferencia” contribuyen a diluir nuestra responsabilidad para con el otro, y a no asumir como propio ese acompañamiento que, entre otras tareas conlleva prevenir de posibles errores, corregir, enseñar… Sin cultura de la corresponsabilidad no podrá articularse una nueva política. La responsabilidad social frente al otro es condición sine qua non para el cambio social.
Aún cabe citar otra enfermedad social, el analfabetismo funcional, fruto de una educación diseñada para servir a los intereses del capital y sus necesidades, y que olvida el cultivo de otras dimensiones fundamentales. La nueva política precisa de una pedagogía liberadora que priorice la concientización.
Consolar al triste
En su encíclica Evangelii gaudium el Papa Francisco denunciaba la actual “tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada” y que se opone a la alegría del evangelio.
Basta mirar a nuestro alrededor para percibir como ese estilo de vida que denuncia el Papa se somatiza en muchas personas dando lugar a un vacío existencial y provocando enfermedades que quitan la alegría y las ganas de vivir: depresiones, estrés, anorexia, bulimia, vigorexia… que, sumadas a esas enfermedades sociales como paro, desahucios, carencia de servicios sociales básicos… acaban por destruir a las personas, cuando no las empujan al suicido.
La nueva política junto a respuestas “materiales” (laborales, sociales…) también tiene que acoger a estas personas, sanar sus heridas, acompañarlas, hacerlas protagonistas del cambio… Esto es lo que hace la PAH, los buenos programas de acogida…
Acoger, acompañar, sanar, empoderar… elementos claves para una nueva política, para que la persona, especialmente las más pobres y necesitadas, puedan superar esa tristeza paralizante, y convertirse en actores de la vida social y política.
Rogar por vivos y muertos
En esta sociedad del descarte, en la que las personas no cuentan, y que arroja a sus márgenes a millones de seres humanos necesitamos redefinir el sentido de ser personas, reencontrarnos con nuestra humanidad… La oración, el reconocernos hijos de un mismo Padre y, en consecuencia, hermanos iguales en derechos,, nos ayudará a construir un mundo mejor. También es necesario reconocernos seres débiles y necesitados, seres finitos, en relación con el misterio.
Llevarnos con paciencia unos a otros y perdonar las ofensas recibidas
Estas dos últimas obras de misericordia parecen especialmente pensadas para el proceso de negociaciones para alcanzar pactos de gobierno. En ese contexto no necesitan más explicación. Basta fijarnos en las acusaciones, insultos y descalificaciones que durante la campaña electoral se lanzaron unos a otros. Luego, a la hora de los pactos, pueden convertirse en muros insalvables, en grandes dificultades.
Resulta especialmente urgente recuperar la capacidad de diálogo, de tolerancia, el respeto de las diferencias… Sin ellas, sin formas adecuadas que reflejen esa nueva política que se quiere construir, va a resultar difícil avanzar. (Continuará)
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