Clara TemporelliLatinoamérica recibió en el pasado olas de inmigrantes árabes que se abrieron camino en la región pese a sus diferencias culturales, religiosas e idiomáticas. Esta historia puede ofrecer pistas en medio de la gigantesca crisis de refugiados desatada por la guerra en Siria, que desafía especialmente a Europa, es la peor crisis de refugiados desde la Segunda Guerra Mundial. Según las cifras de las Organización Internacional para las Migraciones más de 350.000 personas han atravesado  este año el Mediterráneo para llegar a ese continente y al menos 2.643 murieron en el mar.

En nuestro continente hoy, según las entidades que los agrupan, cerca de 18 millones de latinoamericanos tienen origen árabe, en su mayoría de inmigrantes que llegaron entre fines del siglo XIX y comienzos del XX. Éstos no eran formalmente refugiados, pero escapaban de serios problemas: la crisis en la producción y venta de seda hizo emigrar a miles de libaneses que vivían de esa actividad; también surgieron persecuciones contra las minorías cristianas maronitas, que junto con el derrumbe del Imperio Otomano y el riesgo de ir al frente de guerra llevaron a buscar nuevos horizontes.

Brasil fue la principal puerta de entrada en América Latina. Los especialistas creen que una de las claves para la integración en la región fue la ausencia de trabas, simplemente se les permitió inmigrar y trabajar. Los primeros inmigrantes vendían productos de forma ambulante, de pueblo en pueblo, con el tiempo fijaron domicilios que eran a la vez sus hogares y tiendas, se los denominaba “turcos” por pertenecer al Imperio Otomano, aunque en realidad no eran turcos sino sirio-libaneses. También el hecho de que muchos fueran cristianos maronitas les permitió adaptarse desde el punto de vista religioso, participando en misas, ritos católicos y hasta fundando sus propias  iglesias. La segunda y tercera generación progresó porque pudo tener acceso a la educación e incursionó en la industria, en las ciencias, en la medicina.

Estos antecedentes han pesado para las políticas receptivas que países latinoamericanos aplican con los actuales refugiados sirios.

Los inmigrantes árabes han sido retratados en la literatura latinoamericana en la novela de Jorge Amado De cómo los turcos descubrieron América o en la obra de Gabriel García Márquez Cien años de soledad.

En Brasil, según datos oficiales, los refugiados ya suman más de 2.000 desde 2011, un contingente superior al que recibieron algunos países europeos. Éste país simplificó el trámite para reconocerlos, las asociaciones sirias y libanesas se mueven para facilitarles techo y trabajo, y algunos han llegado a ser acogidos en parroquias católicas, algo que el papa Francisco pidió que haga Europa.

En Argentina el director del Diario Sirio Libanés, Yaoudat Brahim, explicó que: “en este momento, el Club Sirio Libanés de Buenos Aires (CSLBA), está elaborando una lista de voluntarios, que se comunican para ofrecer ayuda como una habitación en su casa, departamentos vacíos o también fincas para trabajar; es posible hacer una carta ante Migraciones (con carácter de declaración jurada) en la que se deja constancia que se tienen las posibilidades y las condiciones de recibir a un refugiado, pero insiste en que este tipo de trámites llevan dos meses como mínimo y no resuelve la urgencia de los refugiados”.[…] “También existe  el ‘Programa Siria’, implementado desde el 2014 por el Gobierno, que tiene el inconveniente que llevarlo a la práctica  tarda alrededor de dos meses y las personas que están sufriendo el conflicto no tienen ese tiempo para resolver su extrema situación”. Este programa facilita los mecanismos para que familiares o conocidos de ciudadanos sirios puedan recibirlos en sus hogares. Además, estipula los requisitos para que las víctimas de la guerra, soliciten refugio en Argentina. […] Conocemos muy bien el drama de la población siria y es noticia mundial porque a Europa le preocupa el tema migratorio. Muchos de sus gobiernos fomentaron la situación actual en Siria y en medio Oriente. Cien años de explotación tiene consecuencias”, agregó Brahim.

Según la Comisión Nacional para los Refugiados, Argentina dio asilo a 233 personas desde el inicio del conflicto. Ante esta situación, algunos municipios y provincias Argentinas se ofrecieron ante la ONU para acoger a familias sirias, la localidad de Pilar, en la provincia de Córdoba, ofrece terrenos y trabajo para unas 50 familias que quieran instalarse allí, con la posibilidad de iniciar los trámites necesarios para que en un futuro “puedan radicarse de manera definitiva”. Ya existen diez familias en condiciones de viajar al país, comunicaron en exclusiva a Infonews fuentes del municipio.

También Santiago del Estero abre sus brazos a los hermanos refugiados y según confirmaron a Diario Panorama, cerca de cien personas se encuentran en esa provincia tramitando la visa. La Sociedad Sirio Libanesa trabaja a la par del Consulado Sirio, que en estos días comunicará oficialmente los pasos que seguirá ante los cientos de inmigrantes que llegan. También interviene la Dirección de Derechos Humanos de Santiago del Estero.

Países como Argentina, se han construido, como sociedades nuevas, con aportación del exterior, renovadas y cambiadas en cada etapa, con cada nuevo flujo. Es consciente de su deuda con esas personas que llegaron y ayudaron a levantar la sociedad de hoy. Ese reconocimiento, resulta opuesto a la situación de sociedades  homogéneas, antiguas, iguales. Se trata de recibir personas, de la manera en que se acogió a los europeos que llegaron antes.  Pero la mayoría de los economistas europeos están de acuerdo en que la inmigración[1] promueve el crecimiento, y Alemania está viviendo un momento en que la ola de emigrantes puede serle económica y demográficamente útil. En esta realidad humana hemos de considerar que los refugiados se desplazan a ese país -primeramente- porque les facilita un albergue comunitario y les dan una cantidad de dinero para alimentos, además de que permanecen cerca de Siria, a dos horas de vuelo, a dos meses caminado. La gente no quiere migrar, espera que se solucione el conflicto para volver. Si se terminan las balas, se terminan los problemas, dejan de migrar y de morir en su intento por llegar a Europa.

Argentina se suma así a los otros  países que ya reciben refugiados sirios, como Alemania, Australia, Brasil, Canadá, Dinamarca, Finlandia, los Países Bajos, Nueva Zelanda, Noruega, España, Suecia, Suiza, Chile, Uruguay.

El Papa Francisco expresó el día 6 de septiembre que cada parroquia, cada comunidad religiosa, cada monasterio, cada santuario de Europa hospede a una familia de refugiados tanto de Siria como de Irak, comenzando por su diócesis de Roma, de tal manera que dos parroquias del Vaticano acogerán en estos días dos familias de refugiados; pues la Misericordia de Dios se expresa a través de obras concretas. Y es el Misericordia, el otro nombre del Amos, expresado por Jesús en Mateo 25: ‘Todo aquello que hagan a uno solo de estos hermanos míos más pequeños me lo harán a mí”.

El evangelio en Mateo 7,23-30 nos enfrenta  a una acumulación de límites: Jesús se encuentra en tierra extranjera (en la región de Tiro) ante una mujer, extranjera: sirio-fenicia, pagana, y con una hija poseída por un espíritu maligno. Es sencillo descubrir el sufrimiento y la angustia de esta madre. Sin embargo, Jesús le responde fríamente, se siente enviado a otros destinatarios. Esta mujer desmonta los argumentos de Jesús usando sus mismas palabras. Afirma que la compasión y la misericordia están por encima de la discriminación de los pueblos. Su respuesta impacta a Jesús, quien reacciona, comprende de repente que los parámetros culturales, raciales y religiosos, le han hecho contestar con dureza y reacciona. Sus actitudes y razones se hacen polvo. La misericordia las desborda y cambia su negativa por curación. El coraje, el amor y la pasión con que la mujer lo ha interpelado tocan su ternura y su misericordia. La fe de la mujer en su bondad no tiene fronteras, provoca el cambio de Jesús y hacen posible la sanación.

El diálogo con la vida  lleva al cambio continuado. Abrirse a lo diferente provoca un cambio y Jesús no tiene miedo a rectificar si se da cuenta que está equivocado, se le desbloquean los prejuicios hacia los paganos y extranjeros; se le ilumina el camino, un camino sin fronteras, que va más allá de su pueblo, de su cultura, de su religión y nación.

El sufrimiento humano no tiene fronteras; la compasión, el amor y la misericordia de Dios ha de ser experimentada por todas las personas. La parábola de Mateo 25 nos recordará que seremos juzgados según nuestra actitud ante los hambrientos, sedientos, presos, “extranjeros”, desnudos, enfermos o presos…

¿Estaremos dispuestos a vivir el coraje de la fe, a desafiar la discriminación, a incluir y abrir todas nuestras fronteras, las del corazón, las políticas, las económicas para acoger con brazos abiertos a los refugiados? Como sociedades cristianas no tenemos excusas válidas que nos justifiquen.

***

[1] Sobre la terminología: La BBC utiliza el término migrante para referirse a todas las personas en movimiento que todavía tienen que completar el proceso legal de solicitar asilo. Este grupo incluye tanto a las personas que huyen de países asolados por conflictos bélicos -como el caso de Siria- a quienes es muy probable que se le conceda el estado de refugiado, así como aquellos que buscan empleo y mejores condiciones de vida, que son propensos a ser catalogados como migrantes económicos.

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Imagen extraída de: Observatorio MEP sobre migración

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Anuari 2023

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Clara Temporelli
Doctora en Teologia i religiosa de l’Ordre de la Companyia de Maria Nostra Senyora. A més de publicar diversos llibres i articles, ha treballat en viles d’emergència realitzant treball pastoral i de promoció humana amb els més desfavorits. Ha estat directiva i docent de diversos nivells educatius -inclosa la docència universitària- i ha exercit càrrecs de govern i formadora en la seva congregació.
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