Xavier Albó. [La Razón -Bolivia-] Al final de mi columna anterior (LR 15 febrero de 2015) ya sugería que Espinal podría ser incluido en la larga lista de mártires modernos, compañeros de martirio de San (Óscar Arnulfo) Romero no por haber sido victimados en el mismo pelotón de fusilamiento, sino por unos gobiernos y dictaduras militares semejantes que, aun llamándose a veces explícitamente “cristianos” (como Ríos Montt, en Guatemala), “odiaban” sistemáticamente el principio y derecho fundamental del amor y solidaridad con los pobres y marginados. Por eso persiguieron y mataron a algunos de los defensores más prominentes de esos derechos.

Limitándome a Lucho Espinal, meses antes ya habían dinamitado el semanario Aquí, del que periodistas de las principales tendencias de izquierda coincidieron en que él sería el director consensuado por todos. Gente ligada a los militares en la última semana habían estudiado sus pasos, y la noche del viernes 22 de marzo encontraron el momento adecuado para liquidarlo: de noche. Cada viernes por la tarde, cuando él concluía su trabajo en el semanario Aquí, iba al cine a ver una o dos películas para comentarlas en directo en su programa de la mañana del sábado de Radio Fides sobre cine. El cine, la radio y las columnas de la prensa eran algunos de sus púlpitos favoritos para proclamar la buena nueva de Jesús respecto a que todos somos hermanos, muy amados por Dios. La última película que había visto, en el Cine 6 de Agosto, se llamaba Los desalmados.

Cuando la mañana de aquel sábado no apareció en el programa, en seguida empezamos a sospechar lo peor. Y así había sido. Cuando el 24 por la mañana una multitud de 70.000 personas lo llevaban al cementerio, gritando “Lucho amigo, el pueblo está contigo” y frases semejantes, llegó la noticia de que a 4.000 kilómetros más al norte, en la sufrida República de El Salvador, otra bala había segado la vida de monseñor Óscar Arnulfo Romero mientras estaba celebrando la misa para las religiosas de un hospital. Este mes lo dedicaré a ambos, mucho más sabiendo que el papa Francisco ya declaró formalmente que la muerte de “San Romero de América” fue un caso de martirio, desbloqueando así su proceso de beatificación.

Puede que se tarde más para el caso de Espinal, pero también llegará, porque el suyo es otro caso evidente de martirio, por causas semejantes. Y de hecho la Compañía de Jesús en Bolivia ya ha manifestado su deseo de poder avanzar en esa dirección. Anuncio algunos eventos que ya se están preparando. El viernes 20 de marzo por la noche, en la Cinemateca, nuestro común amigo, el Moro Alfonso Gumucio Dagron, presentará la nueva edición de su libro Luis Espinal y el cine, seguida de la proyección del documental Un mártir incómodo, elaborado por dos jóvenes productoras catalanas (una sobrina suya y la otra nacida en Bolivia mientras sus papás estaban aquí como voluntarios). Y el sábado 21, en el Café Semilla Juvenil (de la calle Almirante Grau), se hará un homenaje conjunto a él y a Mons. Romero…

Quiero concluir lanzando una idea que ojalá prospere: son muchos los lugares y obras que en Bolivia llevan ahora el nombre de Espinal. Tal vez Radio Fides, la red Erbol y otras instituciones de la prensa y de la Iglesia podrían invitar a la población a que les vayan pasando los nombres de esas calles, barrios, colegios, centros, etc., etc… Sería una bella y fácil manera para mostrar cuán real ha sido su impacto en la gente popular.

Espinal-en-1975-©Gumucio

Imagen extraída de: Bitácora memoriosa

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