José María Vera. [Este artículo se publica simultáneamente en entreParéntesis] Nunca olvidaré una jornada de sábado en Bogotá, en una visita a los programas y al equipo de Oxfam Intermón en Colombia. Por la mañana nos encontramos con un grupo de mujeres víctimas de la violencia sexual en el conflicto colombiano, protagonistas de la campaña “Saquen mi cuerpo de la guerra”. Compartieron su dura historia personal y también la colectiva. Cómo el testimonio y la fuerza de unas fueron animando a otras a unirse. Unirse para apoyarse, para vencer el trauma, para volver a la vida. Unirse para denunciar la impunidad y lograr que se les considere víctimas del conflicto, como a los secuestrados, los muertos, los heridos o los campesinos desplazados. ¡Y lo consiguieron!
La tarde la pasamos con las “Madres de Soacha”, cuyos hijos fueron secuestrados en barrios de Bogotá, trasladados a la zona de conflicto, vestidos de guerrilleros y asesinados. De esta forma, los militares criminales cobraban la prima en salario o vacaciones por sumar guerrilleros muertos a la lista de muescas asesinas en su AK 47. Lo inconcebible, lo brutal, se volvió profundamente humano al hablar de la solidaridad entre ellas y de la unión para denunciar estos crímenes y exigir justicia y reparación, en el peor entorno judicial y político posible.
No sé qué me emocionó más, si las sobrecogedoras historias individuales o la inmensa capacidad de lucha y superación de estas mujeres valientes, con un coraje sin límite. Nunca estarán solas.
Trabajamos junto con miles de mujeres así, en contextos muy diferentes aunque con la misma fuerza para defender sus derechos y sumar a otras mujeres a la causa. Y las llamamos “Avanzadoras”, un concepto, una lucha, que refleja mil historias y al que se sumarán estos días veinte cantantes y escritoras.
Más del 70 % de las personas que participan en nuestros programas son mujeres. Destaco dos motivos para que esto sea así. Por un lado, las mujeres, en cualquier contexto y país, sufren más la pobreza y la desigualdad extrema que los hombres. A las carencias de empleo y salario, de acceso a la educación o la salud, de propiedad de la tierra y otros recursos, que sufre la población empobrecida, se suma la desigualdad hombre-mujer. Lo habitual es que la vulneración de estos derechos básicos sea mayor entre las mujeres y niñas por los valores patriarcales dominantes en la mayor parte de las sociedades, que ponen techos y, sobre todo, bajan el suelo de las mujeres a situaciones extremas de vulneración de sus derechos. Defender esta causa exige programas de trabajo directo y específico con las mujeres en las situaciones que éstas enfrentan.
Por otro lado, cualquier programa tiene más éxito si promueve el liderazgo de las mujeres, si se apoya en su rol y capacidad, si las fortalece. Así ocurre en los programas de medios de vida, sea en condiciones de alta vulnerabilidad, donde canalizar la ayuda alimentaria o monetaria a través de las mujeres es la mejor manera de lograr un impacto sostenible. También al trabajar con cooperativas y grupos productores en situaciones estables que tienen una proyección mayor. Si el grupo no es de mujeres, es indispensable asegurarse que éstas participan a todos los niveles, incluyendo los de decisión.
La presencia de mujeres en los puestos de dirección y gobierno de empresas, organizaciones y estados es esencial. Nuestra experiencia es que también lo es liderando las organizaciones de base, en las comunidades rurales, movimientos barriales y cooperativas. No solo es lo justo. Es que todo cambia cuando ese liderazgo transformador de la mujer está presente.
Los “días de…” tienen el riesgo de quedarse eso, en un día. Que éste sirva para reforzar la lucha de las mujeres por sus derechos en cualquier país. Empezando por el nuestro, donde también hay situaciones de explotación y violencia, en la familia y en el empleo así como de discriminación en el salario y la distribución del poder.
En otros lugares del mundo esta lucha se produce cada día, por el alimento, la vida, los derechos sexuales y reproductivos, la justicia y reparación, la educación. A cada uno, a cada organización, nos toca plantearnos qué más podemos hacer, qué estructura, estrategia o presupuesto debemos tocar, qué aspecto de la cultura organizativa cambiar, para fortalecer la causa de las mujeres por sus derechos.
Por justicia y dignidad.
Imagen extraída de: Oxfam Intermón