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¿Cuántos tanques tiene el papa para la paz en Ucrania?

Stalin preguntó en 1935 a Pierre Laval, ministro francés de Asuntos Exteriores, cuántas divisiones militares tenía el papa. Quizá hoy muchos liberales y socialdemócratas antiestalinistas, que intentan moldear con un pensamiento único la opinión pública sobre la guerra en Ucrania, se planteen irónicamente la misma pregunta ante las propuestas pacifistas de Francisco. Él propugna una salida de este conflicto que es distinta a las defendidas por Putin, la OTAN, la UE y Estados Unidos. Este papa es un líder global y merece ser escuchado. Su pensamiento está expuesto en los libros Contro la guerra, no traducido al español, y Una encíclica sobre la paz en Ucrania, publicado recientemente en nuestro país.

Francisco ha condenado siempre la invasión rusa de Ucrania. Los calificativos textuales son claros: violenta y repugnante agresión, masacre insensata, guerra sacrílega. Utiliza constantemente el término «martirizado pueblo ucraniano». Ha defendido la legítima defensa de Ucrania ante la invasión de Rusia, pero desde hace tiempo propugna que «callen las armas» y se intensifique la acción diplomática para la paz.

No se sale de una guerra prolongándola

La guerra en Ucrania la ubica en el contexto de las numerosas guerras regionales que asolan el mundo. El belicismo imperante es fruto de una geopolítica basada en la estrategia de los Estados más poderosos para defender sus intereses. Es una vieja lógica del poder entendido como dominación y avasallamiento. Esa geopolítica determina y traspasa el conflicto entre Rusia y Ucrania. Al ubicarse en una macroestrategia por la hegemonía global, piensa que estamos ya en una guerra mundial. A mediados de septiembre de 2022 lo dijo con toda claridad: «es un error pensar que esto es una guerra entre Rusia y Ucrania y punto. No: esto es una guerra mundial».

La escalada de la guerra como solución del conflicto que la engendra es rechazada. No se sale de una guerra prolongándola. Afirma claramente que «la verdadera respuesta no son más armas, más sanciones. Me avergüenzo cuando leo que un grupo de Estados están empeñados en destinar el 2% del PIB para adquisición de armamentos como respuesta a lo que está sucediendo. ¡Una locura!». El alto el fuego y el inicio de un diálogo multilateral para la paz son imposibles si el arte de la diplomacia no es más intenso que el arte de la guerra. Francisco habla y actúa desde el sufrimiento del pueblo ucraniano y del pueblo ruso, el cual debe estar por encima de los intereses de los Estados que desean alargar la guerra sin dar prioridad al cese de ese dolor popular. Es interesante su crítica al belicismo desde el feminismo: «si el mundo fuese gobernado por mujeres, no existirían tantas guerras».

Este planteamiento pacifista racional lo hace efectivo a través de un discurso público para generar una cultura de paz y de una intensa acción diplomática. Está en contacto con los dos presidentes de gobierno y con sus embajadores en el Vaticano, sigue intentando visitar los dos países, la Secretaría de Estado propuso en el pasado diciembre una Conferencia Europea de Paz, en un intento de reactivar el espíritu de Helsinki, y la Pontificia Academia de Ciencias Sociales está trabajando con un grupo de expertos internacionales en propuestas concretas de resolución pacífica del conflicto. Además, hay visitas y encuentros con las partes enfrentadas para generar condiciones de confianza mutua. No se improvisa el alto el fuego. Es difícil apoyar a Ucrania y mantener cauces de diálogo con Rusia, pero considera que este gran país tiene que encontrar su encaje en un mundo pacificado.

Es muy interesante constatar que Francisco contempla la guerra en Ucrania desde su anclaje en los problemas de África, Asia y América Latina. Su rechazo absoluto a la prolongación militar de esta guerra nace también del hecho de que está empobreciendo dramáticamente a los pueblos del Sur global e impide dar prioridad a los problemas del hambre, las desigualdades internacionales y la destrucción medioambiental. Ese olvido de las masas empobrecidas que tienen las élites políticas, económicas y militares que desean prolongar la guerra, está generando una escalada bélica que puede llevar a una hecatombe nuclear. Suenan los tambores de guerra hasta el final cuando Biden declara que «Ucrania nunca será una victoria para Rusia» y cuando Putin afirma que nada frenará su victoria final y suspende los acuerdos de control nuclear. Esta situación radicaliza su discurso pacifista racional. Por ello, en el libro Una encíclica por la paz en Ucrania recupera y aplica las tesis de relevantes científicos expuestas en el Manifiesto Russel-Einstein: «Tenemos que aprender a preguntarnos no qué medidas hay que tomar para que el grupo que preferimos obtenga la victoria militar, sino qué medidas hay que tomar para prevenir o detener la conflagración militar».

Para una paz duradera: Del alto el fuego en Ucrania a una nueva gobernanza mundial multipolar

Considero que, además de la resistencia a la invasión intolerable de Rusia y su guerra cruel, en el territorio ucraniano se está librando otra guerra por la hegemonía mundial de Estados Unidos que tiene como fondo su pugna con China. Esto también es intolerable. La estrategia de alargar la guerra para llegar a un punto de equilibrio de fuerzas y entablar entonces acuerdos de paz conlleva inevitablemente construir una gigantesca pirámide de sacrificios y muertes de la población ucraniana. Es un sadismo bélico vergonzoso vinculado con un cálculo político-militar incierto.

Hay que ir preparando un alto el fuego a corto plazo para una resolución pacífica del conflicto que ha de tener en cuenta los 10 puntos establecidos por Zelenski, bajo el beneplácito de la UE y Estados Unidos, y los que plantee Putin. Ya sabemos que son inconciliables de entrada. Por eso necesitamos urgentemente negociaciones y no escalada militar. Para que lleguen a buen puerto es imprescindible la mediación de un grupo de Estados e instituciones internacionales formado por China, Turquía, Brasil, India, Sudáfrica, entre otros. La UE y otras asociaciones interestatales tienen que intervenir.

Desde mi punto de vista, la perspectiva final es crear una nueva arquitectura de gobernanza mundial que, cambiando el marco actual de la ONU, se base en el policentrismo cooperativo, renuncie a hegemonismos imperialistas y acabe con el comercio de armamentos que alimenta las guerras existentes. Lo central y más importante es poner todas las energías en un programa mundial centrado en los problemas globales que más sufrimiento generan a los pueblos. No podemos tolerar que la gravísima situación social y ecológica que atraviesa nuestro mundo quede desplazada por el enfrentamiento armado. La inmensa mayoría del mundo que vive en el Sur global demanda otra lógica internacional y por eso no apoya la continuidad del belicismo imperante y el inmenso gasto militar que conlleva.

El problema de esta guerra puede convertirse en una oportunidad para una nueva geopolítica colaborativa. Es imprescindible una nueva relación entre Estados Unidos y China. La voz de las ciudadanías tiene que ser escuchada, pero para eso hay que movilizarse por la paz como se está haciendo en Alemania, en Italia y escasamente en España.

Francisco no tiene tanques, pero sí «armas del espíritu». Así las denomina y propone. Son la diplomacia activa, la generación de confianza mutua, el diálogo entre enemigos, la renuncia a cualquier forma de imperialismo, la capacidad de construir un mundo policéntrico, la visión de la realidad desde las poblaciones y no desde las élites de los Estados, la prioridad de los problemas sociales y ecológicos globales frente a los políticos-militares. Ciertamente, es un profeta desarmado, pero las «armas del espíritu» son más eficaces que las de la guerra.

Pienso que las estrategias de Putin y de la OTAN se parecen a las imágenes de la película Los Hermanos Marx en el Oeste, cuando van destruyendo la madera de los vagones para alimentar la máquina de un tren que llegará a la estación totalmente destruido. A eso nos encaminamos. Hoy se dan tanques a Ucrania, mañana aviones de combate e inevitablemente se pedirá y concederá la entrada de las tropas de la OTAN en territorio ucraniano. El envío de Polonia y Eslovaquia -miembros de esta organización militar- de aviones de guerra a ese país dan fundamento a lo que acabo de afirmar. De verdad, ¿es creíble que Ucrania puede vencer a Rusia sin la intervención de los ejércitos occidentales en combate directo? Estamos subiendo al precipicio de la III Guerra Mundial. Francisco señala un camino diferente que merece ser conocido y transitado.

[Este artículo fue publicado originalmente en el blog Otras miradas del diario Público/Retrato del papa Francisco dibujado a lápiz por Bogdan Solomenco y extraído de Wikimedia Commons]

Algo más sobre los 10 años de Francisco

View of the Tiber River in the center of Rome at night, Italy. Embankment street, multiple buildings and Saint Peter Basilica in the distance

Ha sido una buena idea dedicar un tiempito a los diez años de Francisco. Han surgido así una serie de reflexiones, positivas y negativas, que ayudan a hacerse una idea más global, al saber cómo perciben otros una serie de datos que, a lo mejor, yo percibo de manera algo distinta.

Pero quizás falta algo importante en esta conmemoración: preguntarnos y examinar también cómo hemos reaccionado nosotros ante esa pequeña revolución jesuánica de Francisco. ¿Por qué? Pues porque la historia que es maestra de la vida, enseña que, aunque las revoluciones pueden ser algo magnífico y necesario, los seres humanos solemos ser bastante malos revolucionarios: primero porque preferimos exigir más que colaborar y, además, porque a los dos días ya estamos peleándonos entre nosotros.

Por eso nos encontramos con que, hasta hoy, todas las revoluciones han fracasado en buena o mediana parte, aunque todas aportaron algo, pero por debajo de lo que de ellas se esperaba. Nombres como Lenin o Stalin, Pancho Villa o Madero o Carranza, Danton o Marat o Robespierre, Daniel Ortega… no son hoy admirados con gratitud, sino simplemente citados como información. Y cuando se les veneró no fue por aclamación popular sino por imposición autoritaria (guardo el testimonio de una comunista atea que volvió a plantearse el tema de la fe cuando visitó el mausoleo de Lenin en Rusia, y comprendió que eso de la superstición no es cosa exclusiva de la religión, sino típica del ser humano). Ahí está también mi amigo Lutero, que tenía más razón que un santo, pero que lo hizo bastante mal. Y el revolucionario que parece más admirado y que más ha conseguido es aquel Jesús de Nazaret que fracasó de la manera más ostentosa: tanto que ni sus mismos seguidores parecen creer que el suyo sea el camino a seguir.

Simplificando un poco, toda revolución tiene una doble tentación:

a) Conseguir lo que busca, de manera autoritaria e impositiva mucho más que por convencimiento y por aclamación democrática. Dando pie así a que se las acuse de “vuelta de la tortilla” más que de manjar nuevo.

b) Concebir la revolución como una realización inmediata de todos mis deseos, olvidando que nada exige más sacrificio que una auténtica revolución. Lo que antes llamé exigir más que colaborar.

Me preguntaron el otro día si temo que haya un cisma en la Iglesia de hoy. Respondí que no creo que haya cisma, pero que el peligro es real. Y ese peligro no viene de la derecha eclesial (que, por mucha ayuda económica que le venga de EEUU, bastante en evidencia está quedando la pobre), viene de que los mismos revolucionarios no serán capaces de entenderse entre sí.

Un ejemplo puede ser el entusiasmo con que hace poco invocábamos la palabra “sinodalidad” (camino conjunto de todos) y hoy hemos visto iglesias que parecen concebir la sinodalidad como “camino conjunto de los míos y yo” nada más. Y no digo esto como crítica a nadie, sino para que comprendamos aquello de Jesús: que la senda que conduce a las revoluciones es una senda estrecha y escarpada, no una autopista de cuatro carriles.

Reconozco que, dada mi edad (89), solo puede quedarme una vidita muy corta: suelo decir que estoy ya en la sala de embarque del aeropuerto esperando a que llegue una azafata, que conecten unos ordenadores y comiencen a llamarnos por filas, o por edades, por condición física o cuidado de niños pequeños… Y mientras llega mi momento me entretengo haciendo alguna llamada o enviando algún guasap. Reconozco que hay dos o tres cambios concretos que mucho me gustaría ver antes de partir, pero acepto que, si yo no los veo, tampoco pasa nada.

Comprendo que muchos que hayan leído hasta aquí tendrán unas ganas enormes de decirme: “cállate de una vez, viejo imbécil”. Y respondo (creo que con cariño): “no temas hermano, que en diez líneas me callo”. Pero, a lo mejor, dentro de 25 años podríamos volver a hablar de esto. Y déjame insistir en el consejo de autoexamen que di al principio.

Solo un minuto más para una postdata, dirigida sobre todo a los historiadores de la Iglesia: sería muy bueno que en adelante la historia de la Iglesia sea un verdadero “lugar teológico” y no una mera colección memorística de papas, concilios, herejías y fechas. Que se estudie la vida interna de cada época eclesial y no solo los sucesos externos que tuvieron lugar en ella. Creo que eso tiene un gran poder formador.

[Imagen de frimufilms en Freepik]

Referentes de bienestar emocional

¡Ay, el lenguaje! El departamento de Salud ha incorporado en todos los centros de salud de Cataluña decenas de profesionales de la psicología y los ha llamado “referentes de bienestar emocional”. Un referente puede ser alguien que “haga referencia a” o alguien que “encarne unos valores dignos de ser imitados”. Espero por el bien de los profesionales y de las expectativas generadas que estos referentes lo sean por la primera definición, aunque, sin duda los felicitaré y aplaudiré si además son personas con un enorme bienestar emocional personal. 

Ya sin ironías, y con todo el respeto por esta nueva figura, sí que veo una dificultad e incluso un peligro en el lenguaje que utilizamos para abordar lo que hemos definido como “problema del malestar emocional”. Tal como hemos hecho tantas otras veces, vamos generando figuras y recursos para responder a síntomas, pero sin abordar al final las causas de este “malestar” que nos angustia. 

De acuerdo, contrataremos decenas de buenos profesionales y dedicaremos millones de euros, y lo anunciaremos a los cuatro puntos cardinales para que se vea que el bienestar de las personas nos preocupa. Pero nadie pondrá nombre a las cosas o denunciará que estamos construyendo una sociedad emocionalmente tocada en muchos sentidos pero no por falta de “referentes” (o también, sí), sino porque hemos destruido, en nombre del progreso y de un cierto orgullo ignorante, cosas que eran sagradas.

Hemos puesto en un altar valores (que lo son) pero que necesitan de otros como contrapeso para no acabar diluyendo como azucarillos elementos básicos que nos sostienen. Pondré solamente un ejemplo. El pasado mes de diciembre, en la campaña de Navidad, Cristianisme i Justicia presentaba un vídeo en el que se veía originalmente una herida que era recosida por unas manos mientras la voz en off reivindicaba la comunidad. Y creo, sinceramente que la cosa va por ahí. Seguramente en los centros de atención primaria de nuestros barrios hemos de poner referentes de bienestar emocional porque ya no nos soportamos demasiado los unos a los otros; porque hay mucha gente herida por cosas tan evidentes como la soledad o el abandono; porque algunos trabajos les someten a una presión brutal o han perdido su casa; o porque en todos los altibajos de la vida han perdido el sentido de vivir, porque el sentido de vivir, señoras y señores, no es algo tan evidente. 

Queremos seguir viviendo la vida igual que la vivimos ahora, pero queremos hacerlo además con bienestar y las dos cosas, a estas alturas no parecen siempre posibles. Quizás hemos de dejar de hablar tanto de bienestar y empezar a hablar más de reconciliarnos con la realidad de nuestra finitud y rebelarnos, en todo caso, contra todo aquello que niega la dignidad a nuestra vida. Reconciliarnos con nuestra humanidad y rebelarnos contra la inhumanidad. 

En mi vida los referentes de bienestar emocional, curiosamente, han sido aquellas personas que han sabido conjugar bien estos dos elementos: una humanidad vivida a fondo en la proximidad y el calor de las relaciones, y una rebelión sólida y sostenida contra toda forma de injusticia. Para mi estos han sido los referentes y el resto son parches que ponemos a un dolor y a un malestar que seguirá creciendo hasta que acabe por cubrir el mismo sol. 

[Imagen de Freepik]

Buenismo espiritual

Como parte de una indagación, someramente compartida en mi columna anterior, conocí a Lucía Camo, española y creadora de contenidos en redes sociales. Entre otras cosas, Lucía publicó un libro titulado Yo he decidido estar aquí. Conseguí el libro, lo leí con mucho interés y posteriormente tuve un diálogo con la autora en el cual intercambiamos sentires e ideas.[1] Entre los muchos aspectos que rescataría de la conversación, quiero detenerme en un concepto que me parece fundamental. Se trata del buenismo espiritual. Lucía lo describe en los siguientes términos:

«Ojito porque el tema de ser buenos se nos cuela en muchos sitios y la espiritualidad es uno de los lugares donde a veces reina. El buenismo espiritual es un verdadero asco. Y me vais a perdonar por decirlo así pero he comido de él y me he rodeado mucho de su hedor a lo largo de mi vida. Usar la espiritualidad para generar identidad es caer en el mismo cuento pero con diferente retórica. La espiritualidad es el camino del espíritu y por tanto es un camino individual que nada tiene que ver con factores ni morales, ni éticos, ni sociales, sino sutiles e íntimos. Es un camino de pura intimidad con la existencia, y es sagrado. Por supuesto que, en este camino, al encontrarse con la verdad de lo que eres habrá cosas que no volverás a hacer más. Pero eso no implica que para ser espiritual debas empezar por manipular tu comportamiento. Estoy harta de ver a gente vestida de gurú aguantándose sus demonios y tragando bilis».[2]

Si bien podrían discutirse algunos elementos de su texto, mismos que parecen acercarse a la automodernidad descrita en otra columna (como su énfasis en la dimensión individual de la espiritualidad o su negativa a relacionar espiritualidad con ética y factores sociales), me interesa sobre todo recuperar su concepto de “buenismo espiritual” y comentarlo.

Desde que lo leí, quedé fascinado con el término. Me parece que complementa magníficamente la crítica a la moral del wellness, ese imperativo que confunde espiritualidad con bienestar. Las nuevas subjetividades espirituales -como el spiritual travel blogger-, atravesadas por el wellness y la automodernidad, se ven obligadas a “siempre estar bien”, incluso a tener comportamientos éticos y morales impecables dentro de sus propios criterios, que no necesariamente coinciden con otros grupos sociales. Si describiéramos a modo de caricatura al personaje “espiritual” contemporáneo -dentro del paradigma del que estoy hablando-, normalmente se le presenta como una persona “buena”, ecuánime, tranquila, calmada. Esta imagen puede estar directamente relacionada con la concepción psicologizada de la espiritualidad, la cual reduce las prácticas espirituales al trabajo con las ansiedades, traumas y aflicciones. Todo queda dentro del marco en donde uno se pule a sí mismo, trabaja sus emociones para conocerse y así “ser mejor persona”.

Lo anterior crea un estereotipo de “persona espiritual”, repito, que es calmada, se viste de cierta manera, fomenta cierto tipo de actividades y frecuenta cierto tipo de sitios. Como una persona espiritual tiene que ser una persona buena, se le castigan cruelmente sus debilidades e incoherencias, como si estas fueran contrarias a la búsqueda espiritual o no formaran parte del camino. Por dentro, sin embargo, este personaje espiritual puede estar viviendo una tormenta emocional, tragándose su bilis -como dice Camo- y encubriendo problemas reales que pueden no solo convertirse en serios obstáculos para la vida espiritual, sino que incluso pueden llegar a ser un peligro para sí mismo y los demás. Cabe preguntarse si no estamos frente a un nuevo tipo de puritanismo, una nueva forma de moralismo postmoderno heredado de ciertas corrientes cristianas o incluso si no se trata de una nueva versión de lo políticamente correcto.

El buenismo espiritual repite el mismo gesto que encontramos ya en la psicologización y medicalización de la espiritualidad, así como en el wellness espiritual. Se reduce la espiritualidad a un “estar bien”, tanto a nivel psicológico, físico y ahora en comportamiento. El ya aludido spiritual travel blogger es un buen ejemplo, puesto que su aparente libertad está condicionada a la aceptación o rechazo de sus followers, los cuales le juzgan constantemente impidiendo que se salga de personaje, e incluso si llega a hacerlo, tiene que justificarse ante ellos.

Esta manera contemporánea de entender la espiritualidad suele dejar de lado el trabajo con la sombra, o por lo menos la endulza reduciendo su papel. Peor aún, subraya la individualización de la espiritualidad, la cual deja de ser un contacto o relación comunitaria con la dimensión divina o mistérica de lo real, para terminar siendo un mero aspecto más del autocuidado, vivir una vida con sentido o parte de una identidad social entre otras. En lo que no puedo más que sopesar como un giro exagerado del personalismo moderno, muchas de estas nuevas formas de la espiritualidad contemporánea han dejado de lado la centralidad de los grandes protagonistas de la espiritualidad (llámense Dios, budeidad, el Tao, la Madre Tierra) para posicionar en su lugar el propio bienestar, el cultivo de la identidad individual o incluso una profesión.

El camino ético ha acompañado desde siempre a las distintas tradiciones. En el budismo, por ejemplo, toda practica meditativa ha de ir acompañada de Śīla, los principios morales. Cualquier comunidad de los pueblos originarios regula la vida a través de distintos códigos morales entre los miembros de la comunidad, y no me refiero únicamente entre humanos, también con los demás habitantes del territorio, tales como los bosques, lagos, animales y montañas. La mística cristiana, por su lado, ubica la práctica de las virtudes como el paso más elemental en la vida mística. Tradicionalmente se ha denominado como la vía purgativa, en la cual la persona se va deshaciendo de sus desórdenes en aras de cultivar la virtud.

En ese sentido, la ética siempre ha formado parte de la vida espiritual. El riesgo se da cuando los códigos de comportamiento se convierten en fines en sí mismos, confundiendo espiritualidad con legalismo. Tristemente esto ha sido demasiado común en las grandes religiones. Históricamente han sido las nuevas espiritualidades las que han criticado este moralismo -sobre todo el sexual- de las religiones. Lo curioso es que hoy contemplamos el retorno de este moralismo ahora en su forma de buenismo espiritual. Quizás ya no es la Iglesia o los gurús los que imponen normas morales opresoras, sino que es el propio estereotipo de “persona espiritual” la que sirve de vigilancia y castigo a quienes, diciéndose espirituales, muestran de algún modo u otro su humanidad.

Tal vez ya no es la clásica moral religiosa la que domina las narrativas espirituales contemporáneas, salvo importantes excepciones. Sin embargo, en la era de la psicologización y medicalización de la vida, una nueva moral se asoma para reclamar su hegemonía. Se trata de la moral del “bienestar” en todos sus niveles, misma que da como resultado el buenismo espiritual como una exigencia social -pero también autoexigencia- hacia las y los practicantes espirituales. Mientras nos empeñemos en reducir la espiritualidad a una serie de prácticas para “estar bien”, no podemos esperar otro resultado más que la condena y el juicio a todas y todos aquellos que según dichos parámetros no lo están. Y así, de nuevo, se cuela la jerarquización espiritual junto con todos sus males y peligros.

***

[1] https://www.youtube.com/watch?v=ZnLcUH7JSH0&t=1s

[2] Lucía Camo, Yo he decidido estar aquí (Madrid: autoedición, 2020) 63.

[Imagen de javi_indy en Freepik]

¿Francisco o Jorge Mario Bergoglio? Marcar a la izquierda, girar a la derecha

Hace diez años fue elegido el cardenal Jorge Mario Bergoglio como papa Francisco para -según ha declarado recientemente- poner fin a la corrupción que estaba saqueando el patrimonio de la Santa Sede; disolver el centralismo vaticano y la mentalidad cortesana que pululaba alrededor del papado y acabar con la pederastia clerical. Casi nadie cuestiona que se ha convertido, desde entonces, en una referencia mundial. No extraña, por ello, que estemos asistiendo a un aluvión de valoraciones sobre su gestión al frente de la Iglesia católica durante el tiempo transcurrido. Ni tampoco que tales valoraciones respondan a una gran diversidad de tendencias ideológicas. Pero, de todas ellas, hay una que me ha llamado la atención: la de Luis Badilla, el director de Il Sismografo con R.C. Estos periodistas establecen una curiosa y, a la vez, interesante diferencia, entre el papa mediático -al que llaman Francisco- y el papa soberano, al que denominan Jorge Mario Bergoglio. 

A este último, reconocido así en recuerdo de su gestión al frente de la archidiócesis de Buenos Aires, le asquean las tramas cortesanas y las luchas por el poder, pero procede como un gobernante absoluto que controla todo desde “su fortaleza de Santa Marta”, interesándose, incluso, por las cosas más pequeñas. En el Vaticano, apuntan, no se mueve una hoja sin su consentimiento. Pero este papa coexiste con otro, con Francisco, muy popular. Es un gran líder, con muchísimo carisma en las calles, aunque, señalan críticamente, es bastante posible que esté demasiado inflado por cierta prensa y círculos periodísticos. La sorprendente conjunción de estos “dos papas” permitiría explicar que, a veces, tengamos delante un personaje dulce, afable y grandísimo comunicador y que, en otras, nos encontremos con un monarca absolutista, amante de ordenar, legislar y proceder con toda la autoridad que tiene, que no es poca. Con bastante frecuencia, concluyen, estos “dos papas” coinciden armónicamente. Pero no faltan las ocasiones en las que colisionan. Cuando ello sucede, emerge un personaje que “marca a la izquierda y gira a la derecha”. Y al revés. 

Esta inédita valoración me llama la atención no tanto por la trama de los tipos formales en juego, sino por su incidencia en un asunto que entiendo capital para el futuro de la Iglesia católica, al menos en la Europa occidental y para evaluar el papado de Francisco: su afrontamiento del clericalismo. Y más en concreto, dos datos: por un lado, la concentración de poder y sacralización del mismo que, según investigaciones recientes, explica el drama de la pederastia eclesial. Y, por otro, que la iglesia alemana se haya implicado en afrontar este problema con particular coraje y lucidez: el pasado septiembre los católicos y los obispos estuvieron de acuerdo en que la Iglesia necesitaba promover, como agua de mayo, “una cultura de deliberación y toma de decisiones conjuntas en la que la transparencia y la separación de poderes se pudiera realizar como expresión de la sinodalidad”, es decir, caminando todos juntos, sin dejar de desempeñar sus diferentes responsabilidades. 

Y para que eso no se quedara solo en un buen deseo habría que poner en funcionamiento el llamado consejo sinodal alemán; una nueva institución que, representativa de todos los católicos, tendría que estar capacitada para tomar “decisiones fundamentales” “sobre planificación pastoral, perspectivas de futuro y cuestiones presupuestarias”. ¿Cómo? Aceptando que, para que una propuesta se considere aprobada, es necesario que cuente con una mayoría cualificada de “dos tercios de los miembros de dicho consejo sinodal, lo que también incluye una mayoría de dos tercios de los miembros de la Conferencia episcopal alemana presentes”. Este consejo sinodal vendría a ser algo así como una cámara que, a la par que cuenta con dos ámbitos diferenciados e interrelacionados (bautizados y obispos), respeta la singularidad y responsabilidad de estos últimos en cada votación. Los católicos alemanes entienden que, al despojar a la autoridad de su formato absolutista en favor de otro más corresponsable, y, por ello, “vinculante”, se estarían empezando a cuartear los cimientos del clericalismo. 

Los pesos pesados de la curia vaticana no han tardado en indicar -con el consentimiento del papa- que la institución de tal consejo no es de recibo porque debilita la autoridad y el poder unipersonal de los obispos. El enfrentamiento está servido. Confieso que se me escapa cómo el actual papa puede ayudar, en último término, a resolver este problema y la tragedia que lo explica. Pero, vista la descripción ofrecida por Luis Badilla y R.C., más los  datos aportados, me temo que seamos muchos los que pensamos que, en este asunto, el monarca Jorge Mario Bergoglio tiene todos los boletos para acallar al popular Francisco. Pero como, a veces, también marca a la derecha y gira a la izquierda, “me daría con un canto en los dientes” si el papa Jorge Mario Bergoglio, escuchando a Francisco, abriera un nuevo tiempo para reconsiderar, de manera sinodal, este asunto en la Iglesia alemana; y, con ella, en toda la Iglesia católica.

[Este artículo ha sido publicado originalmente en El Diario Vasco/Imagen extraída de Wikimedia Commons]

10 años de Francisco

No es fácil evaluar estos 10 años de Francisco, porque ha roto muchos moldes tradicionales y existe el riesgo de quedarnos sólo con algunas frases suyas («oler a oveja», «Iglesia hospital de campaña», «haced lío», «ir a los márgenes», «la Iglesia es un poliedro»…), o valorar solo algunos gestos y aspectos concretos: vivir en Santa Marta, reforma de la curia vaticana, tolerancia cero ante abusos sexuales, visita a las periferias sociales y eclesiales, defensa del medio ambiente, no a la guerra, etc.

  1. Raíces

Jorge Mario Bergoglio es argentino, hijo de una familia de migrantes italianos; es el primer papa no europeo, venido del «fin del mundo», que trabajó pastoralmente en las villas miseria de Buenos Aires, todo lo cual le hace sensible a los problemas de los países del Sur: pobreza, migración, marginación, movimientos populares, lucha por la justicia, fe del pueblo sencillo, etc. Como latinoamericano participó de la corriente eclesial y teológica latinoamericana que desde Medellín (1968) hasta Aparecida (2007) repensaba el Vaticano II desde la opción por los pobres.

Bergoglio es miembro de la Compañía de Jesús desde 1953, donde asumió las grandes líneas de su espiritualidad: partir de la realidad, profundo amor personal a Jesucristo, sentido apostólico y misionero de la vida, importancia del discernimiento para buscar la voluntad de Dios. Como jesuita tuvo una seria formación filosófica y teológica (Scannone, Fiorito, Guardini, Fessard, De Lubac…) y en el 2000, siendo obispo de Buenos Aires, formuló los principios básicos de su orientación pastoral: el tiempo es superior al espacio, la unidad prevalece sobre el conflicto, la realidad es más importante que la idea, el todo es superior a la parte (EG 222-233). Los que le acusan de ignorante son unos ignorantes.

Pero Bergoglio sintoniza también profundamente con la espiritualidad franciscana: pobreza e identificación con los pobres, fraternidad universal, búsqueda de paz y armonía, amor a la creación. No es casual que dos cartas suyas Laudato si’ y Fratelli tutti, usen términos franciscanos.

  1. Líneas de fondo de su pontificado

Francisco se sitúa en la línea de continuidad con el Vaticano II que inició Juan XXIII y que por diversos motivos fue un tanto frenado en los pontificados posteriores al Vaticano II. La Iglesia de Jesús es el santo Pueblo de Dios que por el bautismo recibe el don del Espíritu y el sentido de la fe, que camina conjuntamente hacia el Reino de Dios, anunciando a todo el mundo la alegría de la salvación.

Esta intuición del Vaticano II es la que Francisco desarrollará al proponer la sinodalidad como la meta de la Iglesia del siglo XXI: un caminar juntos, en escucha, diálogo y discernimiento, dejándonos conducir por el Espíritu; una sinodalidad que invierte la visión piramidal de la Iglesia, que es una profunda crítica al clericalismo y al patriarcalismo eclesial; una Iglesia sin élites arriba y el pueblo abajo, una Iglesia cuyos ministros no busquen ni abusen del poder, sino que sean servidores del pueblo y en especial de los pobres, como Jesús; una Iglesia cuyo protagonista es el Espíritu del Señor. No se trata de imponer sino de proponer el evangelio, abierto a todos, también a los alejados que han abandonado la Iglesia, a los que están en situaciones irregulares, etc. La Iglesia es ante todo misericordiosa, no una aduana.

A partir de esta intuición de una Iglesia en camino y en proceso, donde es más importante avanzar que mantener estructuras anacrónicas del pasado, se comprende todo el proceso de reforma de la Iglesia, de la curia vaticana y sus finanzas, de tolerancia cero ante los abusos sexuales, y las tareas todavía pendientes: abrir los ministerios ordenados a hombres casados y a mujeres, buscar la participación de la comunidad eclesial en la elección de sus ministros, nueva postura ante la sexualidad y las diversas orientaciones sexuales, etc.

Solo nos queda agradecer al Señor esta nueva primavera eclesial de Francisco y rogar para que pueda consolidar la reforma eclesial que ya ha comenzado. Y si no somos creyentes, por lo menos, deseémosle una buena onda.

[Imagen extraída de Wikimedia Commons]

Cuando los perros también rezan

El Nuevo Testamento es un libro lleno de sorpresas y de hermosas escenas. Una de ellas es la oración de los perros. Tal vez sorprenda esta afirmación al lector. Tal vez le cueste recordar dónde sucede dicha oración. Permítame que se lo recuerde. 

El texto lo encontramos en el evangelio de Marcos, en 7, 24-30. Una extranjera se acerca a Jesús y le ruega que ayude a su hija. Y, de repente, aparecen los perros. Jesús le dice que no está bien quitar el pan a los hijos para dárselo a los perros. Ella, llena de amor y sabiduría, responde que también los perros comen las migajas que dejan caer los hijos debajo de la mesa. 

Alejandro García Durán, más conocido como Chinchachoma, que vivió en México con los niños de la calle, dice que esta es una de las más hermosas oraciones. Una de las que más agradan a Dios. Y le gustaba decir: «Yo rezo así: guau, guau, guau». Y él, que vivía en la calle, sabía mucho de esto.

Él sabía de qué estaba hablando. Jesús también. Cuenta Marcos que ante la respuesta de la mujer Jesús le dijo: «¡Qué bien has hablado!» Y Mateo, que elabora un poco más la narración, lo cambia por: «Mujer, ¡qué grande es tu fe!» (cf Mt 15, 21-28).

Obviamente, Jesús ayudó a la hija de la mujer. Volviendo a la oración, no deja de sorprender la fuerza de la misma. Imaginad un perro ladrando, mirando con ojos cristalinos a la espera de comida. Una petición hecha oración, una oración hecha demanda.

Ni el evangelio ni nosotros hablamos de perros. O sí. Hablamos de aquellos a los que tratamos como tales. Hablamos de aquellos a los que apartamos y para los que solo dejamos migajas. Y hablamos sobre todo de su oración. 

Una oración escuchada y una petición que espera respuesta. En los años setenta se hizo popular aquella oración que decía: «Dios no tiene manos, tiene solo tus manos». Sin duda, la oración del perro nos debería poner en movimiento. Y es que hay un grito sin grito pero que es grito y resulta interesante. Se trata de un grito ahogado, disimulado, pero presente. Como tantos gritos de este mundo que se esconden detrás de una palabra, de una mirada, de un gesto. Ver ese grito, reconocerlo y darle respuesta es importante. Eso es lo que hace Jesús.  

Se trata del grito de tantos y tantas que no tienen espacio ni lugar para los gritos y han de sacarlos de otras maneras. Quién sabe cómo. Por qué no como ladrido. Un ladrido que es oración, porque es demanda, que es una petición de ayuda, un grito de socorro a Jesús. A un Jesús que reconoce a la persona y le da una respuesta sin importarle su procedencia ni su documento de identidad, si es que lo tiene. 

Un ladrido que es también demanda para nosotros. ¿De dónde proviene? ¿Qué me está pidiendo? ¿Cómo puedo hacer para reconocer y dar respuesta? 

Caminar por la vida es también ser capaz de escuchar las oraciones de los otros, de rezar con los otros y de atender sus demandas. Demandas hechas a Dios pero que esperan nuestra respuesta. Caminar por la vida tiene mucho de pararse, de acompañar, de sentarse en el borde del camino para esperar, para estar, para observar mientras se lamen las heridas, para sanar.

Todo en el evangelio nos invita a la transformación. Que la oración del perro nos ayude también a ello. Pero cuidado, porque existe el riesgo de que nosotros también nos convirtamos en perros. Pero no de esos que rezan y esperan las migajas, sino de aquellos incapaces de entender las palabras y las señales de las personas; en aquellos animalizados que van a su ritmo olvidando a los demás. 

La transformación que nos pide esta oración, no es a la insensibilidad ni al abandono, sino a estar más atentos a la realidad y a las necesidades de aquellos que vamos apartando en el camino de la vida. Escuchar, entender qué hay detrás de sus gritos, y responder a esas demandas, que una vez hechas oraciones, no son solo suyas, sino también de Dios. 

[Imagen de Freepik]

La palabra en Francisco

Estamos ya, a una semana de conmemorar la elección del primer papa latinoamericano. El estudio que hemos emprendido en un seminario de jóvenes universitarios a nivel latinoamericano nos ha llevado a descubrir diversas fuentes en el pensamiento teológico pastoral de Francisco. Una de esas fuentes son las literarias latinoamericanas.

En América Latina hay, desde siempre, una honda tradición literaria que fluye en diversas formas: poesía, ensayo, cuento, novela, teatro… El joven jesuita Jorge Mario Bergoglio fue profesor de literatura a nivel bachillerato y logró convocar a las aulas de una escuela barrial en Buenos Aires, al gran poeta argentino Jorge Luis Borges. Pero antes que profesor de literatura, es lector.

La palabra tiene un poder creador para el papa Francisco. Las imágenes hechas metáfora pueden recrear un mundo roto en el que vivimos. En la introducción de un libro, Francisco hace un nexo entre creación artística y literaria y evangelización, que sin lugar a dudas es el tema central de su pontificado: «Hago un llamado: en este tiempo de crisis del orden mundial, de guerras y grandes polarizaciones, de paradigmas rígidos, de graves desafíos a nivel climático y económico, necesitamos el genio de un lenguaje nuevo, de historias e imágenes poderosas, de escritores, poetas, artistas capaces de gritar al mundo el mensaje del Evangelio, de hacernos ver a Jesús» [Francisco, prefacio del libro Una trama divina. Gesù in controcampo, 2023]. Por eso a los movimientos populares, organizaciones sociales de resistencia y cambio les llama en una carta dirigida a ellos en plena pandemia y en Fratelli tutti, «poetas sociales».

El papa Francisco ha citado a muchos escritores y poetas en muy diversos documentos, mensajes, homilías, encíclicas, discursos, etc. En México, despidiéndose de este país en la fronteriza Ciudad Juárez, recordó a Octavio Paz, nuestro nobel de literatura:

«Soy hombre: duro poco y es enorme la noche.
Pero miro hacia arriba: las estrellas escriben.
Sin entender comprendo: también soy escritura
y en este mismo instante alguien me deletrea».

Contextualiza así el papa: «Tomando estas bellas palabras, me atrevo a sugerir que aquello que nos deletrea y nos marca el camino es la presencia misteriosa pero real de Dios en la carne concreta de todas las personas, especialmente de las más pobres y necesitadas de México.»

Antes, había hecho referencia al poeta mexicano en la catedral de México haciendo alusión al famoso ensayo El laberinto de la soledad, para hablar del «destino incumplido de México», cita que usó para insistir en una de sus preocupaciones sociales siendo arzobispo de Buenos Aires, que en su país abundó en su conocida propuesta de «echarse la patria al hombro».

La identidad de un pueblo en las letras, se entiende en la propuesta de Bergoglio en sus múltiples referencias a Martín Fierro. Pero también para trazar horizontes, como lo hace al referir en Colombia a Gabriel García Márquez, otro nobel latinoamericano: «frente a la opresión, el saqueo y el abandono, nuestra respuesta es la vida'».

La fuerza de la palabra como símbolo capaz de reconstruir el mundo, no pasa por los grandes poetas reconocidos, sino que también por los poetas de los barrios y de las selvas. En Querida Amazonía, reconoce la belleza poética que ha logrado liberarnos del paradigma tecnócrata. Francisco reconoce un “sueño hecho de agua” (43-46), el enorme río Amazonas que atraviesa el bioma considerado pulmón de la tierra. El papa cita tanto al nobel chileno, Pablo Neruda y al novelista peruano Vargas Llosa, como a poetas locales que han logrado capturar y transmitir la fuerza y la belleza del río Amazonas. Sus poemas, compadre Francisco, “nos ayudan a liberarnos del paradigma tecnocrático y consumista que destroza la naturaleza”.

La referencia a la palabra creadora y a los poetas latinoamericanos es amplia en Bergoglio y en Francisco pasa por Marechal, Sarmiento, Benedetti y Mistral, hasta los poetas que tienen sus pies enclavados en la tierra.

[Imagen extraída de Wikimedia Commons]

El declive del pensamiento crítico

Es la tecnología de moda. El fenómeno de la inteligencia artificial (IA) se está propagando a la velocidad en que lo hizo en otros momentos la fiebre del oro en el lejano oeste americano. Escuelas, institutos y facultades universitarias se han aupado a lomos de la nueva herramienta que les provee de un cómodo acceso a contenidos escritos supliendo presuntamente tediosos y rutinarios ensayos al uso. Periodistas profesionales y columnistas circunstanciales lo indagan atentamente para averiguar el alcance de su utilidad. De cumplir con unas aceptables expectativas contribuiría sin duda a aliviar la pesada carga de una profesión que lucha contra la impasible invasión de los medios digitales que amenaza con su exterminio.

Lo que sigue responde en parte a las conclusiones derivadas de las propias incursiones que el firmante -un espécimen no informático- ha realizado en webs o aplicaciones que ofertan productos de la citada inteligencia artificial y también a una muestra de los comentarios que al respecto se vienen volcando de forma multitudinaria en los medios de comunicación.

Que esta nueva veta de transmisión de datos va en serio lo avalan las multimillonarias sumas que las grandes fintech han anunciado apostar en empresas nuevas o ya existentes del nuevísimo y exultante gremio. La más reciente, la inversión de 10.000 millones de dólares de Microsoft en OpenAI, la firma creadora de ChatGPT, la web de mayor popularidad de IA.

La IA inaugura un cambio del modelo, desde uno basado en palabras clave, a otro inducido por modelos de lenguaje, que analizan ingentes bases de datos de texto para desarrollar la capacidad de comprender las preguntas de los usuarios y producir respuestas directas, creando texto y código. Esta es la tecnología que usa la web ChatGPT para redactar sus respuestas rápidas. En general proveen de un contenido conceptual que lo asimila a Wikipedia o a cualquier web especializada contenida en los navegadores, con la ventaja adicional de la interconectividad ya que permite el chateo, la pregunta, la respuesta, la dúplica y la réplica sobre una base de datos propia no conectada a Internet. También puedes pedirle líneas de código, fichas de especificaciones de productos, comparativas, o que componga poemas, chistes o letras de canciones.

Los internautas que realizan investigaciones similares en un buscador como Google tienen que apilar los varios resultados de la búsqueda, leerlos, elaborarlos, resumirlos y sacar sus propias conclusiones para la redacción de un texto. Los chats de IA, por el contrario, ofrecen una respuesta taxativa en unos pocos segundos sin citar las fuentes de información. Se trata de un texto estocástico presuntamente original que uno puede plagiar sin sonrojo, al menos por el momento. Eso sí, a diferencia de Google, el producto IA no revela sus fuentes.

La inteligencia artificial ha recorrido un largo camino en los últimos años con avances en el aprendizaje automático que conducen al desarrollo de sistemas cada vez más sofisticados y capaces. Sin embargo, a pesar de estos avances, todavía hay una serie de limitaciones y desafíos que deben superarse para que alcance su máximo potencial.

Por comenzar, una carencia crítica se desprende del hecho de que, al menos el portal ChatGPT, ofrece un conjunto de datos que se detienen en 2021. Su base de información está congelada desde ese año, por lo que no es apto para relatos de actualidad, propios del periodismo de coyuntura. Solo artículos atemporales de contenido ‘evergreen’ (en el argot).

Otra de las principales limitaciones es su incapacidad para comprender e interpretar completamente el lenguaje humano. Si bien el procesamiento del lenguaje natural (NLP, por sus siglas en inglés) ha logrado avances significativos en los últimos años, los sistemas de inteligencia artificial actuales todavía tienen dificultades para comprender los matices y las sutilezas del lenguaje humano, lo que puede generar errores y malentendidos. 

Una adicional es su falta de sentido común. Los sistemas de inteligencia artificial actuales no pueden comprender el mundo y tomar decisiones de la misma manera que lo hacen los humanos. Carecen de la capacidad de razonar y hacer inferencias basadas en sus conocimientos y experiencias, lo que puede conducir a errores e ineficiencias en la toma de decisiones.

También adolece de falta de transparencia e interpretabilidad. Muchos sistemas de IA, en particular los modelos de aprendizaje profundo se consideran «cajas negras» porque es difícil o imposible comprender cómo llegaron a una decisión en particular. Esta falta de transparencia puede dificultar la confianza en los sistemas de inteligencia artificial, particularmente en aplicaciones críticas como la atención médica o las finanzas.

Otra limitación es el costo de la recopilación, anotación y capacitación de datos. Cuantos más datos tenga un modelo de IA, más preciso será. Sin embargo, el costo de obtener y anotar grandes cantidades de datos puede ser bastante alto y puede limitar el desarrollo y la implementación de sistemas de IA.

Finalmente, la IA también puede verse limitada por condicionantes éticos y sociales. A medida que los sistemas de IA se integran cada vez más en nuestras vidas, existen preocupaciones sobre cuestiones como la privacidad, el sesgo y la posibilidad de que la IA se utilice con fines maliciosos. Además, a medida que los sistemas de IA se vuelven más potentes, surge la preocupación acerca de la pérdida de empleos tradicionales sustituidos por la nueva realidad digital.

En conclusión, si bien la IA supone un instrumento operativo de gran calado, todavía encierra una serie de limitaciones y desafíos que deben superarse para que alcance su óptimo potencial. Por otro lado, si el pensamiento crítico es, desgraciadamente, una habilidad cada vez menos desarrollada en las sociedades actuales, un paso como este podría llevarnos a que lo fuese aún menos, un desenlace altamente preocupante.  

[Imagen de upklyak en Freepik]