¿Qué podemos hacer si las guerras continúan desencadenando atrocidades y los políticos no tienen la menor intención de frenarlas, sino más bien de continuar alimentándolas? Esta es la gran pregunta que mucha gente se hace, en los tiempos que corren, cuando, a pesar de las manifestaciones en tantas ciudades, los políticos siguen enviando presupuestos no acordados para armas y los bancos siguen invirtiendo nuestro dinero en empresas militares. Las aparentes democracias se han convertido ya, en algunos ámbitos, en necropolítica y en necronomía: espacios donde los derechos humanos ya no funcionan y donde reina la impunidad debida a intereses económicos y a privilegios.
También nos hacíamos la misma pregunta nosotros, los participantes del congreso internacional de movimientos cristianos noviolentos de la red Church and Peace (Iglesia y Paz), que los días 23-27 de octubre reunió en Bruselas una enorme diversidad de iglesias cristianas y credos diversos. El objetivo del congreso era conjurar estrategias de paz y noviolencia y compartir experiencias sobre el terreno, el desarrollo de proyectos actuales y fortalecer los vínculos de apoyo entre todos. Bajo el lema «Resistiendo la guerra hoy. Preparando alternativas de noviolencia colectiva», ha sido el año que más personas ha congregado —136 inscritos—, de una veintena de países, sobre todo europeos. El evento tenía como clave un sugerente pasaje del libro bíblico 2Sa: «¿Devorará la espada para siempre? ¿No sabes que el final será amargo?» (2Sa, 2,26), cuando Abner pide a Joab parar la matanza, y este accede a ello temporalmente, aunque finalmente acabará asesinando a Abner —el final amargo que predecía—.
Los testimonios de esos días fueron especialmente potentes. Estuvieron presentes activistas como Olga Karach, condenada hace tres meses a 12 años de prisión en Bielorrusia por su defensa de los derechos humanos y la denuncia a las políticas militarizadas de Lukashenko; expertos internacionales como François Marchand, gran conocedor de la protección civil sin armas y de la defensa civil noviolenta; colectivos e instituciones de defensa de la paz que están haciendo presión en Bruselas para mejorar las leyes y los pactos, como la Conferencia de Iglesias Europeas, el Consejo Cuáquero de Asuntos Europeos, los representantes de la Comisión de Conferencias de Obispos de la Unión Europea y de la Comisión de Iglesias para Migrantes en Europa, y Sant’Egidio, entre otros.
Es muy difícil resumir en pocas frases los ecos de esos días. Una denuncia clara era que las armas y los ejércitos (es decir, las personas enviadas a combatir) son las dos únicas fuentes que mantienen las guerras activas. Guerras como la de Ucrania, la de Gaza y el Líbano, la de Sudán… todas dependen fundamentalmente de estas dos columnas. Otro consenso se vinculaba con la idea de que se han militarizado deliberadamente las sociedades a través de agentes como la OTAN, los medios de comunicación —que priorizan las acciones militares y las consideran heroicas, obviando las noviolentas—, y decisiones políticas diversas: por ejemplo, cuando las sociedades se preparan para la guerra y el conflicto llega, la respuesta que los estados saben dar es solo de cariz militar, y este hecho perpetúa la guerra, porque desde un inicio son incapaces del diálogo o de la noviolencia. Se puede ilustrar esta afirmación con algunos datos: las instituciones influyentes en la UE aseguraban que cada semana oían, en los pasillos, la misma frase funesta: «si quieres paz, tienes que prepararte para la guerra». Nos sorprendió el hecho de que en Bielorrusia se enseñe a los adolescentes de 13-14 años a manejar kalashnikovs como parte de la formación «educativa». También sorprende que en 2013 el presupuesto de la UE en investigación militar fuera de 1500 millones de euros, y que actualmente sean 8000 los millones de euros previstos para esta absurda carrera armamentística competitiva; y todo esto sin consultar a las poblaciones y recortando otras inversiones sociales —aunque aún se está negociando, parece que en 2025 se van a recortar 2000 millones de euros en desarrollo y ayuda humanitaria—. Sorprende que actualmente las dos prioridades europeas sean la competitividad y la seguridad o defensa armada. Sorprende, también, que hoy en día en Francia nadie conozca el concepto de la defensa civil noviolenta, cuando de los 7,5 millones de asociaciones que tuvo el país entre 1981 y 2008, el 45% se mostró dispuesto a tomar un rol activo en ella. Sorprende, finalmente, que países como Lituania, que en 1991 consiguió que las fuerzas soviéticas se retiraran gracias al entrenamiento noviolento de sus ciudadanos a través del Ministerio de Defensa del país, ahora se hayan olvidado completamente de esta vía sin armas, y ni siquiera existan manuales de entrenamiento noviolento promocionados por su gobierno. El discurso militar se ha representado como heroico y se ha desprestigiado el discurso pacífico como ingenuo. Se ha exigido a los estados contribuir a la OTAN con un 2% de su PIB. La cultura de la violencia se ha recreado en espectáculos televisivos y en videojuegos, y se nos han entrenado los sentidos. Todo esto ha conducido a un estallido de la violencia también en las relaciones interpersonales; ante cualquier minucia que nos diferencia, se responde con violencia; solo hemos aprendido la acción-reacción en la respuesta, y no nos acordamos de cómo se hacía para dialogar o para desobedecer las injusticias con firmeza.
Pero en Bruselas nos reunimos para sembrar semillas y para compartir los «jardines» existentes, discretos, en distintos lugares y países. En Cataluña, por ejemplo, la red Aturem les guerres sigue manifestándose semanalmente ante gobiernos locales de un buen número de ciudades, empujando a las administraciones a avanzar, exigiendo el fin de las guerras y reclamando no dar ni un céntimo a las armas. También la asociación Faz3a sigue protegiendo y acompañando palestinos en Cisjordania con las técnicas noviolentas de defensa sin armas. El Nash Dom bielorruso sigue protegiendo objetores de consciencia y acogiendo a los que se resisten a las guerras vengan de donde vengan. La Nonviolent Peaceforce francesa continúa entrenando a poblaciones y aplicando métodos de resistencia civil noviolenta para proteger y actuar en conflictos armados. El RAND de Croacia sigue entrenando en la noviolencia y la resolución de conflictos a equipos interreligiosos, preparando otras respuestas a los conflictos. El Consejo Cuáquero de Asuntos Europeos persiste en la organización frecuente de «Diálogos para la transformación», intentando que los políticos crean en la noviolencia y generando contextos para escucharse desde el respeto. La Comisión de Conferencias de Obispos de la UE sigue presionando ante las mesas de candidatos a comisarios en la UE para comunicarles la necesidad de paz, de no caer en las lógicas de la guerra. La Comisión de Iglesias para Migrantes en Europa continúa incidiendo en los espacios europeos para humanizar la regulación de las leyes migratorias. El papa Francisco cada domingo en el discurso del Ángelus sigue clamando contra la guerra con contundencia. Sant’Egidio mantiene su trabajo para la paz con plegarias en todo el mundo e implicación en muchos países en conflicto, como la República Democrática del Congo, Mozambique, Camerún, Nigeria, etc. con el riesgo de ser atacados cada noche. El grupo Plantilla de la UE por la paz, formado por trabajadores de las instituciones europeas, continuarán reuniéndose cada 15 días y creando espacios de silencio ante las atrocidades de las guerras. Las Friday prayers ortodoxas de los viernes continuarán generando comunión hacia la paz, y el Institut Catòlic per a la Noviolència, recientemente inaugurado por Pax Christi, emprenderá acciones y construirá redes para fortalecer las iniciativas de paz desde la propia fe. En Italia, diferentes grupos de personas siguen reuniéndose en las plazas semanalmente desde hace más de 140 semanas; con el micro abierto hablan contra las guerras, muestran banderas, dejan escritos para la paz… generan opinión pública. El cardenal Zuppi prosigue en sus esfuerzos para el diálogo, después de visitar Ucrania y Rusia en nombre de la Santa Sede, preparando el terreno para poder generar diálogos de paz. Los estudiantes continúan manifestándose contra la guerra en las universidades, desobedeciendo la represión para pedir la paz…
¿Y tú? ¿Y yo? ¿A qué te mueve el Espíritu para poder alcanzar un futuro sin armas, un futuro de paz?