El mundo actual vive profundamente marcado por la idea ilustrada de progreso: la historia irá cada día mejor cuando los humanos apliquemos la racionalidad científica a nuestras decisiones, en lugar de fiarnos de las tradiciones y de la gente del pasado.

Ciertamente, el pasado como un conjunto de patrones de conducta que encorsetan mi relación con el presente e hipotecan el futuro no es fuente de vida y de progreso. Pero a la vez creo que no es bueno de ignorar la contribución que personas o ideas del pasado pueden hacer al sentido presente de nuestras vidas. Es por eso que me gustó la descripción del filósofo Jordi Sales de una costumbre que practicó Nicolás Maquiavelo (1469-1527) durante una época de su vida, que él denominaba “el diálogo con los antiguos”.

En aquella época, Maquiavelo había sido destituido de su cargo de canceller (diplomático) de Florencia (1498-1512) y emprendió una vida más sedentaria. En una carta a Francesco Vettori de 10 de diciembre de 1513, describe las actividades que realizaba cada día por este orden: trabajar en el bosque, cazar pájaros, leer poesía, hablar con gente del pueblo, comer, jugar a cartas, diálogo con los antiguos, y escribir. Jordi Sales describe esta penúltima actividad, que desembocará en la escritura:

“El ‘diálogo con los antiguos’ que viene después [del juego de cartas], pide una transformación previa: un cambio de vestimenta para entrar en el templo que es su scrittorio. En su umbral se saca la ropa de cada día, llena de barro, y se muda poniéndose ropas reales y curiales. Ahora Maquiavelo, vestido adecuadamente, entra en una situación que calificaremos de ‘natural’ del personaje que elige ser, es decir, la situación propia de este Maquiavelo que disfruta ‘la fiesta’ del estudio y del diálogo sobre las acciones de los antiguos. Maquiavelo entra allí donde vivían los antiguos que lo reciben con amabilidad y así come el alimento que le pertenece y a que estaba destinado. Este destino de diálogo con los antiguos no lo avergüenza: los interroga sobre la razón de sus acciones y le responden. El diálogo con los antiguos, que es como el florentino describe la joya de la vida de estudio, lo transporta y lo transfigura: ‘Durante cuatro horas no siento ningún enojo, me olvido de todo afán, no temo la pobreza ni me turba la muerte: me transfiero del todo en ellos.’ La escritura nace de esta experiencia: es la retención de lo que la conversación con los antiguos le ha enseñado.” (J. Sales, El joc dels “ismes”, Galerada, Barcelona, 2023, p.164)

De esta descripción del diálogo con los antiguos, me permito notar:

    1. Que le genera un gozo muy grande, gracias al cual “no siento ningún enojo, me olvido de todo afán, no temo la pobreza ni me turba la muerte” (Maquiavelo). De hecho, “lo transporta y lo transfigura” (Sales).
    2. Que es fuente de sus ideas: no escribe lo primero que le pasa por la cabeza, sino aquello que ha aprendido de la conversación con los antiguos.
    3. Que consiste en hacerles preguntas sobre las razones de sus acciones y a escuchar las respuestas que los antiguos le dan.
    4. Y que todo esto lo hace en un lugar especial (el templo de su scrittorio), habiéndose cambiado de vestimenta.

Notamos este último punto: ir a un lugar especial y cambiarse de ropa son “rituales” que hacen posible el diálogo (preguntas y respuestas) y sus frutos (gozo, ideas a escribir).

Maquiavelo es, pues, testigo de que podemos dialogar con personas del pasado y enriquecernos de varias maneras. Pero el lugar y la ropa son condiciones de este enriquecimiento. Y es que el florentino no hace ir los antiguos a su casa, sino que va a encontrarlos a las de ellos, y con la reverencia de quien se viste para hacerles más fácil la conversación.

Y es que hay otras formas de relacionarse con los antiguos que no constituyen un auténtico diálogo. Porque en estos otros encuentros no salimos de nuestra época ni de nuestras ideas, y así enturbiamos nuestra mirada y nuestra escucha de estos antiguos. Quizás sin darnos cuenta, les hemos hecho ir a nuestra casa y vestirse como a nosotros nos place. Y el resultado es que les hemos hecho repetir las ideas que ya llevábamos en mente

El diálogo con los antiguos al estilo de Maquiavelo es posible también con “antiguos” que no son autores de libros: por ejemplo, con nuestros familiares mayores, aunque hayan muerto. Me puedo trasladar a los lugares del pasado en que ellos y yo convivimos, preguntarles las razones por las cuales vivieron como vivieron, y pedirles que me aconsejen en las situaciones presentes que debo afrontar.

Por supuesto, también nos ayudará un “diálogo con los coetáneos”. Pero hay que prepararnos adecuadamente: ir a encontrarlos en sus casas y vestirnos de manera apropiada.

[Imagen de 愚木混株 Cdd20 en Pixabay]

¿TE GUSTA LO QUE HAS LEÍDO?
Para continuar haciendo posible nuestra labor de reflexión, necesitamos tu apoyo.
Con tan solo 1,5 € al mes haces posible este espacio.

Amarillo esperanza
Anuario 2023

Después de la muy buena acogida del año anterior, vuelve el anuario de Cristianisme i Justícia.

Josep F. Mària
Jesuita. Doctor en Economía (UB). Licenciado en Teología (FTC). Profesor de Análisis Social, Ética y Religiones del Mundo en ESADE. Miembro de Cristianisme i Justícia. Patrono de la Fundación IQS y miembro del Consejo Superior de la Universidad de Comillas. Estudia sobre valores y educación superior, en particular desde la tradición jesuita.
Artículo anteriorDe la sierra al mar, no es fácil
Artículo siguienteLa ilusión de una victoria aplastante: las elecciones generales del Reino Unido de 2024

DEJA UN COMENTARIO

Por favor ingresa tu comentario!
Please enter your name here