¡Ay, el lenguaje! El departamento de Salud ha incorporado en todos los centros de salud de Cataluña decenas de profesionales de la psicología y los ha llamado “referentes de bienestar emocional”. Un referente puede ser alguien que “haga referencia a” o alguien que “encarne unos valores dignos de ser imitados”. Espero por el bien de los profesionales y de las expectativas generadas que estos referentes lo sean por la primera definición, aunque, sin duda los felicitaré y aplaudiré si además son personas con un enorme bienestar emocional personal.
Ya sin ironías, y con todo el respeto por esta nueva figura, sí que veo una dificultad e incluso un peligro en el lenguaje que utilizamos para abordar lo que hemos definido como “problema del malestar emocional”. Tal como hemos hecho tantas otras veces, vamos generando figuras y recursos para responder a síntomas, pero sin abordar al final las causas de este “malestar” que nos angustia.
De acuerdo, contrataremos decenas de buenos profesionales y dedicaremos millones de euros, y lo anunciaremos a los cuatro puntos cardinales para que se vea que el bienestar de las personas nos preocupa. Pero nadie pondrá nombre a las cosas o denunciará que estamos construyendo una sociedad emocionalmente tocada en muchos sentidos pero no por falta de “referentes” (o también, sí), sino porque hemos destruido, en nombre del progreso y de un cierto orgullo ignorante, cosas que eran sagradas.
Hemos puesto en un altar valores (que lo son) pero que necesitan de otros como contrapeso para no acabar diluyendo como azucarillos elementos básicos que nos sostienen. Pondré solamente un ejemplo. El pasado mes de diciembre, en la campaña de Navidad, Cristianisme i Justicia presentaba un vídeo en el que se veía originalmente una herida que era recosida por unas manos mientras la voz en off reivindicaba la comunidad. Y creo, sinceramente que la cosa va por ahí. Seguramente en los centros de atención primaria de nuestros barrios hemos de poner referentes de bienestar emocional porque ya no nos soportamos demasiado los unos a los otros; porque hay mucha gente herida por cosas tan evidentes como la soledad o el abandono; porque algunos trabajos les someten a una presión brutal o han perdido su casa; o porque en todos los altibajos de la vida han perdido el sentido de vivir, porque el sentido de vivir, señoras y señores, no es algo tan evidente.
Queremos seguir viviendo la vida igual que la vivimos ahora, pero queremos hacerlo además con bienestar y las dos cosas, a estas alturas no parecen siempre posibles. Quizás hemos de dejar de hablar tanto de bienestar y empezar a hablar más de reconciliarnos con la realidad de nuestra finitud y rebelarnos, en todo caso, contra todo aquello que niega la dignidad a nuestra vida. Reconciliarnos con nuestra humanidad y rebelarnos contra la inhumanidad.
En mi vida los referentes de bienestar emocional, curiosamente, han sido aquellas personas que han sabido conjugar bien estos dos elementos: una humanidad vivida a fondo en la proximidad y el calor de las relaciones, y una rebelión sólida y sostenida contra toda forma de injusticia. Para mi estos han sido los referentes y el resto son parches que ponemos a un dolor y a un malestar que seguirá creciendo hasta que acabe por cubrir el mismo sol.