En un mercado de religiones creciente, el cristianismo sigue siendo la apuesta de personas jóvenes como Maria, Pau y Sonia. En esta conversación hablan sobre qué significa para ellas definirse como cristianas y señalan los elementos que hacen que esta religión sea hoy contracultural.

Sonia (S): ¿Qué es para vosotros el cristianismo?

Maria (M): En alguna ocasión, Pau, te he escuchado decir que el cristianismo es «antimoralista». Me parece una buena manera de presentarlo porque la imagen más extendida que tenemos es la de los preceptos y de la moral: una manera de entender el mundo única y jerárquica que se impone. Tu mirada, en cambio, incide en que el cristianismo es, sobre todo, una «buena noticia». Siento que muchas veces me cuesta definirme como cristiana precisamente porque la mirada que domina es la de la moral, lo cual, a mí, me genera mucho rechazo. Para mí, identificarme como cristiana tiene que ver con esa mirada liberadora que planteas.

Pau (P): Lo que dices sobre el predominio de la mirada moralista es cierto. También en personas ajenas al cristianismo. Ayer, cuando una persona no creyente se enteró de que yo lo era, empezó a provocarme con preguntas como: «Y la Inquisición, ¿qué?». Para mí, el tema no va por aquí. No obstante, lo que digo sobre una lectura antimoralista del cristianismo no es un planteamiento muy nuevo.

M: Quizás nuevo no, pero separar cristianismo y moral es contraintuitivo, especialmente en nuestro país, donde hay un imaginario muy asentado que relaciona el cristianismo con el nacionalcatolicismo. Hay que reconocer el dolor que ha generado —y sigue generando— este imaginario. Tú rechazas este legado para rescatar el cristianismo de nuestra tradición histórica. El problema está en que muchas personas, si te cargas este legado, entonces te dicen: «¿Qué queda del cristianismo?».

P: Cuando la gente nos formula estas preguntas es porque el trasfondo cultural continúa siendo ese. En mi caso —soy un converso—, lo he tenido relativamente fácil porque he entrado en la Iglesia en un momento en el que puedes encontrar comunidades que intentan vivir de otro modo. Ahora bien, cuando volvemos a centrar el discurso en determinados lugares morales, está claro: volvemos a estar donde estábamos antes. El reto reside en cómo te sitúas como cristiano ante esto.

Fotografía de Pilar Ángel.

S: ¿Y cómo lo reivindicamos? La extrema derecha fagocita la fe y se apoderan de ella, como si fuera patrimonio suyo. En un momento de tanta complejidad en todos los niveles, las ofertas de dogmas y recetas se compran fácilmente, y esto es lo que hace la extrema derecha con el cristianismo, pero, como alternativa, ¿nosotros qué ofrecemos?

P: Creo que podemos ofrecer presencia y actos. Es el modo de demostrar que el cristianismo no es lo que propone la extrema derecha, que puede vivirse de otro modo. Sobre todo, mostrándote presente al defender a las personas que son víctimas de esta unión entre ideología y religión. Esto, de hecho, es muy evangélico. En los Evangelios aparecen las autoridades religiosas y también quienes fueron expulsados por la estructura religiosa de aquel tiempo, y Jesús, precisamente, lo que hace es dirigirse a estos últimos. Jesús está en todos los tabúes sociales de la época. Es necesario, incluso, visibilizar esta presencia. Por ejemplo, cristianos contra la homofobia… Se tendría que poder visibilizar y mostrar, junto con otras entidades que luchan por estas causas. Para nosotros, el cristianismo tiene que ver con estar junto a ellos. Se puede vivir desde otro lugar.

M: Estar junto a los últimos en tu hacer y en tu manera de ser y vivir. Esto es lo contrahegemónico y diferencial, en el sentido del perdón, del amor profundo por el otro… Ante la obsesión o la insistencia en el pecado, «lo que no se debe hacer», el aborto… Para mí, está muy claro que la manera de ser de Jesús era otra y que hay que recuperar la esencia. Este es mi reto como cristiana: «tomar partido» por cosas y posicionarnos ante los conflictos.

Fotografía de Pilar Ángel.

P: Al mismo tiempo, no sé si darse cabezazos constantemente contra la jerarquía es contraproducente. En definitiva, a mí el hecho de ser una minoría no me preocupa. San Ignacio, por ejemplo, pasó por la Inquisición… San Juan de la Cruz, San Ignacio… todos ellos fueron perseguidos. El Sanedrín del Evangelio, que juzgó a Jesús, existe y supongo que existirá: personas que viven la religiosidad de una forma moralista y que juzga y condena el resto.

M: Si existe alguna rendija donde podamos ser, es en ese compromiso último y consecuente de Jesús. Esto nos puede iluminar. Donde no hay esperanza, los cristianos están; en muchos lugares e instituciones donde no cabe la eficiencia ni parece que tenga ningún sentido ser, también están. Hay cristianos allá donde el dolor está presente.

Generar un discurso que señale a las instituciones y las contradiga es necesario, sobre todo cuando estas están captadas por esos discursos de odio que van ganando terreno. 

P: Creo que esto que dices se puede señalar muy a menudo. En esta concepción moralista («tienes que hacer esto o irás al infierno»), se seleccionan cosas que no existen en la Escritura o en la manera de hacer de Jesús. En cambio, el no juzgar, eso sí está. También, en el Antiguo Testamento, aunque a veces tiene mala prensa; pero, cuando lo miras de cerca, encuentras cosas sorprendentes. Por ejemplo, en el Levítico, lo que dice sobre los esclavos, sobre los forasteros… leemos: «No oprimirás a tu prójimo, ni le robarás. No retendrás el salario del jornalero en tu casa hasta la mañana» (Lv 19, 13), o: «Cuando el extranjero habite con vosotros en vuestra tierra, no lo oprimiréis. Como a uno de vosotros trataréis al extranjero que habite entre vosotros, y lo amarás como a ti mismo, porque extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto» (Lv 19, 33-34). Todo esto está muy bien. A veces se resaltan ciertas cosas que solo provienen de la tradición… Lo ves y te preguntas: «¿Y esto de dónde viene?». Porque, cuando lees los Evangelios, no sale en ninguna parte. Hay que poner las cosas en la jerarquía adecuada.

S: ¿Dónde queda la liturgia? ¿Cómo se alimenta la parte más espiritual? Hace sufrir la pérdida de la búsqueda del sentido profundo…

P: Yo soy muy bíblico. A mí, la eucaristía y la liturgia me interesan mucho. El cristianismo para mí tiene que ver con el hecho de ser objeto de un amor incondicional, y la cruz es el símbolo de este amor absolutamente loco. «Yo cargo sobre mí tus culpas y, por lo tanto, tú estás limpio ante mis ojos». Esto es muy importante. Yo esto lo relaciono con el compromiso social. Para mí, vivir la fe y la espiritualidad tiene que ver con perderle el miedo a muchas cosas, al desprecio, a la pobreza… Seguimos a un señor que se hizo pobre. Y confiar en que incluso en esas situaciones de dureza, Él está. Perder ese miedo tiene que ver con soltar muchos privilegios que tenemos y que se mantienen gracias a la opresión y a la injusticia. Para mí, hay una relación muy íntima entre la vertiente espiritual y el compromiso social. Entonces, para mí, la plegaria y la Eucaristía son importantes. He tenido la suerte de encontrar un entorno donde me siento muy a gusto, un ambiente muy sencillo que incide en el amor, en la pobreza, etc. Está claro: si no hubiera tenido esta suerte, entonces quizás no estaría ahí. Esta gratuidad para mí es importante porque este despojamiento no lo hago yo con mis fuerzas, sino pidiendo y recibiendo ayuda constantemente. Hay un momento en la Biblia en el que el profeta Elías está completamente solo, todo el mundo ha abandonado la fe, al resto de los profetas los han matado… Esta pequeñez es el modo en que Dios hace las cosas. Llega un momento en el que dice «basta»; entonces, se le dice: «Toma, come, bebe y anda». Para mí, esta parte de la Eucaristía es muy importante. Confiar en que alguien te da fuerzas ante la experiencia del fracaso.

Fotografía de Pilar Ángel.

S: «El espíritu siempre sopla desde abajo y en medio del caos», dice Víctor Codina.

P: Creo que en este sentido el cristianismo es contracultural. Más allá de lo que dice Joan Burdeus en el artículo, afirmando que el cristianismo es contracultural porque «nos hace descansar», yo creo que también lo es porque tiene esta idea de la confianza en la eficacia de la pobreza. Esto es siempre contracultural porque siempre nos pensamos en términos de fuerza y poder…

S: Si contraponemos el Evangelio al sistema establecido, parece que no tengan nada que ver. Por suerte, siempre tenemos referentes de personas que, incluso, no solo en su manera de vivir la fe, sino en cómo lo encarnan, nos reconectan con esa idea de «la Iglesia no son solo estos, todos somos Pueblo de Dios». ¿Cuáles son vuestros referentes?

M: Personas con quienes he caminado, que son testigo de vida comunitaria y política. Personas anónimas que ponen su vida al servicio de los otros. Personas cercanas que llegan al cristianismo por elección libre y que lo reivindican: «Sí, soy cristiana por convicción, no porque toca». Acostumbran a ser personas que se lo cuestionan todo constantemente. Es una manera de estar en el mundo, que transforma y que obliga a revisarse en todo momento. Es un camino que se sustenta en el hecho de saber que Jesús te ilumina.

P: Yo venía de un entorno ateo. Hay muchas cosas en las que ideológicamente sigo estando de acuerdo, y para mí la fe no ha ido en contra de ello, sino a la inversa: me ha servido para profundizar. Y, ¿referentes? Para mí, Simone Weil, a pesar de que me he alejado un poco, porque había cosas que las vivía de una forma muy moral. Después, Teresa de Jesús me gusta mucho. Es interesante ver, junto con Santa Teresa del Niño Jesús, algunas reflexiones en torno al papel de la mujer y la religión… Es interesante rescatarla. Y, finalmente, de Charles de Foucauld, me gusta el proceso de pasar de intentar evangelizar a todo el mundo a fracasar estrepitosamente y darse cuenta finalmente de que lo que hacía falta era tan solo compartir la vida y la amistad. Me parece muy bonito e interesante para hoy. Se trata de vivir la fe y convivir con el resto ofreciendo amistad y compañía.



Este artículo se puede leer en el primer Anuario de Cristianisme i Justícia.

El Anuario es una nueva publicación que recoge las materias más destacadas que hemos tratado a lo largo del año, además de incorporar contenido inédito. El tema principal de este número 1, «La herida», está motivado por la conferencia inaugural del profesor Josep M. Esquirol, de octubre del 2021. Desde el inicio de este proyecto, también quisimos dar énfasis al diseño. Queríamos compartir las conversaciones y los debates, habituales en Cristianisme i Justícia, de un modo donde la palabra, la imagen, la fotografía e incluso el cómic pudieran encontrarse.

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Investigadora, docente y crítica audiovisual. Doctora en Comunicación Audiovisual y Publicidad. Responsable del Área Social y editora del blog de Cristianisme i Justícia. Está especializada en educomunicación, periodismo de paz y estudios feministas y es miembro de varias organizaciones y asociaciones defensoras de Derechos Humanos vinculadas al feminismo, los medios de comunicación y la cultura de paz. En (de)construcción permanente. Madre.
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2 Comentarios

  1. Buenos días desde Argentina, me encantaron los dos artículos sobre el cristianismo contracultural. Dejan pensando en el lugar donde estamos y son un trampolín a la fe

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