El fenómeno de la peregrinación religiosa o de trasladarse a otro lugar con fines espirituales no es reciente ni propio de una época histórica. Otro caso es el del “turismo” propiamente moderno, el cual se enmarca dentro de una lógica económica y cultural muy específica. Cuando los motivos por los cuales se es turista son espirituales, entonces podemos hablar de turismo espiritual.

Reconozco dos sentidos o tipos de turismo espiritual. En primer lugar, tenemos el tipo de turismo enfocado a personas que viajan con el fin de visitar algún santuario o lugar sagrado, o para asistir a algún centro religioso para tomar un curso o simplemente para conocer. Este primer sentido se refiere al turismo en tanto parte del mercado espiritual, es decir, existe un mercado para buscadores y buscadoras espirituales que consumen bienes y servicios ofrecidos por empresas turísticas. En algunas ocasiones se trata de espacios o paquetes “nuevos”, como centros holísticos recién construidos, pero también se da el caso de la mercantilización y “turistificación” de antiguos cultos, como viajes a Tierra Santa con agencias turísticas. Hoy es posible encontrar toda una infraestructura construida alrededor de ofrecer servicios espirituales a los turistas que viajan por el mundo consumiendo este tipo de bienes o experiencias.

En segundo lugar, podemos hablar del turismo entendido como experiencia espiritual, o, dicho en otras palabras, la espiritualidad en tanto que “viaje”. Este sentido implica la comprensión de la propia espiritualidad como un viaje, una suerte de dimensión interior del turismo del que hasta cierto punto ya hablaba Levinas. Elocuentes son las expresiones tan recurrentes en las narrativas actuales, por ejemplo “estuvo muy bueno el viaje” o “fue toda una aventura”. Estas frases son utilizadas por participantes de distintas actividades espirituales, sin que se inscriban necesariamente dentro de un viaje físico a otro espacio geográfico. En muchos casos las escuchamos en voz de quien fuma marihuana en su propio jardín o después de su práctica de yoga en el estudio más cercano de su casa. En este segundo sentido del turismo espiritual, la espiritualidad adquiere un aura de viaje y se le comprende como tal; un viaje cuyas características de wellness, automodernidad y medicalización ya desarrollé en artículos anteriores.

La investigadora María Albert Rodrigo ofrece un estudio bastante interesante respecto al turismo espiritual. Según argumenta, el turismo ha servido en las sociedades modernas para cohesionar grupos humanos que comparten el mismo interés y motivaciones, esto en detrimento de las antiguas formas de cohesión social tales como la religión o la ideología[1]. Lo que la autora expresa es que en nuestras sociedades el turismo puede llegar a operar como sustituto de la religión y de la ideología, lo cual vale lo mismo que decir, entre otras cosas, que opera como matriz productora de subjetividades. En el tema de las nuevas construcciones subjetivas contemporáneas, la autora Paula Sibilia tiene mucho que aportarnos. En su libro La intimidad como espectáculo (2008), la antropóloga argentina describe la genealogía entre un proceso de subjetivación previo a la invasión tecnológica -lo que posteriormente su amiga Flavia Costa entiende como Tecnoceno (2021)- hasta la actual reinvención de lo íntimo como lo público. Si en la primera modernidad brilla el estereotipo de lector intimista que construye su identidad a partir de un diálogo consigo mismo a través del texto, en la era de las redes sociales y los smartphones la subjetividad se construye no a partir de lo que se vive internamente sino de la intimidad que se expone en público, en lo que exhibimos de nosotras y nosotros en tanto espectáculo.

Un ejemplo significativo de la construcción de las nuevas subjetividades bajo la lógica del espectáculo y su relación con la tecnología y el turismo, nos lo presentan los investigadores mexicanos Luis Jaime González Gil y Salvador Iván Rodríguez Preciado en su análisis de la figura del travel blogger, un “personaje que, a partir de las dinámicas y economías simbólicas en las que participa, puede ser definido como una microcelebridad quien (…) expone sus viajes a través de las plataformas sociodigitales como parte de su estilo de vida y trabajo.”[2] Se trata de subjetividades que, aunque aparentemente pretenden salirse del círculo económico del trabajo, se autoexplotan (en términos de Byung-Chul Han) y se venden a través de las redes sociales aprovechando sus viajes y travesías como el material elemental para sus fines casi siempre narcisistas.

¿Cómo se manifiesta esta nueva subjetividad del espectáculo, reforzada por el turismo y la tecnología, en las espiritualidades contemporáneas? Basta un vistazo por el Instagram para encontrarse con una nueva subjetividad emergente en las fotos de practicantes de yoga, meditación (mayoritariamente mindfulness) o turistas en recintos sagrados que van desde la Capilla Sixtina hasta Tailandia. Ante esta subjetividad emergente propongo llamar spiritual travel blogger a las personas que “viajan” quizás no necesariamente a otros países, pero sí aplican el término “viaje” a sus prácticas espirituales y se valen de las plataformas sociodigitales para construir su autocelebridad, ya sea por medio de fotos, historias, lives, streamings, “frases llegadoras”, etcétera.

Aunque ciertamente, como también lo señala Sibilia respecto a las identidades del espectáculo, el spiritual travel blogger puede representar sobre todo a algunas clases sociales, edades y geografías, su visibilidad e influencia social está cada vez más presente. Las y los spiritual travel bloggers operan desde la lógica de la automodernidad: “En definitiva, aunque un viaje como éste ofrece muchas cosas, lo que señalan como fundamental es la búsqueda de sí mismo, el bienestar personal, del crecimiento interior, etc., ya sea a través de la conexión contigo mismo, con el entorno, ya sea a través de la práctica que realizas, yoga, meditación, etc.”[3] También podemos ver con claridad el “experiencialismo”, o la reducción de la espiritualidad a la mera experiencia, en la que suelen traducirse este tipo de fenómenos como el turismo espiritual.[4]

Se atraviesan interesantes temas de género, lucha simbólica entre capitales eróticos, simbólicos, “espirituales” (paz interior, libertad, fluir con la vida…). Se repiten clichés de género antes atribuidos tradicionalmente, pero ahora vuelven a aparecer bajo la fachada del progresismo. Un ejemplo es la prominencia de mujeres en fotos a cuerpo completo practicando yoga, o la posición de meditación en hombres, subrayando la tradicional atribución erótica a la mujer y la intelectual al varón.

El y la spiritual travel blogger se construye como tal a través de su exhibición en redes sociales, se vende a sí mismo o a sí misma forjándose una identidad que depende del personaje de las fotos, lives y plataformas: una identidad del espectáculo que es totalmente heterónoma. Para poder capitalizarse y realmente ganar dinero de sus viajes espirituales, sean estos de traslado geográfico a otros territorios o el mero viaje espiritual como nuevo lenguaje, es condición obligada producirse como mercancía, subir materiales nuevos y exponerse íntimamente frente a sus followers. Incluso no es necesario “ganar dinero”, pues como ya mencioné, también en las redes de los y las spiritual travel bloggers se disputan otros tipos de capitales.

Así como el arhat fue el modelo de espiritualidad para el primitivo budismo theravada o la virginidad lo fue para las mujeres medievales o el martirio para los primeros cristianos, hoy el spiritual travel blogger comienza a definirse como el molde espiritual de la era en donde la vida está digitalizada y la experiencia mediada por las mercancías. Muchos de estos spiritual travel bloggers se convierten en auténticos modelos de vida para sus followers, quienes se sienten inspirados por el contenido que consumen de sus redes sociales. Pareciera que estamos ante el nuevo discipulado del siglo XXI. No se percatan de que mucho de lo que se exhibe en las redes de estos y estas spiritual travel bloggers no es lo que parece, sino un performance, una mera puesta en escena que esconde las dificultades que implica vivir una vida basada en venderla al internet. La libertad, paz e iluminación que aparentan responde más a mercadotecnia que a la realización espiritual.

Con todo, esta subjetivad emergente va abriendo paso no únicamente en las redes sociales, sino que incluso se construyen centros de “práctica espiritual” donde se confunde el gimnasio, la sesión de fotos, la iglesia y el yoga o la meditación, todo listo para subirlo de inmediato al Instagram. Espacios como estos u otras manifestaciones del turismo espiritual se van incrementando de forma creativa e inédita, teniendo como eje el mercado y resultado la intimidad como espectáculo.

El turismo espiritual se encarna en prácticas sociales y económicas concretas que refuerzan una cierta narrativa espiritual propia de nuestra sociedad neoliberal. Sin lugar a dudas contienen críticas y elementos valiosos, como el acceso más libre a enseñanzas espirituales antes encriptadas, algún cierto grado de sentimiento comunitario o identitario… Con todo, creo que hace falta profundizar en este tipo de subjetividad emergente que, como lo describí en el artículo pasado, puede estar propiciando sujetos espirituales atacando su ego, pero reforzando su individualidad y, junto con ella, el sistema-mundo que lo sustenta.

***

[1] María Albert Rodrigo, “La búsqueda espiritual a través del turismo. Su articulación desde el lado de la oferta”, en Cuadernos de Turismo, n. 45, 2020, p. 26.

[2] Luis Jaime González Gil y Salvador Iván Rodríguez Preciado, “Libertad burocratizada: gestión, producción y mercantilización de las subjetividades desde la figura digital del travel blogger”, en Virtualis, 12 (22), año 2021, p. 96.

[3] Alberto Rodrigo, “La búsqueda espiritual a través del turismo”, 29.

[4] Para profundizar sobre el “experiencialismo” ver Jorge N. Ferrer, Espiritualidad creativa. Una visión participativa de lo transpersonal (Barcelona: Kairós, 2003) 45-72.

[Imagen de Rachel Scott en Pixabay]

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Amarillo esperanza
Anuario 2023

Después de la muy buena acogida del año anterior, vuelve el anuario de Cristianisme i Justícia.

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Filósofo y escritor. Su campo de interés es la relación entre la mística y las luchas sociales. Colabora en distintos colectivos sociales, de diálogo interreligioso, espiritualidad y universidades. Es autor de los libros Encuentro, Religación y Diálogo. Reflexiones hacia un diálogo Inter-Re-ligioso (Samsara, 2020), Impotente Ternura (PalabrasPalibros, 2021), Descubrirte en lo pequeño (Buena Prensa, 2021) y Convivencialidad y resistencia política desde abajo. La herencia de Iván Illich en México (CuLagos, 2021), Los llamo amigos (San Pablo, 2022), 7 místicas para transitar los tiempos actuales (Buena Prensa, 2022), El dinamismo místico. Mística, resistencia epistémica y creación del mundo nuevo (Aliosventos, 2022) y Religarnos. Más allá del monopolio de la religión (Kairós, 2023). Forma parte del Grupo de Religiones y Paz de Cristianisme i Justícia y del Centro de Estudios de Religión y Sociedad (CERyS) de la Universidad de Guadalajara, así como de la Academia de Trascendencia y Sociedad del ITESO. También es colaborador de la Universidad de la Tierra Oaxaca, acompañante espiritual y principiante zen.
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