Victor Gollancz, un famoso editor inglés del siglo XX, encargó a George Orwell escribir un reportaje sobre el paro en el norte de Inglaterra. Eran los años treinta, en plena crisis económica. Gollancz ya le había publicado en Orwell su primer libro, Sin blanca en París y Londres, que también era un reportaje. La comisión de este segundo reportaje significó el inicio de la ruptura entre estos dos hombretones, que culminó cuando Orwell escribió Homenaje a Cataluña, que Gollancz, leal simpatizante del comunismo, no podía publicar en modo alguno, por las críticas que este libro de memorias de Orwell sobre la guerra civil española contenía en contra de la URSS.

El segundo reportaje Gollancz-Orwell se tituló El camino a Wigan Pier. Orwell, en lugar de escribir sobre el paro en el norte de Inglaterra, escribió sobre el trabajo minero, sobre la vivienda y las condiciones generales de vida de este colectivo. No era lo que el editor le había pedido, pero todo se podía dejar pasar si no fuera porque Orwell decidió añadir una segunda parte al reportaje, no pedida, en la que se dedicaba a criticar a los socialistas y los comunistas. Gollancz decidió transigir con las críticas, y publicó el libro entero, añadiendo un prólogo en el que prácticamente desacreditaba a su propio autor.

Entre las críticas al socialismo lanzadas por Orwell en aquella ocasión, destaca la crítica a la confianza ciega en el progreso tecnológico. Orwell era un hombre de inteligencia penetrante. Entendía que el industrialismo era una necesidad, no un bien, que permitía mantener a una población numerosa bien alimentada y con un nivel de vida decente. Nada más. Era perfectamente consciente de que la industrialización estaba haciendo desaparecer el paisaje y las formas de vida tradicionales inglesas, y que esto era una desgracia, pero que era el precio a pagar habiendo apostado por el hombre (y no por los ríos, paisajes o montañas).

Nada más. Esto es lo máximo que uno le puede oír decir a Orwell en favor del desarrollo tecnológico. Orwell nunca creyó ninguna de las promesas de la tecnología. Orwell era un humanista, alguien que creía que el hombre era un ser excepcional y que era necesario ordenar el mundo en su favor. Pero también creía que a partir de cierto punto, la tecnología no sumaba, sino que restaba capacidades al ser humano. De esto va el duodécimo capítulo de El camino a Wigan Pier.

Se repetía amargamente que cualquier crítica dirigida al desarrollo tecnológico sería mal recibida, porque la tecnología y el conocimiento se habían fusionado tan íntimamente, que una crítica a la tecnología sería interpretada como crítica al conocimiento. La idea de que no deben ponerse límites al conocimiento o a la tecnología era, y es, trágicamente, un dogma absolutamente incuestionable, como lo había sido la existencia de Dios antes de la era del humanismo. Pero hay una diferencia entre decir que todas las personas necesitan una vida decente y que no deben ponerse límites al conocimiento o la tecnología. Son dos ideas independientes; ninguna de las dos implica a la otra. La primera pertenece al humanismo; la segunda, no. De hecho, la segunda podría ser incompatible con la primera.

La actitud de Orwell ante la tecnología puede resumirse con mucha simplicidad: una actitud escéptica. Como la droga -decía literalmente- la tecnología es útil, cómoda, adictiva y peligrosa. Se debe tomar con responsabilidad y pesar, sabiendo que el precio a pagar es alto. Casi cien años después, la tendencia no se ha corregido, sino que se ha acelerado. Debemos preguntarnos, como sociedad, si no deberíamos poner límites al desarrollo tecnológico. Al fin y al cabo, ¿no nos hemos vuelto todos adictos a la tecnología? ¿Cuántas cosas hemos desaprendido por culpa de ella? ¿Los problemas ecológicos no provienen, al final, del uso imprudente e inmoderado de la tecnología?

[Imagen extraída de Wikimedia Commons]

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Profesor en la Càtedra d'Ètica i Pensament Cristià a IQS (URL). Es doctor en Humanidades por la Universitat Pompeu Fabra, con una tesis galardonada con el premio extraordinario de doctorado y el premio de ensayo de la Fundació Joan Maragall. Sus últimas publicaciones no académicas son los libros La Pereza (2019), Filosofía para una vida peor (segunda edición, 2021) y La condición del hombre corriente. Ensayo sobre el Humanismo de George Orwell (2022).
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