Quiero compartir con vosotros mi experiencia de acompañar en Ejercicios Espirituales y me centraré en tres aspectos: primero, cómo vivo el acompañamiento; segundo, algunos aspectos que tengo en cuenta cuando acompaño; y, finalmente, cómo el acompañante ocupa su tiempo cuando no está acompañando.
Cómo vivo el acompañamiento
Para mí acompañar ha sido uno de los regalos más importantes y bonitos que la Vida me ha ofrecido. Sentirme llamada, sorprendida y guiada por Dios para realizar este servicio de acompañamiento en la Iglesia, es algo que agradezco profundamente cada día. Digo, sentirme llamada, sorprendida y guiada por Dios, porque no ha sido algo buscado, sino que se ha cruzado en mi camino a través de mediadores que han confiado en mí y me han ofrecido la posibilidad de realizar este servicio de acompañamiento. Mediadores a los que estoy profundamente agradecida.
Recientemente he leído una conversación del papa Francisco con un grupo de seminaristas donde les dice que el acompañamiento espiritual “no es un carisma clerical, es un carisma bautismal” Así pues, el carisma de acompañar no viene de ser sacerdote, es un carisma laical que “puede hacerlo un sacerdote, una mujer o un laico”. A menudo he encontrado en los grupos de ejercitantes, personas que valoran positivamente que en el equipo de acompañantes haya también mujeres de vida consagrada, laicas, personas casadas, madres de familia… que estén realizando este servicio.
En mi caso, ser acompañante de Ejercicios Espirituales de 8 días, significa ser parte de un pequeño equipo formado por una persona que hace las introducciones a la materia a rezar durante el día y tres o cuatro personas más que acompañamos. Este acompañamiento se realiza a través de una entrevista diaria, donde el ejercitante comparte con el acompañante la oración hecha a lo largo del día.
Algunos de los aspectos que tengo en cuenta cuando acompaño
Acompañar es una relación entre ejercitante y acompañante con y en presencia de Dios a través de una conversación espiritual.
En este sentido recuerdo haber acompañado a una mujer laica, madre de familia que en cada encuentro manifestaba cómo Dios le acompañaba en su día a día y cómo conversaba con Dios. Le hablaba «como un amigo habla a otro» amigo.[EE 54]. Su experiencia era un vivo testimonio del coloquio que Ignacio propone durante la primera semana de Ejercicios Espirituales.
Normalmente inicio el encuentro con el ejercitante haciendo unos momentos de silencio, que ayudan a tomar conciencia de la presencia del Señor durante la conversación que vamos a realizar. Él, el Señor, está siempre presente. En el encuentro no somos dos sino tres. Este momento de silencio termina con una pequeña lectura o oración relacionada con los puntos que se tratan ese día. Después del momento de silencio, es entonces cuando el ejercitante comienza a explicar los frutos de su oración. Este silencio inicial suele sorprender al ejercitante que llega con la libreta y las notas para iniciar la conversación rápidamente. Por lo general, se valora positivamente y con agradecimiento por el espacio que se genera.
Antes de terminar la entrevista, cuando el ejercitante ya casi cierra la libreta de las sus notas, suelo preguntar si quiere comentar algo más. A menudo, acostumbra a ser un momento muy rico, lleno de vida y de resonancias. Otro aspecto que intento cuidar mucho por mi parte, es la escucha plena y atenta de todo lo que el ejercitante comunica durante la conversación, en la que va expresando su proceso espiritual y su forma de dialogar con Dios, a través de las formas de oración que propone san Ignacio en cada momento de los Ejercicios Espirituales. Que el ejercitante se sienta plenamente escuchado ayuda a crear confianza en el ejercitante durante el proceso de comunicación y también ayuda al acompañante a poder subrayar aspectos que han aparecido en las diversas conversaciones con el ejercitante.
Cómo el acompañante ocupa su tiempo cuando no está acompañando
Recuerdo que Josep Rambla, en una formación, hizo una pregunta a los futuros acompañantes: “¿qué hace el acompañante cuando no acompaña?”, es decir, cuando no está haciendo la conversación con el ejercitante. “Cómo ocupa su tiempo?” Después de una primera respuesta rápida, me quedó la pregunta dentro. De ves en cuando, daba vueltas a esta cuestión y a medida que he ido haciendo acompañamientos he ido encontrando posibles respuestas.
El acompañante ciertamente no está haciendo Ejercicios cuando acompaña, pero lo que sí es cierto es que el acompañante está inmerso también en un proceso de experiencia y de transformación espiritual en el contexto de los Ejercicios que se están realizando. Quien acompaña también se deja impactar y se impacta cuando observa cómo Dios va trabajando en el ejercitante y, sobre todo, cuando se siente testimonio privilegiado de la acción del Señor en el ejercitante. Es un gran regalo que recibe el acompañante del Señor.
Cuando inicié el camino como acompañante, especialmente los primeros momentos, sentí miedo, inseguridad, duda…Pero, la certeza de que el Señor se hace presente y acompaña al ejercitante y al acompañante, convierte la incertidumbre en confianza y alegría profunda.
Quiero agradecer a Josep Rambla tantos y tantos años de estudio, reflexión y oración por acercarnos a Jesús, a través de la experiencia espiritual de san Ignacio, y sobre todo, gracias por tu testimonio y por tu maestría que nos enseña a cada uno de nosotros una forma de estar en el mundo. ¡Gracias!
[Adaptación de la intervención en el acto en homenaje a Josep M. Rambla SJ del 23 noviembre de 2022 que puede visualizar íntegramente aquí/Imagen de Lars Nissen en Pixabay]
Muy interesante. ¡Gracias!