El jueves 27 de octubre nos encontramos con un par de hechos significativos dentro del entono eclesial.
Por un lado, el cardenal Muller acudía a España, invitado por la fundación San Pablo CEU que organizaba un congreso sobre Benedicto XVI y donde participo también en el real Casino de Madrid con una conferencia sobre san Juan Pablo II. Estaba arropada por Rouco Varela, Martínez Camino, Reig Pla, Munilla. Sin ningún pudor se atrevió a lanzar la idea de que el Concilio Vaticano II suponía un peligro para la Iglesia ya que desde él esta iba a la deriva.
Por otro lado, el mismo día, se publicaba por parte de la Secretaria General del Sínodo el Documento de Trabajo para la etapa continental. Se trata de un documento honesto y valiente, que sorprende y no poco. Tal vez nunca había habido un documento eclesial como este, con una autocrítica tan clara y con tal nivel de honestidad. Intenta recoger lo que ha salido hasta ahora en los diferentes encuentros locales. Es valiente porque no esconde temas tratados que hasta ahora estaban ausentes en el diálogo eclesial público.
El documento insiste en la importancia del bautismo como elemento fundamental que otorga carácter de igualdad a todo cristiano sobre el que se sustenta la dignidad de este. Critica con dureza el clericalismo y no niega la existencia de sacerdotes y obispos instalados en él y con mentalidad de sentirse superiores que generan trabas en la sinodalidad eclesial.
Con la imagen tomada de Isaías de ensanchar la tienda aboga claramente por escuchar, acoger y dar palabra dentro de la Iglesia, citando directamente a colectivos que han sido obviados y que no pueden ni deben ser silenciados. Aquí encontramos a las mujeres -insiste mucho en su participación dentro de la Iglesia-, divorciados, colectivo LGTIBQ, curas que han abandonado el ministerio para casarse, hijos de curas -reconoce su existencia y dice que no pueden ser olvidados-, personas con discapacidades, los jóvenes, empobrecidos, ancianos, pobres, pueblos indígenas, alcohólicos, drogadictos, presos, víctimas de abusos (dentro y fuera de la Iglesia), personas abandonadas, quienes han caído en la delincuencia y la prostitución, colectivos marginados…
El documento insiste en el diálogo, en la participación y en la corresponsabilidad. También alude al miedo de muchos a que esto no suponga nada dentro de la Iglesia o no genere ningún cambio.
Todo ello supone modificar estructuras e instituciones. Lo afronta de cara, sin miedo y como pregunta, de manera que permita generar modelos y espacios de sinodalidad. No es una tarea cerrada, sino una labor a trabajar en la que todos tenemos algo que aportar. Por ejemplo, pide ayuda a las facultades de teología para dar razón y formar en estos espacios de sinodalidad así como en la reflexión de las experiencias y prácticas que se están dando. Insiste mucho en la formación de una cultura sinodal para que los cambios necesarios puedan darse. Y todo ello sin olvidar en ningún momento la importancia de la espiritualidad y el arraigo de la sinodalidad en la liturgia.
Acaba el documento indicando cuáles son los siguientes pasos a dar. Pasos que tendrían que llevarnos a un camino de conversión y reforma.
Habrá que ver a donde nos lleva todo esto. Conscientes de las dificultades que hay, y de la oposición a dichas modificaciones en la Iglesia como pudo verse en el encuentro en que participó el Cardenal Muller, podemos afirmar que la tarea no es sencilla. Pero al mismo tiempo se van abriendo nuevas ventanas en la Iglesia que pueden permitir respirar otros aires, posiblemente más evangélicos, que algunos de los actuales.
Habrá que ver si el Sínodo posibilita realmente un cambio en las dinámicas eclesiales. Sería interesante que como mínimo se pudieran generar nuevas maneras de organización local que posibiliten los cambios y acogidas que el documento, después de escuchar la voz de muchas personas, invita a realizar. Esperemos a ver qué pasa.
De momento, no perdamos la esperanza -que no es lo mismo que optimismo- y preparémonos para lo que vaya viniendo. Acabo recomendando la charla inaugural del curso en Cristianisme i Justícia, a cargo de Cristina Inogés, en total sintonía con el documento aquí comentado.
[Imagen de wal_172619 en Pixabay]