Presento, en forma de decálogo, una sencilla introducción al sínodo y a la sinodalidad eclesial.
- Sínodo, etimológicamente, significa camino conjunto o comunidad en camino; implica dos dimensiones, la comunitaria y la dinámica.
- Aplicado a la Iglesia significa el “nosotros eclesial”, la comunidad de Jesús que camina hacia el Reino de Dios.
- Su fundamento teológico es trinitario, la Iglesia significa y es sacramento de la comunión trinitaria, que por la fuerza del Espíritu de Jesús camina hacia el Reino de Dios
- En el Nuevo Testamento encontramos algunos ejemplos de sinodalidad, como la vida de la primera comunidad de Jerusalén (Hechos de los Apóstoles 2, 42-47) y el Concilio de Jerusalén: “el Espíritu Santo y nosotros hemos decidido” (Hechos de los Apóstoles 15,28).
- Esta dimensión comunitaria en la que todos participan en aquello que afecta a todos, se perdió en la época de Cristiandad. El Concilio Vaticano II (1962-1965) la recuperó al presentar la Iglesia como Pueblo de Dios (Lumen Gentium II), donde todos hemos recibido el bautismo de Jesús y la unción del Espíritu, todos poseemos el sentido de la fe por la que el Pueblo de Dios es infalible en su creencia (Lumen Gentium 12).
- El papa Francisco ha asumido estas orientaciones del Vaticano II y propone la sinodalidad como el estilo peculiar para la Iglesia del tercer milenio y convoca un Sínodo para 2023-2024 sobre la sinodalidad, “Iglesia: comunión, participación y misión”, con una participación previa en las Iglesias locales (diocesanas, nacionales y continentales). La finalidad del Sínodo no es producir documentos, sino hacer que germinen sueños, profecías, esperanzas e ilusiones, curar heridas, tejer relaciones, aprender unos de otros, crear un imaginario positivo que ilumine la mente, enardezca el corazón y fortalezca las manos.
- Esto supone una gran conversión eclesial, se trata de una gran reforma de la Iglesia, edificar una pirámide invertida, significa superar todo clericalismo y elitismo jerárquico, religioso, espiritual y cultural.
- No desaparecen los diversos carismas eclesiales, jerárquicos y no jerárquicos, don del Espíritu (Lumen gentium 4), sino que se sitúan en diálogo y comunión eclesial, pues lo que nos une a todos es más que las diferencias eclesiales y carismáticas.
- La dificultad mayor es doble:
- Que clérigos y vida religiosa dejemos el protagonismo y prepotencia que hemos tenido a menudo e imitemos a Jesús que lavó los pies a los discípulos.
- Que el laicado abandone la pasividad y que todos y todas asuman el rol que les corresponde como bautizados en la misión de la Iglesia e imiten a los discípulos, hombres y mujeres, que seguían a Jesús por los caminos de Galilea.
- La sinodalidad es un proceso, no se limita a preparar el Sínodo 2023-2024, sino que supone iniciar un dinamismo de diálogo y participación que incluya a comunidades, movimientos e instituciones eclesiales, seminarios, etc. en los diferentes ámbitos: evangelización, formación, catequesis, liturgia, pastoral , juventud, gobierno, administración económica, obras sociales, diálogo con otras culturas y religiones, escuchar la voz de los excluidos y descartados sociales y eclesiales, ser hospital de campaña que acoge a todos, etc.
Cuanto antes se comience este proceso, tanto mejor.
[Imagen de Gordon Johnson en Pixabay]