No se puede responder a la pregunta sin compartir un texto sagrado. Yo he escogido una sura del libro sagrado del Corán (49/13), que dice:

«¡Oh, humanidad! Os hemos creado de un alma única, Hombre y Mujer, y os hemos hecho en naciones y tribus diferentes para que reconozcáis las diferencias y la igualdad de unos y otros.
En verdad el mejor de todos vosotros, para Alá, Dios, es el que tiene más piedad, aquel que tiene más temor a no servirle suficientemente.
¡Dios conoce todas las cosas y está informado de todo!»

El motivo de escoger esta sura es que la interpreto como el reconocimiento de la pluralidad religiosa a partir del diálogo interreligioso e interconfesional para construir una buena convivencia y cohesión social, ya que el papel de las religiones es un vehículo transformador que plantea un escenario de convivencia entre religiones y nos obliga a ver el hecho religioso de otro modo, sin prejuicios ni sospechas.

¿Qué significa para mí la oración y qué significa la oración en mi tradición religiosa? La respuesta es muy personal, ya que debemos tener en cuenta las grandes diversidades que existen en todas las religiones y sus interpretaciones. Por tanto, para mí la oración no radica en unos movimientos únicamente, porque incluye la reverencia, sumisión y paz y las alabanzas del Profeta (SW), sino en una devoción al verdadero saber, una devoción a Dios.

Para mí, la fe en Dios es lo que una persona siente en el corazón y lo expresa en la acción. Por tanto, la conexión con Dios es para mí un acto del día a día y que tiene que ver con mis acciones cotidianas y diarias, es decir, desde que salgo de casa, camino hacia el trabajo, cojo el transporte público… Por tanto, son las 24 horas en las que tengo una conversación con Dios, camino recitando suras del Corán y en cada paso estoy buscando celosamente el conocimiento a través de la experiencia (el legado familiar con la transmisión oral) y de la experimentación (en el trabajo social diario y en cada persona que ayudamos y acompañamos humanamente), así como en la meditación y la observación.

Me preguntan cómo nace mi vocación de vivir apasionadamente la vida cotidiana, arraigada en ella, y cómo pienso que soy testigo de oración hecha vida.

En mi respuesta hay mucha melancolía, puesto que no puedo obviar mi relato familiar. Nacida en el seno de una familia extensa, tradicional y musulmana, las costumbres que he vivido en mi niñez y adolescencia marcan mi religiosidad y espiritualidad. Me han educado con la transmisión de que la fe sea eficaz y permanente y que siempre ilumina cada rincón del corazón humano y que siempre prevalece en todos los aspectos de la vida.

Para mí, la naturaleza de la persona se divide en dos parte muy importantes: la parte interna (Ruh) que es el alma y el corazón y la parte externa (Aql) que está en la mente, el raciocinio, la inteligencia y cómo traducir esta vida espiritual en la práctica. Cuando una persona se siente interiormente segura y firme, su vida externa poseerá la misma naturaleza.

[Imagen de wal_172619 en Pixabay]

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Presidenta y Co-fundadora de la Asociación Intercultural Diàlegs de Dona.
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