La oración es el acto o actividad por excelencia y más explícita de los humanos para vincularse con lo trascendente.

En latín, castellano y catalán proviene de oror, «pronunciar con los labios», por tanto, evoca algo ligado al habla. Si bien inicialmente remite al campo de la palabra y del oído (donde están implicadas la música y la poesía), también se reza con todo el cuerpo y con todo el ser.

Se trata de un acto integral. Cuanto más lo sea, más fuerza tiene. Se vale de todos los sentidos: el oído, la imagen, el olor (flores, incienso), el tacto (el descalzarse, el contacto con el suelo) e incluso con la cata, como en el caso del sacramento de la eucaristía u otros rituales en los que se ingiere algo.

Desde el punto de vista postural, implica todo el cuerpo, puesto que la oración está acompañada de gestos de alabanza, de petición, de clamor, etc. La postración está presente en todas las tradiciones, donde se expresa la entrega total a Dios o al Absoluto. Cada tradición tiene una postura específicamente suya: los judíos rezan de pie, los cristianos sentados o de rodillas, los orientales en la postura de loto, los musulmanes en la diversidad de movimientos de la salah, etc. En las tradiciones orientales tienen relevancia la posición de las manos (mudres), las cuales son de gran variedad y cada una de ellas tiene una significación muy precisa.

A través de la oración, el ser humano expresa la totalidad de las situaciones que vive, sus emociones y estados de ánimo, sus intenciones más altas, tanto las de luz (alabanza, gratitud, confianza, intimidad, perdón, etc.) .) como las de oscuridad (clamor, angustia, queja, incluso amargura y desespero).

En la oración se expresa la polaridad básica del ser humano con Dios: la angustia o el clamor de la ausencia así como el gozo y el recogimiento de la Presencia del TU Infinito.

Expresa Rumi, místico sufí del s. XI:

Mi corazón es como un pergamino
Que se extiende sin fines hacia la Eternidad,
En lo que hay escrito desde el principio hasta el final:
«¡No me dejes!».

Rumi (Divan-I- Shams, 23493)

Es el acto más íntimo del creyente y de la comunidad: entre el Yo y el Tú, entre el Nosotros y tú, y también la oración por los ausentes, por los “Ellos”.

Las modalidades de la oración son interminables: puede ser individual, familiar o comunitaria, puede hacerse en un sitio privado o en un templo; en un recinto cerrado o a cielo abierto; puede ser imprevisto o estar pautada por unos tiempos establecidos; puede ser espontánea o puede ser recitada con fórmulas preestablecidas; quizás ser simple, íntima y quieta o pública, ritualizada y llena de sonidos. Todo es posible porque la oración es el latido del creyente y el corazón late en todo momento.

Cuando un ser humano ora, toda la persona se transforma. Sea de la tradición que sea, cuando vemos a alguien rezar o a una comunidad en oración, nos conmueve y nos pone directamente en relación con lo Sagrado.

En la oración de cada tradición está condensada la esencia de cada religión. En ella es invocado el nombre con el que Dios es nombrado. Es el acto más íntimo de la propia creencia. Hay que realizar un largo camino antes de compartir con otro creyente este acto más íntimo.

Al mismo tiempo, es el acto más abierto y universal, porque la auténtica oración despoja cualquier pretensión de apropiarse de Dios.

En el documento pontificio “Diálogo y Anuncio” de 1996 del Secretariado por el Diálogo interreligioso, se habla de cuatro niveles de practicar este diálogo:

  1. En la vida cotidiana
  2. En la aspiración y participación en acciones conjuntas por la paz y la justicia
  3. En el diálogo teológico entre expertos
  4. En la oración compartida al Dios-más-allá-de-todo

Según esta secuencia, compartir la oración con creyentes de otras religiones es la cima más excelsa y sublime.

El encuentro de Asís de 1986 convocado por Juan Pablo II en la primera Jornada Mundial de Oración marca un hito a la vez que un límite. A menudo se pone como un ejemplo de que es posible la oración conjunta entre las religiones, pero, de hecho, en Asís no se rezó en común, sino que cada confesión religiosa oró en un espacio diferente y al final se encontraron para leer una declaración conjunta por la paz.

En todas las tradiciones están presentes varios grados de la oración:

  • La oración vocal, constituida con fórmulas pre-establecidas o con la repetición de un nombre de Dios.
  • La oración mental que supone la elaboración de contenidos de la fe de cada religión a partir de sus textos.
  • La oración silenciosa o contemplativa que trasciende la creencia particular y se abre al Dios-más-allá-y-más-desde-todo.

Por último, cabe decir que la maduración de las oraciones de todas las tradiciones es ir pasando de la oración de petición a la más absoluta ofrenda.

[Imagen de Sam Chen en Pixabay]

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Jesuita. Es antropólogo, teólogo y fenomenólogo de la religión. Profesor de la Facultad de Teología de Cataluña y del Instituto de Teología Fundamental de Sant Cugat. Ha escrito para Cristianisme i Justícia los cuaderno "El cine y la metamorfosis de los grandes relatos" (cuaderno 124, marzo 2004), "Los ciegos y el elefante. El diálogo interreligioso "(cuaderno 97, abril 2000)," Ignacio de Loyola "(cuaderno 35, noviembre 1990) y para la colección EIDES" Los ejercicios y tradiciones de oriente. "(N º 42, diciembre 2004) , "Itinerario hacia una vida en Dios." (n º 30, febrero 2001) y "Los ejercicios espirituales. Un eslabón en la tradición de occidente »(n. 23, enero 1998). Es miembro del equipo de Cristianisme i Justícia.
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2 Comentarios

  1. Gracias Xavier por tu apertura de corazón, por darnos esperanza a algunos de que la espiritualidad sigue acercándose a Dios y no sólo tendiendo barreras entre humanos.

  2. Disfruto de la diversidad y más si es en la oración. Dios es más grande que nuestras diferencias.
    Gracias.

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