A mediados de diciembre se hizo viral —durante unos minutos— el caso de Stephanie Matto, una creadora de contenidos en redes sociales que tuvo que recurrir a la grosería para poder recibir atención. En noviembre de 2021 había comenzado con gran éxito a vender frascos con sus flatulencias, a razón de casi mil dólares la unidad. El 6 de enero de 2022 fue hospitalizada por un colapso general al que sobrevivió y desde entonces vende aire, pero dibujado.

Espejos esféricos

Hay fenómenos, casos o historias que reflejan un momento de nuestro tiempo o un conjunto de estructuras. Son espejos esféricos. Los primeros espejos esféricos aparecieron en las casas burguesas flamencas del siglo XV, tal como aparecen pintados en el retrato de los Arnolfini de Jan van Eyck en 1434 (Londres: National Gallery) o el espejo del Tríptico de Werl que el también flamenco Robert Campin pintó cuatro años más tarde (Madrid: Museo del Prado). Estos espejos semiesféricos eran llamados también ojos de banquero (eran objetos de lujo muy costosos), ojos de bruja en Francia u ojos de pez en España. En el siglo XVI se lograron crear espejos esféricos para adornar los árboles navideños. La bola de Navidad fue inventada por el artesano alemán Hans Greiner en la pequeña aldea de Lausha.

Fue el también neerlandés M.C. Escher quien llevó el espejo esférico a su perfección, en su célebre litografía de 1935 llamada “Mano con esfera reflectante” (Otawa: National Gallery de Canadá). La pequeña bola que Escher sostiene en su mano le permite verse a sí mismo y a todo el mundo que le rodea reflejado en ella.

De igual modo, hay acontecimientos que tienen las propiedades de los espejos esféricos: nos permiten mirar reflejados en ellos fenómenos más generales que así, reducidos a pequeña escala, se muestran más concretos, claros y evaluables. Y también esos hechos nos reflejan a nosotros mismos en ese panorama, contemplando, sintiendo y pensándolos.

El caso Matto: vender aire

El caso Matto tiene potencialidad para ser un pequeño espejo esférico, pero a nuestro alrededor hay muchos que nos ayudan a mirar, descubrir y pensar. Lo primero que debemos hacer es reconstruir los hechos para poder ir dando paso a una segunda reflexión que despliegue todas sus implicaciones.

Stephanie Matto hizo su nombre conocido en una telerrealidad estadounidense llamada 90 Days Fiancé (Sharp, 2014). En este programa se sigue la evolución de unos novios, uno de los cuales es estadounidense y el otro es un extranjero cuyo visado para permanecer en Estados Unidos depende de logar casarse con el otro. Para ello dispone de noventa días. Si logra contraer matrimonio la Administración estadounidense le concede legalmente una visa por conyugalidad. Si el aspirante no logra que el otro acepte casarse, es expulsado del país.

Las cámaras del programa siguen continuamente a la pareja. La tensión entre amor e interés, la posibilidad de engaño y la retribución —sexual o afectiva— que se exige al extranjero, son los ingredientes que atraen el interés del televidente. Como es habitual, las imágenes no reflejan una relación libre, sino que los productores televisivos dirigen y guionizan los comportamientos para maximizar la audiencia. Matto (29 años), originaria de la República Checa, concursó para casarse con una joven estadounidense llamada Erika Owens (24) y ganó notoriedad y seguidores en redes por los escandalosos conflictos con ella.

Tras conseguir esa visibilidad, Matto potenció su negocio en redes, especialmente en TikTok e Instagram. En dichas redes trataba de monetarizar sus videos y fotografías de contenido erótico. Para ganar más que con la mera publicidad incrustada, trató de convertirse en influyente (influencer) recomendando lencería, producto directamente relacionado con los contenidos de sus cuentas. Los influyentes ganan dinero por la inversión de las marcas en sus anuncios. Sin embargo, fue un fracaso pese a que los seguidores —a quienes quería convertir en clientes— le solicitaban con frecuencia sus bragas y sostenes —enteros o retales—. Junto con esas peticiones, los seguidores más parafílicos, también le solicitaban cortes de su pelo y hasta agua usada tras bañarse. Ahí fue cuando esta creadora de contenidos tuvo una brillante idea de negocio.

En noviembre de 2021 lanzó el producto que por fin la haría triunfar: pequeños frascos transparentes de cristal en los que envasaba una flatulencia suya —incluía una declaración de que realmente el bote contiene dicho aire—. Además, dentro del bote se introducía también un pétalo de rosa ya que, según la técnica de Matto, “adhiere el aroma y lo hace durar más” (Paredes, 2021).

Cada bote lo vendía por redes a 992 dólares la unidad y, sorprendentemente, comenzó consiguiendo cincuenta clientes cada semana y la cantidad comenzó a elevarse. En pocas semanas ya había recaudado centenares de miles de dólares.

Matto, ejemplo del hipercapitalismo

Matto no se satisfizo con vender solamente cincuenta envasados semanales de sus ventosidades, sino que, imbuida del espíritu capitalista, quiso elevar la producción. Eso era digestivamente desafiante, así que, tras consultar en diversas fuentes de Internet cómo podía producir su cuerpo más gases, se sometió a una estricta dieta consistente en abundantes frijoles y numerosos huevos cocidos, lo cual acompañaba con un batido de proteínas.

Ella entendía el interés de sus clientes, pero también se sentía realizada: “Pensé que los pedos eran un gran nicho —declaró con perspicacia mercantil—, pero también algo divertido, peculiar y diferente” (Paredes, 2021). Le creaba una imagen y una voz distinguida entre tanta oferta que sobreabunda en las redes. En su opinión, era su personalidad y atractivo lo que motivaba que la gente comprara sus aires: “¿por qué la gente compra mis flatulencias? Honestamente creo que es porque tengo una gran personalidad y también porque soy sexy” (Téllez, 2021).

Para promover más su negocio, publicó en TikTok un video que a finales de 2021 ya había recibido mucho más de seis millones y medio de visitas, titulado “Un día en la vida de una chica que vende pedos en frascos” (ECL, 2021). El espíritu de su capitalismo le empujaba a desarrollar su empresa hasta su plenitud, según ella misma expresó: “Creo que realmente he aprovechado un mercado enorme y parece que hay un potencial infinito”, dijo durante las fiestas navideñas (ECL, 2021).

A final de diciembre, tan solo en dos meses de ventas, ganó suficiente dinero como para poder adquirir una casa unifamiliar y varios automóviles de gama alta (ECL, 2021). El éxito fulgurante de esta joven checa demostraba que el sueño americano era posible, se había hecho millonaria en apenas sesenta días —podría inspirar otra telerrealidad de menos días que 90 Days Fiancé—. Su caso demostraba sarcásticamente la cima de la abstracción capitalista: era posible hacerse rico vendiendo meramente aire. Era el epítome de la burbuja económica indesinchable, el objeto capitalista perfecto.

Colapso de fabricación

Pero el nuevo año sufrió una crisis que detuvo la producción. Mientras su Europa natal celebraba la festividad de regalos de los Reyes Magos de Oriente, Stephanie sintió repentinamente síntomas de malestar general que indicaban un ataque al corazón y un colapso general: “pensé que estaba teniendo un derrame cerebral” (Aspillaga, 2022). Fue hospitalizada inmediatamente en urgencias y, pese que a los médicos les ocultó el negocio que traía entre manos y solo les informó de la dieta que estaba siguiendo (Jain, 2022), éstos hicieron un diagnóstico concluyente: la paciente había estado a punto de un colapso por un exceso extraordinario de gases.

Stephanie tenía suficiente instinto de autoconservación como para saber que no podía seguir hiperexplotando su cuerpo hasta la destrucción —cosa que es un buen exponente de capitalismo ético o capitalismo compasivo, porque en muchos otros negocios se somete o arriesga los cuerpos de los trabajadores hasta su destrucción, como bien demuestran las minas congoleñas de coltán—.

Sin embargo, Matto tiene la suerte de vivir en un tiempo de economía digital que ha ampliado ilimitadamente el concepto de producto y valor. Buena conocedora de las tendencias en los servicios virtuales, decidió cambiar parte de su modelo de negocio. No podía comercializar tantos frascos reales, así que en un par de días creó una nueva línea de productos NFT (Non Fungible Tolken), es decir, representaciones virtuales. En vez de frascos, pétalos y ventosidades materiales, comenzó a vender imágenes de botes (Heller & Lubitz). Entendió que su valor no era el mismo que los reales, así que cobra reducidamente doscientos dólares por NFT de un frasco de su aire interior. Dada las dificultades extremas que implica la producción de frascos reales, estos también han elevado considerablemente su coste: por cada cien NFT de frascos que compre un cliente, se le envía un frasco real —alcanza, por tanto, un valor de veinte mil dólares—. El capitalismo parece carecer de más límites que los que se quieran ver u ocultar, así que Matto está consiguiendo comercializar sus productos digitales con éxito, también como efecto de la compasión que su emprendimiento ha suscitado entre la gente.

Una lectura del caso Matto

La grosería de esta historia intensifica el sarcasmo de este espejo esférico. En él se muestra la estafa extendida por Internet alrededor de los influyentes y el carácter de negocio que tienen las redes sociales, que habían nacido como una promesa de ágoras democráticas del siglo XXI. El hipercapitalismo no solo ha engullido las redes sociales, sino que éstas están corroyendo a la sociedad. Ahora el invento del metamundo virtual viene suplantar un mundo que las redes han ayudado a deteriorar.

Motta es un esperpento del hipercapitalismo. No es que convierta a sus seguidores en clientes, sino que su zafiedad nos muestra que aquellos que se definen como creadores de contenido, usuarios y seguidores, son en realidad clientes de grandes compañías capitalistas cuya intención es aumentar los beneficios de sus accionistas, no servir a sus consumidores.

La chabacanería de Matto al envasar sus flatulencias pone sobre la mesa el carácter de los productos con los que actualmente se comercia. Es uno de los temas emergentes: la economía virtual vende la nada enfrascada. Cabe criticar la zafiedad y vaciedad de este producto de Matto, pero nos hace volver la vista hacia el valor real del sistema de objetos de consumo que se extiende por toda la sociedad. La soez tosquedad del producto de Matto hace visible el vacío que en otros muchos productos pasa desapercibido por la limpieza, estilismo o prestigio de las marcas, pero tampoco son mucho más que aire.

El caso da una vuelta de campana cuando no puede forzar más su cuerpo y recurre a no vender aire, sino una imagen de ese aire. La economía del vacío da un salto y no solamente vende nada, sino una representación virtual —ni siquiera con un soporte físico, un signo material o siquiera un lienzo en blanco como el de Arte, la comedia de Yasmina Reza (1994)—. Los NFT no son solamente una nueva generación de productos de consumo, sino un signo de la absoluta abstracción de nuestro mundo y un gesto de la evanescencia cultural que quiere disolver la conexión con la realidad, el mundo y los cuerpos reales de las personas.

Cultura evanescente

Las tecnologías de la guerra han evolucionado y a partir de la I Guerra del Golfo de 1990, tras la cruel experiencia televisada de Vietnam, tuvo entre sus prioridades que no quedaran restos mortales tras los asesinatos y combates. De ese modo, la I Guerra del Golfo estrenó por primera vez las conocidas como armas inteligentes que no solamente mataban, sino que combustionaban totalmente los cuerpos, no dejando rastro posible para las cámaras de los fotoperiodistas. La misma operación se produjo en la batalla contra los soldados iraquíes: los tanques estadounidenses, articulados con palas afiladas ancladas en sus orugas, enterraron vivos bajo toneladas de arena a quienes estaban apostados en las trincheras del desierto (Sloyan, 1991; EFE, 1991). Nunca se extrajeron a las víctimas ni hay fotografías de ellas. La desaparición del cuerpo del delito es crucial porque evita las reacciones, contradicciones, resistencias y protestas.

También el capitalismo trata de hacer desaparecer los cuerpos del delito: el impacto de los trabajos en el desgaste de los cuerpos, el deterioro de la salud física y mental, el trabajo infantil, la destrucción del medio ambiente, la obsolescencia programada. El mercado de los objetos virtuales no solamente hace desaparecer a los productos, sino a los trabajadores que los hacen y a los clientes que los usan, que pasan a ser, convertidos en avatares, también objetos virtuales.

Esperpentos del hipercapitalismo

Materialmente, Matto vende su aire interior. Parece que el cliente accede a la intimidad de la persona y con fuertes connotaciones sexuales de dominación. El comprador de los frascos de Matto cree que comprándolo posee el interior de la marca, intima con el otro. Sin embargo, es una expresión tragicómica que expone la miseria de todos los implicados y, sobre todo, del sistema hipercapitalista que moviliza, organiza y arbitra este juego.

El patetismo de Stephanie Matto tratando de sacar cabeza a través de la prostitución de su cuerpo y sus subproductos fetichistas, expresan de un modo burdo el fetichismo de la mercancía que ya en 1867 describió Marx en El capital y que en esta virtualización del hipercapitalismo entra en una fase avanzada de características no solo con mayor potencia de alienación, sino esperpénticas para quien conserve el sano juicio. El fetichismo sexual, el exotismo y la chanza burlesca de quienes compran muestra no solamente el saqueo hipercapitalista de la verdadera riqueza, sino cómo quienes debían ser creadores de riqueza son un esperpento indecente del verdadero empresario y creador de valor. Stephanie Mato no es una subempresaria, sino una visionaria que nos hace ver que el hipercapitalismo vende humo y nos desvanece cada vez más (del Diario de Nunca Jamás, 6 de enero de 2022).

Referencias

  • Aspillaga, Jorge (2022). Mujer que se hizo millonaria vendiendo sus flatulencias está hospitalizada por tirarse demasiados gases”. Radio Concierto, 6 de enero de 2022.
  • C.L. (2021). Una ‘influencer’ se hace rica vendiendo sus pedos en tarros de cristal. Marca, 16 de diciembre de 2021.
  • EFE (1991). Tanques de EE UU enterraron vivos a soldados iraquíes en la guerra del Golfo. El País, 13 de septiembre de 1991.
  • Heller, Corinne & Lubitz, Spencer (2022). 90 Day Fiancé’s Stephanie Matto reveals she would ‘love’ to gift a fart jar to this celeb. ENews, 7 de enero de 2022.
  • Jain, Sanya (2022). TV star hspitalised after trying to fart too much. NDTV, 6 de enero de 2022.
  • Paredes, Mónica (2021). Una exconcursante de ‘realities’ gana dinero vendiendo sus flatulencias envasadas. La Vanguardia, 15 de diciembre de 2021.
  • Reza, Yasmina (1994). Arte. Barcelona: Anagrama.
  • Sharp, Matt (2014). Todo en 90 días [90 Day Fiancé]. Programa de telerrealidad. Estados Unidos: Sharp Entertainment.
  • Sloyan, Patrick J. (1991). U.S. Tank-Plows Said to Bury Thousands of Iraqis. Los Angeles Times, 12 de septiembre de 1991.
  • Téllez, Bea (2021). La ‘influencer’ Stephanie Matto se ha ce rica vendiendo sus pedos en tarros de cristal. Dolcevita, 17 de diciembre de 2021.

[Imagen de ha11ok en Pixabay]

¿TE GUSTA LO QUE HAS LEÍDO?
Para continuar haciendo posible nuestra labor de reflexión, necesitamos tu apoyo.
Con tan solo 1,5 € al mes haces posible este espacio.
Foto del avatar
Doctor de Sociología, profesor de la Universidad Pontificia Comillas -donde dirige el Instituto Universitario de la Familia- y Research Professor del Boston College. Fundó y fue primer presidente del Global Social Sciences Network de IFCU. Es presidente de la Fundación RAIS, patrono de la Fundación BoscoSocial y patrono de la Fundación FOESSA, de cuyos informes es uno de los coordinadores. Forma parte de CVX y es miembro de su Consejo Ejecutivo Mundial.
Artículo anteriorSinodalidad y desobediencia
Artículo siguienteNo matarás

DEJA UN COMENTARIO

Por favor ingresa tu comentario!
Please enter your name here